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La Clonación de Idiotas I
¿En qué ha devenido la
especie "fabricada" por el poder hegemónico?
El título de esta sección, algo despiadado, tiene que ver
con una convicción.
Y ésta es que el proceso de
gestación y desarrollo de la civilización que habitamos ha requerido la masificación
de la idiotez. Y que su nivel de profundidad y replicación hubieran sido
imposibles de no haber encontrado una forma fácil de producirla en serie, en un
verdadero proceso de clonación. Idiotas casi iguales entre sí, como salidos de
una cadena de montaje.
Desde el comienzo algunas
aclaraciones.
Una es que aquí se
describirán los resultados de semejante proceso ligados a la historia y presente
de la civilización hegemónica. O sea: a la de los llamados “países centrales”,
los que fundaron la civilización occidental asentada en Europa y Estados Unidos.
Lo cual no exime a variados responsables en otros lugares del planeta,
especialmente a los que asumieron a ésa civilización como propia, ya sea que
fueran colonizados o subyugados. Y tampoco a las culturas que hayan generado
parecidos mecanismos, independientemente del mencionado Occidente.
Es muy probable que el
origen de los sistemas políticos y económicos que nacieron en los “países
centrales” y en los últimos siglos se expandieronal resto del planeta,
habitualmente a sangre y fuego, hunda sus raíces en el Patriarcado. Es
muy probable, también, que ésta cultura, ésta manera de concebir la vida y
ordenarla de manera autoritaria (y al mismo tiempo banal, vacía) sea el padre y
la madre de casi todas las desgracias y la infelicidad humana. Al menos es la
hipótesis de esta sección del blog, que será expuesta a lo largo de varios
artículos. Si tales suposiciones fueran correctas, deberíamos pensar que este
proceso ya lleva entre 5000 y 10000 años. Acompaña y dirige una parte de la
historia humana, pero no toda. Justamente, parte importante de la idiotez
consiste en creer que “las cosas siempre fueron así”, como si el humano hubiera
nacido ayer y tuviera una sola posibilidad ya determinada, en el marco de una
vida sin opciones.
Aquí se invita a leer la
sección haciendo uso de la imaginación, un rasgo muy humano también. Es
necesario “elevarse” un poco respecto del tiempo histórico que nos ha tocado
vivir para comprender más y mejor porqué razón somos como somos ahora. La
historia humana es larga y vasta, de manera que no podemos quedarnos clavados en
los últimos cientos o miles de años como si antes no hubiera pasado nada. La
escritura, hasta donde sabemos, no tiene más de cuatro o cinco mil años. Pero la
antropología cultural ha logrado “escavar” y comprender un poco más la diversa
historia que tenemos, bastante más. Ésa ventaja será utilizada.
Un punto de partida sólido
es asegurar que el devenir de los diversos sistemas de existencia desarrollados
a lo largo de la historia humana son, en todos los casos, procesos culturales
no determinados por la biología. Procesos culturales extraordinariamente
influidos por las circunstancias del medio ambiente. Siempre que algún sistema
de poder intenta perpetuarse defenderá la idea de que somos como somos por
razones biológicas: para ésta pobre explicación de la vida y nuestro destino,
todo está escrito en los genes y somos absolutamente predeterminados. Hasta la
pasión por el fútbol o la Coca-Cola está signada por el ADN, pero especialmente
la “necesidad” de aceptar mansamente que “todo está en orden”. Así las cosas
están en su lugar, no hay nada que cuestionarse y la libertad y la felicidad son
sueños de ilusos, tonterías sostenidas por utopistas ingenuos y estúpidos.
Hay una frase repulsiva a
los efectos y de mucho uso por aquí: “Es lo que hay”.
Así que los desarrollos de
la Clonación de Idiotas se referirán pura y exclusivamente, al tipo de
humano que gestó el patriarcado y sus desarrollos modernos como el capitalismo,
ya sea “liberal” o “de estado” y sus profundizaciones actuales como el
neo-liberalismo. Hay que advertir que antes del capitalismo hubo otros sistemas
dentro de la misma civilización, como el mercantil o el feudal, pero las
diferencias son irrelevantes a la hora de analizar estilos de vida y
consecuencias. En realidad, en ésta civilización, no ha pasado nada trascendente
durante los últimos miles de años si vamos a lo profundo de la cuestión: el
carácter social medio de los hombres no ha cambiado demasiado, y su remota
posibilidad de ser sanos y felices, tampoco.
Está claro que la expansión
de esta forma de “vida”, habitualmente lograda por métodos criminales, logró
alterar otros estilos de existir (más “humanos”) o coincidió con otros
desarrollos patriarcales menos exitosos, a los que aniquiló o integró.
Y también es bueno aclarar,
de entrada, que vistas las cosas así, nadie se salva: en mayor o menor medida
todos somos idiotas y no hay nadie que pueda tirar la primera piedra de la
excepción. Solo podría discutirse, quizás, el rango de idiotez.
Pero especialmente es
importante decir que ésta no es una hipótesis nihilista, el objetivo no es
demostrar que “está todo podrido y no hay nada que hacer”. Al contrario: ¡está
todo por hacer si conservamos el fuego sagrado de la vida y no hemos pasado a la
categoría de resignados! El asunto es intentar comprender el por qué somos como
somos y actuamos como actuamos. Si logramos un diagnóstico correcto, y aunque
esto no sea garantía de nada, estaremos más cerca de algún cambio trascendente
en dirección a una existencia más justa y feliz. Porque ¿para qué la vida, sino?
¿De qué idiotez se habla?
Hay dos localizaciones de
la idiotez: una es la de la especie, enarbolada y puesta en escena por los
sectores dirigentes de la civilización dominante. Otra es la de las concretas
sociedades e individuos contenidos en ése proyecto y con alcance, no sólo al
interior de las regiones dominantes, sino también a lo largo y ancho del planeta
donde haya logrado ser hegemónica.
La auto-denominada
Civilización se ha transformado en una fábrica de clonar idiotas. Uno a
uno hemos sido diseñados en un tablero invisible, uno a uno hemos sido
construidos para cumplir un destino mediocre e inexorable, a veces siniestro. Se
nos ha hecho creer desde niños en valores falsos o simplemente inexistentes: la
obligatoria sumisión a la “Autoridad”, la inevitable inseguridad del Ser,
la negación casi absoluta de Libertad, la Solidaridad como ideal irrealizable,
la nostalgia de un Paraíso inexistente, el necesario deber-ser marcado a fuego
como ideal obsesivo y la fantástica mentira de la Redención por el Dolor.
Mientras tanto se ha
alentado la traición y la mentira. Y se ha vendido supuesta Trascendencia
por monedas.
A fuerza de mentir
hipócritamente se nos ha convencido de que ésa burda parodia de vida que ofrece
el patriarcado (“El Sistema”) es la única posibilidad. Y, aunque no se lo
reconozca, toda esta crueldad manejada sin el menor escrúpulo ha desvalorizado la
imagen que el hombre tiene de sí mismo. Porque todo esto puede ser así como es y
funciona si se reconoce que el hombre es una verdadera e insignificante basura.
Solo así las cosas cierran y se vuelven medianamente transparentes.
Supongamos que estamos a
bordo de un barco lanzado a gran velocidad por el cauce de un río que desemboca
en una cascada. En su finalsólo hay rocas que harán añicos alaembarcación y sus
ocupantes. La tripulación es la especie humana y todas las formas vivientes del
planeta Tierra, pero el barco ha devenido en una especie de anti-barca de Noé.
Los conductores del barco
dicen que no hay otra conducta ni proyecto posible como no sea seguir el mismo
rumbo. Sin embargo, el río tiene afluentes y remansos en los cuáles
perfectamente podría hacerse un alto en la navegación para replantearse el
rumbo.
Pero es inútil: los
conductores juegan burdas triquiñuelas para seguir en el poder y ganar más
privilegios (lo cual parece consolarlos por su infelicidad), mientras los
tripulantes y los pasajeros, igualmente infelices, no hacen nada diferente a
obedecer órdenes y estar sumisamente sentados, sin oponerse a las indicaciones
suicidas de sus autoridades. Se divierten con espejitos de colores generosamente
distribuidos por “la superioridad” mientras gimen de hambre, sufrimiento
edulcorado o deliran con algún Paraíso. Algunos vomitan en los baños o se niegan
a salir del camarote.
En las bodegas están
encerrados plantas y animales, ya que su destino ha sido decidido por los “seres
superiores de la creación” y sólo están para servir las necesidades humanas. En
algunos lugares del barco los tripulantes y pasajeros pueden elegir a sus
autoridades cada tres, cuatro o seis años, pero después deben callar y asentir.
En otros rincones de la misma embarcación ni siquiera eso: las autoridades se
eligen solas a fuerza de golpes y patadas: allí ni siquiera es permitido hablar
de “ésas cosas”. Cuando este último sistema se convierte en el primero hay
grandes festejos populares suponiendo que la felicidad es dentro de media hora.
Ignoran que quienes en realidad detentan el poder van a impedir cualquier
modificación importante de las reglas de juego, sea como sea. Por ejemplo:
volviendo sin escrúpulos a la peor de las dictaduras, ¡muchas veces en nombre de
la Democracia!
Bueno, dirá alguien que
observe este panorama desde un lugar donde realmente pueda observarse, ¿pero
cuál es la razón por la cual tripulantes y pasajeros no hacen un motín a bordo,
tiran a los jefes por la borda, y deciden enderezar el rumbo del barco antes que
sea demasiado tarde?
La explicación es sencilla
pero terrible: los tripulantes y los pasajeros están mayoritariamente de acuerdo
con los jefes. Y éste ha sido el trabajo maestro de la “civilización humana”:
clonar idiotas a diestra y siniestra manipulando las emociones humanas, típicas
de los mamíferos. Todo lo que siga intentará demostrar cómo las instituciones
humanas fundamentales se han acoplado a este proyecto destructivo para la misma
especie humana y el resto de los organismos vivos de nuestro hogar: el Planeta
Tierra.
Queda un “pequeño” tema por
discutir. Si se aceptan la decadencia y degradación de la especie humana en los
días que corren -aunque esta historia sea bastante antigua- habrá dos posturas:
puede aceptarse que esta degeneración suicida es inherente a la propia
naturaleza humana surgiendo desde la profundidad de su biología (y siempre habrá
algún neo-darwiniano, genetista o cierto partidario del “instinto de muerte” a
mano para demostrarlo) o por el contrario se sostendrá que el origen de tal
enfermedad es de índole cultural y hace a una modalidad de desarrollo humano que
no es la única posible. Desde aquí se vota por la esperanza. O sea: se sostiene
que la situación actual no hunde sus raíces en la biología, lo cual la tornaría
inmodificable y determinada, sino en la historia. Y que los procesos culturales
son protagónicos para entender el proyecto de humano todavía vigente. Por lo
tanto, es difícil pero no imposible cambiar el rumbo de esta navegación que nos
ha tocado vivir a fin de evitar la profundización de la catástrofe queya está
instalada entre nosotros, nos guste o no.
Bienvenidos a bordo.
¿Qué vamos a decir aquí? (Catarata de cuestiones)
A pesar de todo lo que
sigue a continuación, hay esperanzas. ¿Pero cómo defenderlas y transformarlas en
realidad si no conocemos ni aceptamos la cruda realidad?
Advertencia: los
desarrollos de la Clonación de Idiotas se refieren, específicamente, al tipo de
humano que gestó el patriarcado y sus desarrollos modernos como el capitalismo,
ya sea “liberal” o “de estado”. Y a sus profundizaciones actuales como el
neo-liberalismo.
-
Que nuestra
civilización es un verdadero proceso de clonación de idiotas. Y que
hasta donde sabemos, las cosas vienen así durante los últimos diez mil años.
-
Que nacemos en La
Trampa, una prisión acorazada donde recibimos desde antes del nacimiento
oficial (la fecha burocrática es nueve meses tardía) un adiestramiento
específico para la idiotez inscripto en sólidos programas instalados en el
cerebro.
-
Que imitamos a Fausto
en su pacto con el Diablo, aunque con muchísimo menos talento, para
renunciar a nuestra potencial vitalidad y expansión a cambio de seguridad,
dependencia y mediocridad.
-
Que nuestra
compensación para calmar el resentimiento que naturalmente sentimos,
consiste en el permiso para destruir sádicamente cualquier esbozo de vida
que podamos afectar. Una aberración legitimada por el pacto sagrado y
traducida en guerras tribales y devastación de la vida.
-
Que nuestra soberbia no
tiene límites y que no somos tan inteligentes como creemos: apenas hemos
demostrado una especie de inteligencia cortita, apta para fabricar
tecnología cuyos aparatos nos condicionan y dominan cada vez más. ¿Es de
inteligentes carecer de sabiduría? ¿Es inteligente el ejemplar de una
especie que se queda mirando una ola gigantesca del tsunami lista para la
foto, mientras el resto de los animales “salvajes” ha huido mucho antes?
-
Que nuestra inseguridad
básica (la misma que nos lleva a suscribir el maldito pacto), no nos permite
sentirnos parte de la naturaleza sino un rival, algo que “hay que vencer”.
De hecho, hemos desarrollado nuestra cultura enteramente contra la
naturaleza viva de la que somos parte. Y construido monstruosas
ciudades-melanoma contra la vida.
-
Que en esta loca
carrera para escapar de nosotros mismos y evitar hacernos cargo de nuestras
verdaderas posibilidades, hemos perdido el contacto con el núcleo más
profundo de la existencia. Somos animales fracasados, incapaces de
olfatear el peligro a tiempo para huir, guarecernos y volver con la mejor
solución.
-
Que nos creemos más de
lo que somos. El muro de contención que fabricamos para no ver las cosas
como son, nos impide darnos cuenta que en la vida no hay seres más
importantes que otros. O, en todo caso, depende del criterio para juzgar la
hipotética importancia. Ejemplo: el conjunto de las “simples bacterias” es
decisivo para mantener condiciones aptas para la vida en Gaia, pero nosotros
no. Estamos enfermos de antropocentrismo injustificable.
-
Que cuando falla el
Sistema de Control Central instalado en el cerebro y asoman disidentes y
revoltosos, aparece La Mafia para “mantener el Orden” sea como sea.
-
Que somos simples
perritos de Pavlov levemente modificados: segregamos jugos digestivos y
nos movemos hacia la comida cuando suena la campana. Y nuestro centro de la
recompensa se activa cuando nos sentimos seguros con poca cosa (algunas
bolitas de variado color son suficientes para satisfacernos), gracias al
sistema Fausto-Pavlov-Don Corleone.
-
Que hay una
neurofisiología de la idiotez y la esclavitud, la cual hace impensable
la utópica “sociedad de hombres libres”.
-
Que los pueblos tienen
los gobiernos que se merecen hasta que demuestren lo contrario. O más bien:
que los gobernantes responden al promedio estadístico del carácter social
medio. No son estafadores ni mentirosos (¡aunque puedan ser ambas
cosas!), sino profundamente representativos de la sociedad: Hitler y Bush,
entre otros, ganaron por elecciones.
-
Que las mediocres
democracias que conocemos son ideales para “salvar las apariencias”, con su
juego mentiroso de votar y luego delegar el poder: los políticos gobiernan y
las masas se lavan las manos pero quedan conformes con su conciencia
metiendo un sobre en una urna cada tanto. Técnicamente, ésta forma de no
hacerse cargo es denominada “democracia representativa”, la mejor
manera de seguir haciendo excelentes negocios.
-
Que los derechos
humanos son una utopía inalcanzable en las actuales condiciones: pura
letra muerta para escribir leyes inaplicables.
-
Que los primeros
vínculos (primeros y primarios) nos programan casi enteramente
durante los primeros tres, cuatro o cinco años. La voracidad materna se come
a los chicos con la excusa de la protección y los hace dependientes para
siempre. Los padres “concientes y responsables” colaboran con entusiasmo
para seguir clonando idiotas porque son iguales y piensan y quieren lo mismo
(tuvieron madre y padre idénticos).
-
Que el sello distintivo
de la especie humana respecto del “medio ambiente” es la increíble
voracidad para comerse todo lo que encuentra a su paso. Estamos
repitiendo a los dinosaurios (que por algo nos atraen tanto) y posiblemente
terminemos igual. Pese a las diferencias cerebrales, somos tan idiotas como
ellos.
-
Que es inevitable una
contra-ofensiva de Gaia, lo cual incluye a la biosfera. No sería raro
que una gran variedad de organismos vivos desarrollen, activen o propaguen
enfermedades para terminar con nosotros. Y para eso no necesitan asambleas,
como ironizó otro idiota para criticar la teoría de Lovelock confundiendo
los sistemas autorregulados y sus mecanismos de retroalimentación con
dinámicas parlamentarias y objetivos concientes (teleológicos). ¡Somos tan
antropocéntricos que solo concebimos el desarrollo de las cosas de acuerdo,
exclusivamente, a nuestra experiencia!
-
Que tenemos un cerebro
maravilloso pero lo usamos de una manera mediocre y perversa. Prever
para evitar un desastre es una de sus capacidades, pero sólo ha sido
utilizado por algunos en micro-experiencias. Por ejemplo: no volver a
construir viviendas en terrenos que se inundan. Pero en lo macro nos hemos
comportado como verdaderos idiotas arruinando a Gaia, la casa donde vivimos
y que compartimos con todos los vivientes.
-
Que en realidad Gaia,
el planeta Tierra, seguirá existiendo aunque sin nosotros. Y, como supone
Lovelock, posiblemente respire aliviada por la terminación de ésta mala
experiencia (nosotros). Es triste reconocerlo, pero Nietzsche tenía razón:
los humanos somos un tumor canceroso en la corteza del planeta.
-
Que somos tan vanidosos
como para suponer que las buenas causas, así como los actos y sentimientos
honorables son “humanos”. Por ejemplo: un animal puede tener una mirada
“humana” y realizar nobles actos “humanitarios”. ¡Somos increíblemente
patéticos!
-
Que no hay
correspondencia entre nuestro cerebro utilitario, la racionalidad y las
emociones bien puestas. A nivel de manipular la realidad donde vivimos somos
excelentes para usar el cerebro, pero esto es apenas un aspecto de la
racionalidad, sólo uno. Lástima que al mismo tiempo padecemos un increíble
subdesarrollo emocional, de manera que la combinación de ambas cosas
nos transforma en seres altamente peligrosos para la vida, en verdaderos
asesinos seriales.
-
Que parte de esta
tragedia se explica por nuestra oposición a la naturaleza, en lugar
de estar orgullosos de ser parte de ella. Teilhard de Chardin lo expresó
admirablemente cuando dijo que creemos ser una estatua apoyada sobre un
pedestal, cuando en realidad somos una flor que emerge de la tierra.
-
Que Oriente y Occidente
comparten el mismo proyecto auto-destructivo, al igual que gobiernos
de ideologías aparentemente distintas y enfrentadas. Basta ver las
características de la sociedad donde reside el poder político y económico
para convencerse de que la idiotez no tiene remedio. Y que la voracidad se
transforma en concreta obesidad y estupidez masivas.
-
Que la salud, la
educación y los medios de comunicación masiva son bastante más que
cómplices: participan activamente y con todo éxito del proceso de
clonación de idiotas. Y claro que hay excepciones, pero fracasaron. Como
fracasaron Jesucristo, Buda, Mahoma, Marx y Ghandi.
-
Que es necesario
distinguir el contacto amoroso y la religiosidad natural, la del asombro
por la belleza del universo (sentimiento oceánico), de sus perturbadas,
sádicas y enfermas manifestaciones institucionales. Una de las peores
experiencias cancerosas de la humanidad son sus tres religiones monoteístas:
judaísmo, cristianismo e islamismo.
-
Que hay una diferencia
abismal entre información, conocimiento y sabiduría. Cada vez tenemos
más información, menos conocimiento y nada de sabiduría. Sin embargo,
poseemos la información y los conocimientos necesarios para imitar la simple
sabiduría de la vida, de la cual somos parte. Pero nuestra rígida coraza
emocional nos impide ser sabios, de manera que usamos la información para
desarrollar conocimiento inútil y peligroso.
-
Que no se trata de
refugiarnos en los polos para “salvar la civilización”. ¡Aquí no hay mucho
que salvar, más bien tendríamos una segunda oportunidad para crear otra
cultura, otra civilización mejor que ésta!
-
Que hay conocimientos
valiosos para ayudarnos a salir del conflicto, pero no los usamos. Es
más: podemos quemar en una pira a quienes los desarrollaron, acusándolos de
ser los peores demonios. Es el caso, entre otros, de Wilhelm Reich y su
genial descubrimiento de la energía orgón (que casi nadie conoce y no es
casual). O de Lovelock, que es visto como un místico peligroso. O de su
compañera de equipo en la formulación de Gaia: la brillante bióloga Lynn
Margulis, perseguida por los fundamentalistas que gobiernan a los Estados
Unidos.
-
Que no reconocemos lo
que sí han aceptado de manera intuitiva y natural los mejores exponentes de
la especie: que la vida es un consorcio. Este simple hallazgo es la
piedra angular de los trabajos de Lynn Margulis, quien advirtió que las
bacterias son las protagonistas de la vida en Gaia. Ellas “crearon” una
atmósfera apta para la vida y se acoplaron simbióticamente para originar la
riqueza de los seres pluricelulares. Pero no se fueron de éstos: son
organelas productoras de energía en la célula eucariota, la más
desarrollada, en forma de mitocondrias y cloroplastos. Y continúan prestando
servicios que no tienen ningún agradecimiento: nos componen en un 10% de
nuestra materia y son esenciales para nuestra subsistencia. El 80% del
tiempo que lleva la vida en Gaia fue habitado sólo por bacterias, quienes
usaron ése tiempo creativamente desarrollando las otras formas de vida por
endosimbiosis. Sólo nuestra reconocida ignorancia hace que las definamos
como peligrosas y agresivas (¡lo que sí somos nosotros, justamente!).
-
Que la forma de
percibir a los eventos naturales que tienen los habitantes de las ciudades,
especialmente las grandes, es una increíble e insuperable demostración de
estupidez masiva. La lluvia y el tiempo fresco, por ejemplo, concitan
unánimes demostraciones de disgusto en el homo urbanus. No les
importa que haya sequía en el campo, ¡del cual se alimentan! O que el
calentamiento global amenace con freírnos en seco y el agua que cae del
cielo limpie un poco la espantosa basura tóxica de las ciudades más
contaminadas: para ellos el problema es que no se pueden tostar para
histeriquear mejor ¡y que la lluvia les moja la ropa! (Si creen que exagero
pregunten por ahí).
-
Que para el homo
urbanus, la Naturaleza es un spot publicitario o un decorado de
plástico que bien podría reemplazarse por imágenes “realistas” generadas
desde un aparato. Algo chiquito y apto para balcones de departamentos, una
cosa que se puede jivarizar en un proceso de miniaturización como el de las
plantas que se reproducen en versión enana (bonsái). Es más: ¡hay zoológicos
modernos con parlantes estratégicamente ubicados que reproducen el canto de
los pájaros!
-
Que el proceso
canceroso que ha originado a las grandes ciudades también ha hecho
metástasis en las concepciones y terminología básica de la cultura. Por
ejemplo: el agente activo de la vida civilizada, con sus deberes y derechos,
es el ciudadano. O sea: el habitante de la ciudad. Por lo tanto, el homo
ruralis queda excluido del sistema, es un bárbaro que no entra en
clasificaciones “civilizadas”. Y tan increíble como esto es que se acepte
con tanta naturalidad la definición en el habla común. Margulis cuenta que
un amigo le mostró imágenes de un melanoma junto a fotos aéreas de grandes
urbes con su habitual periferia desertificada: ¡las imágenes eran casi
idénticas!
-
Que el homo urbanus,
apartado de la naturaleza y sumido cada vez más en ambientes artificiales
(exceso de calefacción o aire frío) y con sus defensas naturales
reemplazadas por medicamentos mal recetados y nutrición inadecuada, es presa
fácil de enfermedades degenerativas y envejecimiento precoz y
acelerado, la gran epidemia de estos tiempos. Y es inútil fundamentar la
decisiva importancia de la fiebre o hipertermia, mecanismo que ha mantenido
vivos a los mamíferos durante millones y millones de años gracias a su
capacidad para incinerar microorganismos agresivos y activar el sistema
defensivo: la gente va a seguir tomando antipiréticos para evitar sentir que
la naturaleza bulle dentro, que uno está vivo.
-
Que la concepción
médica predominante supone que una persona es un mecano pegado con moco
biológico, que las partes son reemplazables y así todo sigue bien. Es
coherente: una medicina sin alma es perfecta para tratar gente que
tampoco la tiene.
-
Que la sociedad cree,
ingenuamente, que vivimos en un proceso de constante crecimiento y mejoría.
Que “los avances de la ciencia” son indiscutibles, que la ley del “eterno
progreso” es una verdad incuestionable. Si alguna gente valiosa tenía
honestas dudas acerca del tema, la emergencia climática y sus atroces
consecuencias (cada vez más divulgadas) está empezando a pulverizar esa
creencia casi religiosa en el poder de la ciencia y la técnica para
encontrar solución a todos los problemas.
-
Que la ciencia y
los científicos se maneja con los mismos criterios de poder que el sistema
político-económico y está subordinada a éstos. Es muy revelador lo que
cuenta Lovelock al respecto: dice que los climatólogos que conoce están de
acuerdo con su pronóstico acerca de lo que nos espera en corto plazo, pero
que se callan porque perderían inmediatamente su trabajo: ¡la probable
extinción de la especie humana es menos importante que la estabilidad
laboral! Sin duda, es otro ejemplo de idiotez, ahora combinada con extrema
cobardía.
-
Que en términos macro,
el objetivo de la medicina es adaptar a la gente al sistema de
creencias del poder de turno, cualquiera sea. No importa si se trata de
derecha, izquierda o centro (denominaciones antiguas y sin vigencia): la
medicina participa del poder por su actividad ligada a un tema demasiado
importante para cualquiera. Es una cuestión de vida o muerte, sin metáforas.
Éso le da un prestigio y un poder notables, que utiliza sin miramientos para
amedrentar, disciplinar y castigar. De hecho y en la vida real, está
manejada por una mafia académico-industrial que se cansa de ganar
dinero y amaestrar a la sociedad.
-
Que el objetivo real
de la educación es preparar y ubicar a los “educandos” en el mercado laboral
con absolutas y descaradas discriminaciones de clase. No es cierto que se
trate de una actividad diseñada para el desarrollo y crecimiento de las
personas, salvo en el caso de los hijos de los ricos destinados a sucederlos
en la administración del poder. Pero como la vida es un consorcio, tampoco
quienes detentan el poder son felices. Ésta es, básicamente, una
civilización de infelices y mediocres. Y cuando surgen médicos o educadores
revolucionarios con lucidez y talento, no hay problemas: la sociedad misma o
Don Corleone se encargan de ponerlos en su lugar (una fosa, la cárcel, la
exclusión o el manicomio), habrase visto.
-
Que los “medios de
comunicación” son otra mentira escandalosa que el sistema maneja para
seguir clonando idiotas sin oposición. “Median” entre la realidad y los
espectadores, “comunicando”… ¡en una sola dirección! Y todo el tiempo hacen
propaganda política o publicidad, que es más-o-menos lo mismo. A veces,
incluso, pueden inventar las noticias o distorsionarlas groseramente,
porque lo único que importa es vender. Pero lo importante es que son
expertos en mentir con la verdad, puro alimento de primera para
idiotas.
-
Que se puede trabajar
con el clima, aunque parezca un poco loco, para disminuir la sequía y
tal vez, para “refrescar” al planeta retardando el calentamiento. O sea:
evitando los peores daños a corto y mediano plazo. Claro que esto
implicaría, si funciona, la necesidad de reformular el proceso de clonación
de idiotas (civilización). Y esto es, definitivamente, lo más difícil. Así
como están dadas las cosas, lo más probable es la repetición de la misma y
devastadora locura humana. Pero, ¿por qué no intentarlo? ¿Cómo quedarse con
la duda y dejar que las cosas sigan su curso? Margulis tiene razón: la vida
no va a desaparecer de Gaia, sólo nosotros. Y no somos tan importantes,
después de todo. Y encima somos un cáncer, de manera que tal vez sea mejor.
¿Podremos aprender la lección y mejorar? ¿Aprenderemos a ser buenos
animales?
-
Es necesario
desarrollar una buena y profunda explicación acerca de la vigencia que tiene
el cerebro reptiliano (complejo R) en la estructura y conducta del
hombre actual, el que somos y conocemos. Muchas veces parece que fuera el
verdadero protagonista de esta historia.
Carlos Inza
Buenos Aires, julio del 2014
Revista sobre salud, cuerpo, energía, sociedad y
hasta orgonomia...
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