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Medicina Energética Infantil

No me creo eso de la buena salud de los niños de hoy.

Más bien siento inquietud y preocupación cuando pienso en ellos, porque les tocó nacer en una sociedad bastante más enferma que la de hace treinta o cuarenta años. No es necesario abundar en detalles, pero sí recordar que muchos millones de niños del mundo están condenados a la muerte prematura, la desnutrición o algún déficit importante de por vida. Muchos otros trabajarán desde pequeños o no tendrán acceso a ningún tipo de educación o futuro digno. Simplemente serán mano de obra barata y, a veces, correrán el riesgo de ser vendidos a familias más acomodadas que las de origen, utilizados como dadores de órganos para ricos o traficados como mercadería sexual para degenerados.

¿Y qué pasa con el resto, que no será la mayoría pero hace ruido como si lo fuera?

Están muy lejos del ideal de autorregulación humana. Al primer tonto resfrío probablemente reciban antibióticos porque “tienen placas en la garganta”, o un antiespasmódico porque sufren un dolor abdominal que las señoras del campo saben diagnosticar como empacho y curar sin ninguna medicación. Y seguramente, se perderán desde muy pequeños las ventajas defensivas de la fiebre gracias a la aspirina o similar para que madres y padres se tranquilicen y duerman sin culpa. Más adelante tendrán alergias, predominantemente respiratorias. O enuresis, o colitis o un pobre desarrollo físico, emocional o intelectual. O profundizarán la estupidez con videojuegos y nunca más serán auténticamente curiosos, comprometidos y valientes. ¡Y lo asombroso es que a nadie le parecerá asombroso!

Esta terrible epidemia se llama peste emocional, y produce al típico ciudadano medio: superficial, sometido, egoísta, gris, frío, tonto y mediocre.

¿Cómo y cuándo aparece la peste emocional?

La orgonomía considera que la etapa de desarrollo personal en la cual el humano es afectado por el estrés y la agresión de cualquier tipo (física, química, biológica, emocional, social, económica) es relevante para entender la salud o la enfermedad de cada sujeto en particular. Cuanto antes se produce el daño, más importantes y temibles serán las consecuencias. Por ejemplo: las condiciones de la vida intrauterina son decisivas: si resultan adecuadas en cuanto a la nutrición (amor + alimento) el feto podrá nacer sin las lacras de la peor posibilidad: el autismo, la psicosis, el cáncer o las enfermedades degenerativas invalidantes. ¿Esto significa que inmediatamente aparecen los trastornos mencionados? No, esto depende de lo que acontece luego, de manera que esa posibilidad pueda desarrollarse o no.

Y también postula que cuando la agresión es brutal y aparece durante la gestación, el resultado será una persona psicótica (no en el sentido psiquiátrico habitualmente utilizado), alguien cuya energía es mínima y mal distribuida, ya que se encuentra totalmente bloqueada en los segmentos superiores: una persona que ha sido quebrada de raíz. Sobre esta característica se desarrollan, no sólo la psicosis, sino el cáncer (es una psicosis celular), el sida y otras graves enfermedades, como las degenerativas. Son hipo-orgonóticos (baja energía) y disorgonóticos (desequilibrada distribución). Reich y sus continuadores las denominaron biopatías primarias.

Si el momento de la crisis aparece durante el primer año de vida (amamantamiento), entonces asistiremos a la formación de una estructura borderline, que esconde un núcleo depresivo encubierto instalado por el estrés del miedo durante el período neonatal, desde el décimo día de vida hasta los 9 meses de edad. Son sujetos con su carga energética mal distribuida: disorgonóticos. Esto ocurre en neoplasias tratables, HIV positivo, diabetes, obesidad, alergia, hipertensión, asma y artritis reumatoidea, entre otras. Constituyen las enfermedades somatopsicosomáticas o biopatías secundarias.

Luego tenemos las psiconeurosis como la gastritis, la úlcera, la angina de pecho, el infarto de miocardio, la colitis, la cistitis, la hipertrofia prostática o el mioma uterino. Son las enfermedades somatopsicológicas y corresponden a sujetos sin núcleo psicótico en los cuales el estrés del miedo aconteció durante la vida post-natal, desde la adquisición de la muscularidad intencional -en el noveno mes- hasta la pubertad.. Suelen presentar una carga energética excesiva aunque mal distribuida: hiperorgonóticos disorgonóticos.

Luego, y en orden decreciente de gravedad, encontraremos a los neuróticos. Son personas sin núcleo psicótico, con miedo vivenciado desde la pubertad en adelante, con una carga energética adecuadamente distribuida, pero en exceso: son los hiperorgonóticos. Esta estructura caracterial es típica de las somatizaciones neuróticas.

Y por último los sujetos realmente sanos: maduros, con carga, distribución y circulación energética fisiológica. Son normo-orgonóticos y responden a lo que la orgonomía denomina carácter genital, pero como van las cosas en el mundo no hay que hacerse muchas ilusiones de pertenecer a esta soñada categoría. (¡Aunque sí pelearla para llegar lo más cerca posible!)

Si es que se acepta ésta dramática descripción del ser humano actual, es posible que estemos de acuerdo en que es necesario hacer algo importante por los chicos antes de que nazcan. Por ejemplo: limpiar el basurero físico y emocional en que se ha convertido el planeta y ayudar a las parejas para que puedan parir dignamente a sus hijos. ¿Pero qué hacemos con los que siguen naciendo o, simplemente, ya están instalados en el mundo desde hace un tiempo?

Posibilidades terapéuticas

La medicina energética no es magia, pero puede ayudar en una variedad de afecciones infantiles para las cuales la medicina oficial carece de respuesta adecuada o eficiente.

Lamentablemente son pocas, todavía, las personas que tienen buena información sobre estas posibilidades que ofrece la medicina energética en sus diferentes desarrollos como la acupuntura, la orgonomía, la oligoterapia y la homeopatía. Y, en general, tampoco es conocido el hecho de que los pequeños responden mejor y más rápido que los adultos a cualquiera de los tratamientos mencionados.

Existen dos ventajas importantes en los tratamientos realizados con medicina energética: una es que suelen producir una respuesta más eficiente y estable debido a su facilidad para llegar más profundo al origen del problema, donde no falla la coexistencia emocional y biológica (¡la energía es la fuente de los dos lados del ser!). La otra ventaja es que no son agresivos, ya que carecen de efectos secundarios, lo cual no es poca ventaja cuando se repara en la toxicidad cada día más alarmante de los medicamentos alopáticos, cuya costumbre es actuar en estilo rápido, superficial, incompleto y peligroso. 

Tiene que quedar claro el objetivo de las terapias energéticas en el campo de la pediatría: no se trata sólo de evitar los síntomas, sino de ayudar a crecer alejando la posibilidad de instalarse en alguna de las opciones más peligrosas que describe la orgonomía, especialmente los terrenos psicótico y borderline. Tal vez así se despeje el camino y el horizonte de posibilidades mejore para cada niño enfermo o supuestamente sano (los que no “presentan” síntomas). Parecerá raro que exista relación entre cualquiera de las afecciones infantiles tratables con medicina energética y las distintas estructuras caracteriales, pero es lo que sucede en la realidad. La posible curación de cualquiera de las “afecciones de la infancia” conlleva un mejoramiento de la estructura caracterial que las soporta, ya que entre psique y soma las relaciones son íntimas, complementarias, simultáneas e interdependientes. Y cuando aquí se habla de carácter se lo entiende en sentido psicofísico.

Es cosa de todos los días, especialmente en los niños, presenciar cambios emocionales al tiempo que se producen mejorías biológicas. Es que no hay dos personas, una “física” y otra “psíquica”: sólo existe una y la tendencia a la escisión entre ambas es lo que consolida y profundiza la enfermedad. En algún momento es necesario pensar acerca del futuro de nuestros hijos con más profundidad que la urgencia del momento, y plantearse que la persistencia de algún problema durante la infancia necesariamente ocasionará limitaciones o impedimentos en la adultez. Justamente, la tarea de prevenir y anticiparse es propia de adultos, porque a los chicos les toca vivir sólo el presente y a nosotros actuar con la inteligencia necesaria como para que su futuro implique un presente que honre a la vida.

 

Indicaciones de la medicina energética

Su utilización es factible desde edades muy tempranas, si bien lo deseable es comenzar en los estadios embrionario y fetal (durante el embarazo, a través de la madre), cuestión que merece otro artículo. Pero por ahora veamos qué puede hacerse a partir del nacimiento, aunque antes de ello la medicina energética regala una sorpresa inesperada: ¡con ella pueden corregirse las posiciones fetales inadecuadas durante el tramo final del embarazo!

Es bueno saber que el tratamiento de acupuntura en los niños no requiere agujas, ya que para estimular los puntos puede utilizarse ultrasonido, láser o infrarrojo. Y también pueden dejarse durante varios días pequeños balines recubiertos con adhesivo. Éstos dos procedimientos son de gran eficacia y permiten reemplazar a las agujas, un viejo cuco de la acupuntura que ahuyenta precozmente a muchas personas y personitas.

Durante los primeros meses y años de la vida es frecuente la aparición de trastornos linfáticos (amígdalas, adenoides, oído medio, etc.), respiratorios (rinitis, sinusitis, faringitis, traqueitis, bronquitis) y digestivos (básicamente diarrea y estreñimiento). Cualquiera de estas afecciones puede cursar junto con fiebre, y allí aparece el primer problema: inmediatamente los padres entran en pánico y “cortan la fiebre”, habitualmente con la complicidad del pediatra, el farmacéutico o el kiosquero (el que llegue primero para opinar). Así privan al niño o lactante de un fantástico ejercicio defensivo, que habitualmente se complementa con antibióticos, casi siempre mal indicados. Es importante entender que, en la gran mayoría de los casos, estos medicamentos no son útiles para el niño y sólo cumplen la función de aliviar la angustia de los padres, felices cuando ven que ya no se queja de dolor y la fiebre ha desaparecido. Sería justo, entonces, que sean los padres quienes consuman dicha medicación o alguna otra, posiblemente algún psicofármaco. Casi nadie suele pensar que ejercitar el sistema defensivo (inmunológico), es lo mismo que practicar para seguir vivo y que negar ese derecho compromete seriamente el futuro de un ser humano. En un artículo casi mínimo es difícil profundizar acerca del “sentido” biológico y emocional de las enfermedades habituales en la infancia, de manera que seguimos adelante, aunque adeudando esa explicación. (Y también puede consultarse ¿Antibióticos + Aspirina = Sida?, otro Artículo de la web)

Pues bien, los problemas linfáticos; respiratorios y digestivos son perfectamente tratables en medicina energética, utilizando una combinación de acupuntura y homeopatía. Y lo son tanto en su fase aguda como en la crónica, cuando los otros tratamientos han fracasado y sólo queda la consabida administración quincenal o mensual de antibióticos. Pero hay cosas peores, por ejemplo el tratamiento del asma bronquial con corticoides y broncodilatadores. Más allá de la ignorancia que implica tratar con estas medicaciones la expresión funcional (alergia respiratoria) de un problema en el vínculo con los padres, están las consecuencias de semejante agresión farmacológica a veces “complementada” con antibióticos cuando la dificultad respiratoria comienza con una bronquitis. En este caso, la medicina energética dispone de un buen arsenal compuesto por acupuntura, homeopatía, oligoelementos y gimnasia respiratoria.

¿Y qué decir de las urticarias y los eczemas que, como otros problemas de piel, los dermatólogos se obstinan en tapar para que nadie los vea si es que los anti-histamínicos no tienen éxito?

Aquí también funciona bien la medicina energética.

Otras áreas de acción poco conocidas están expresadas por la alta eficacia que alcanza esta medicina en variedad de enfermedades infecciosas para las cuales no existe un buena cura “en el mercado”. Por ejemplo la hepatitis, la gripe, la parotiditis (paperas), la meningitis, la disentería y otros cuadros diarreicos, la tos ferina (convulsa) y la erisipela.

¿Sabían ustedes que la acupuntura trabajada con calor en algunos pocos puntos (moxibustión) se basta para curar casi todos los casos de enuresis diurna o nocturna?

¿Y que es sumamente eficaz en epilepsia, otros cuadros convulsivos y esa vaguedad neurológica llamada “disrritmia”?

Tampoco es conocida la eficacia de la acupuntura y la homeopatía (combinadas o no con la administración de oligoelementos) para tratar problemas de conducta y de aprendizaje. Será curioso pero no inútil saber que la acupuntura ¡dispone de puntos específicos para mejorar el rendimiento en matemáticas! O sea: para cualquier disciplina que implique buena musculatura mental en lógica formal. Y en general, para trastornos del desarrollo normal de origen funcional.

Hablando de funcional, los espasmos de esófago, cardias, estómago e intestino suelen ceder, ya sea con acupuntura sola o combinándola con homeopatía.

Y, aunque siempre hay más para contar, no quiero olvidarme de una serie más bien surtida: la miopía infantil, los esguinces, la apendicitis (sí, apendicitis y en marco hospitalario, lo cual permite la opción de operar rápido si falla la terapia energética), los forúnculos, las epistaxis o hemorragias nasales, la anorexia y las secuelas de la poliomielitis, especialmente tratadas con craneopuntura.

En cuanto al aprendizaje: no es posible pedir puntos para geografía, biología o ciencias sociales porque no creo que existan. Y también porque el esfuerzo que termina en conocimiento produce salud, que de eso se trata.  

 

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