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Los acumuladores de energía orgón Revitalización y Envejecimiento
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Energía, carácter y sociedad 4. Metabolismo social de la energíaLa misma energía que somos como campo energético se constituye en materia, se define como organismo viviente y trasciende a la persona para unirse a la de los otros: eso es la sociedad. Existen poderosos motivos para sentir-se relacionado con "los otros", pero no todos los integrantes de este organismo pluripersonal y complejo tienen las mismas funciones ni disfrutan de parecidos derechos. El único
sitio donde se canta a la dicha y a la felicidad
está asignado al tiempo del arte
y al espacio de las utopías, ese sentimiento superior e
"impracticable" por el cual viven y mueren los mejores ejemplares de
la especie. La "organización social" parece obedecer a reglas no
reconocidas oficialmente pero que en ningún caso funcionan para favorecer el
desarrollo de los valores primarios en cada persona: más bien protegen la
escabrosa capa un poco repulsiva de los anti-valores que funcionan como
compensación ante el fracaso. No existe
aquí ninguna pretensión ni objetivo nihilista: más bien predomina un
optimismo algo salvaje. Y simplemente se intenta ver las cosas como
son: más de
cinco mil años de "vida civilizada"
dirigida por políticos, comerciantes, militares, intelectuales a sueldo
y cofradías religiosas han sido inservibles y nefastas para la felicidad del
hombre, si fuera esto lo que se pretendía.
Puede advertirse que estas estructuras y roles en absoluto son "naturales", salvo en el sentido de ser frutos podridos de árboles enfermos. Pero además hay otra característica en estas instituciones: funcionan como una gran coraza que limita y asfixia la respiración y los movimientos de los componentes de la sociedad donde operan, impidiendo o reduciendo su vitalidad según el porcentaje de fascismo en ejercicio activo. Ahora bien: si es correcto suponer en cada humano individual la existencia de este acorazamiento constituido por rigideces, crispaciones y bloqueos, ¿por qué no trasladar esta buena idea al cuerpo social, que también se maneja como un super-organismo de gran complejidad?. Y en este caso, serían las instituciones que operan para reprimir en los hombres el libre fluir de la energía las que funcionarían en escala social como verdaderos tejidos cancerosos, pudriendo al conjunto del organismo a través de su capacidad para infiltrarse vía metástasis ideológico-política y haciendo valer su autoridad conseguida por procedimientos extorsivos para conjurar el miedo de los inocentes. ¿Qué es el trabajo sino una importante concentración energética con fines precisos? ¿Qué es la plusvalía sino una gigantesca estafa, una verdadera expropiación de la energía puesta por los hombres en el trabajo? Pero esta energía no sólo se utiliza para enriquecer a los dueños de las empresas: también una parte de ese esfuerzo mantiene a todas las instituciones de la sociedad que conocemos, ya que son esenciales para que el circo siga funcionando. Su poder tranquiliza a quienes parecen beneficiarse con el trabajo ajeno, razón suficiente para invertir en ellas y seguir manteniéndolas. Y eso también implica energía.
Parece
necesario intentar una síntesis de este fluir
energético, que más bien deriva
en un gigantesco bloqueo
con graves
repercusiones para la salud colectiva e individual.
Y especialmente: ¿de qué precisas maneras se fija en algunos sitios preferentes que aquí se llaman instituciones? Pero también es necesario preguntarse si el hombre de hoy podría vivir sin acorazamientos de todo tipo, si es posible pasar desde la esclavitud a la libertad rápidamente y sin pagar ningún costo. Y en todo caso interrogarse acerca de esta libertad cuyo precio parece excesivamente caro. La historia enseña que no es posible hacer ese tránsito con celeridad: esos verdaderos orgasmos colectivos que fueron las revoluciones sociales o religiosas, se agotaron rápidamente o se transformaron en su antítesis.
¿Podremos seguir sosteniendo una visión-western de la realidad, clasificando otra vez "buenos y malos" sin alejarnos del verdadero drama que nos envuelve a todos? Se dice que en las crisis y problemas de una pareja "las cosas son de a dos", lo cual es innegablemente cierto, sólo que sería bueno discutir los porcentajes porque no es lo mismo 50 y 50 de responsabilidad en el conflicto, que 80 y 20. Pero si bien los sectores dirigentes son mayoritariamente responsables ( ¿en proporción inversa a su cantidad y directa a su poder? ), aquí hay para repartir entre todos. Algunos porque hacen y demasiados porque permiten. Reich confesaba haber vivido atormentado por una gran y decisiva pregunta cuando se metió en este problema: ¿por qué las mayorías aceptan el sometimiento y la dependencia con tanta increíble naturalidad? Seguramente no estaría escribiendo estas consideraciones si el mismo Reich no hubiera advertido lo esencial de este juego grandemente ayudado por el mejor Freud y el mejor Marx. Porque tuvo la genialidad de mirar algo que estaba delante de los ojos de cualquiera esperando que se lo notara: el problema es el carácter medio que compone una sociedad, y los "mecanismos" por los que se llega a construirlo y reproducirlo incesantemente. ¡Esa es la verdadera cuestión y por eso la importancia de las benditas instituciones! Aquí aparece con claridad el flujo de energía desviado y bloqueado para transformarse en un verdadero muro contra las verdaderas necesidades de los hombres, que por otra parte son sencillas, simples y directas. No es tan complicado emocionarse todos los días con la frescura del amanecer, la mirada de la mujer amada, el gateo de un bebé o la enigmática luz de la luna, pero esto queda reservado para los poetas, esos desubicados profesionales del sentimiento romántico. Sucede que cuando uno se acostumbra a trabajar con lo más elemental -la energía- se pierde el sentimiento de lo complicado y la vida se presenta como un espectáculo sencillo, absurdamente convertido en una madeja retorcida y enrollada. Ésta es una consecuencia directa de la distorsión del ser: nuestra cultura sostiene con inaudita facilidad que la vida es absurda y compleja: ha transformado el sentimiento de maravilla en su opuesto, la complejidad sin sentido. Entonces se supone que la vida es así -complicada y absurda- simplemente por que se prolonga hacia el "exterior" la confusión y el rollo de quien está mirándola. Es este retorcimiento de la conciencia debido al bloqueo de la mirada lo que explica esta descripción tan desgraciada, de manera que hombre ha devenido en ciudadano (los entes rurales no alcanzan esa categoría), y quienes todavía viven en una relación más íntima y simple con la naturaleza son salvajes o atrasados o niños que sólo crecerán cuando se incorporen al "mundo civilizado". ¡Es muy grave pero se acepta con naturalidad el tonto prejuicio del "progreso indefinido"!
¿Es progreso acaso la creciente desproporción entre ricos y pobres que condena a la mayoría de la humanidad a un régimen de trabajos forzados para lograr la mera subsistencia a cambio de espejitos de color tecnológicos que son al mismo tiempo motivo de lucro? ¿Es progreso la aceptación mundial de leyes laborales que implican una fuerte disminución de la estabilidad y la pérdida de derechos que habían sido logrados gracias a luchas y esfuerzos gigantescos? ¿Es muy avanzado condenar a los añosos de esta cultura al hambre o la marginación, en el mejor de los casos? Éste,
el de los jubilados de edad más o menos avanzada, es un buen ejemplo de lo que
aquí trata de exponerse. Alguien "joven
y lleno de esperanzas" (como quiere el tango) comienza su itinerario
laboral. Está cargado de energía, es sangre joven en todos los sentidos, puede
que tenga novio o novia y necesita recursos para poder montar su propia
historia, para independizarse de su familia y fundar otra o simplemente
"hacer la suya". En
ningún momento reparará que no está solo en el mundo, más allá de su
familia, los amigos y la sociedad que le muestran los "medios de comunicación"
del país adonde vive. Él es "argentino" , "boliviano",
"austríaco", "chino" o "egipcio", no un ser
humano que vive en La Tierra, en un sistema solar de una de las tantas galaxias
que pueblan el Universo. (¡Esto es demasiado "complicado" y la cabeza
se pone loca de simplemente imaginarlo!). No, él pertenece a un país, a una cultura, a una civilización y
fue
educado a los codazos para aceptar las reglas del juego vigentes, que también
le obligan a aceptar extraoficialmente
la convivencia a base de "avivadas", codazos y pisotones. El asunto es "MADURAR Y PROGRESAR". No hace falta ser muy lúcido para entender qué cosa significa esto del progreso y la madurez: ganar dinero, poder y pagar su deuda de gratitud con el sistema reproduciéndolo y legando a sus sucesores la dura ideología que lo caracteriza. De manera que, aunque sea un pobre infeliz, exhibirá esa falsa sonrisa tantito estúpida o ese rictus de amargura siniestra, quejoso de no haber logrado sus objetivos.
Ésta es, con matices, la disposición típica de quien ingresa al mercado de trabajo lleno de entusiasmo y energía. En el caso de los hipoenergéticos, que lo hacen con apatía y resignación, la historia de su fracaso ya está escrita: de allí en más la vida será puro lamento insoportable. Por
otra parte, el trabajo no es vivido como forma de desarrollo, expresión
personal y contribución social, sino como una pesada carga que simplemente hay
que soportar. En todo caso, una ínfima minoría de la humanidad tiene la
fortuna de desarrollarse en trabajos creativos y aptos para el despliegue
natural de talento que tiene cualquier humano: la inmensa mayoría simplemente
aporta su energía en tareas rutinarias para contribuir "al crecimiento de
la economía" y al bolsillo de los que se llevan la gran tajada a cambio de
la mera supervivencia. En realidad se es
educado para carecer de todo tipo de sensibilidad. Pero
sigamos con la historia del aspirante a jubilado y supongamos un entusiasmo
"medio" en la participación laboral. ¿Qué es lo que este trabajador
aporta en su nuevo rol, ya que antes era un proyecto de persona en su calidad de
niño o adolescente? (Y esto más allá de advertir que un porcentaje
significativo de la humanidad comienza a trabajar desde la niñez). Podríamos
decir que su trabajo aporta el desarrollo de una serie de procedimientos que en
ese momento resultan necesarios para los fines de la empresa, el estado o la
sociedad. Además el trabajo es sagrado, maestro. Se supone que está prohibido faltar al trabajo y poner pocas ganas en él, si es que se está decidido a mantenerlo. Se podrá elegir en qué otras cosas es necesario poner la energía personal (además de los procesos digestivo-metabólicos) pero lo del trabajo no se discute: es sí o sí. ¿Y cuál es el devenir de esa energía, que indudablemente tiene una utilización "social" en el sentido de que se instala en un espacio distinto y más extenso que el del grupo primario de la persona trabajadora? Es evidente que cualquier tarea requiere una cantidad importante de energía para ser exitosa, y esto es independiente de la "importancia social" del trabajo, que no será considerada en este análisis. Lo
decisivo aquí será investigar el itinerario de la energía laboral, para lo
cual también será obviada por el momento "la calidad" de la energía
puesta en juego. En concreto la energía individual se suma a la de otros
para
lograr un objetivo, sea cual sea el trabajo y la independencia aparente con que
se realiza. Y por lo general, esta energía se "transforma" o adquiere
cuerpo en algo material y concreto. Al igual que sucede con los seres vivos, en
los que la energía se "materializa" en la forma y los órganos, aquí
también esa energía se convierte en el fin para el cual fue
"contratada". Por lo general ese fin es administrado por personas
diferentes de las que pusieron su esfuerzo en la tarea, lo cual equivale a decir
que gran parte de la energía personal es administrada por dueños o
funcionarios. ¿Qué hacen éstos sino retribuir tal inversión sólo con una parte no equivalente
y para
colmo expresada en papelitos de diverso valor? Por ejemplo: ¿quién se guarda la energía de un empleado que produce papeles escritos o trabaja de cadete? Queda en la institución donde esa energía es "depositada" a sus fines específicos, ya sean o no productivos en la acepción común del término. Podría estimarse que la plusvalía -cuyo cálculo es sumamente complejo aún para las actividades que se transforman en mercancías ofrecidas en el mercado- oscila entre 50 y 80% del valor del trabajo. ¡Es un verdadero robo
a la vista de todos!
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