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Los acumuladores de energía orgón Revitalización y Envejecimiento
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Viagra, hierbas chinas y otras menudencias Cambios y hasta revoluciones en la sexualidad masculina de los últimos tiempos, conmocionada por la aparición del viagra Introducción / Significados / La realidad, que le dicen / ¿Mucho sexo? / Otras historias / Nostalgia del bosque / Tecno-sexo y Orgasmol, para sentirte mejor / Esto siempre fue un desierto, tonto / Viagra / Hierbas chinas / Viagra vs. Hierbas chinas / Acabando / Etimologías
Introducción, nunca mejor dicho Seamos claros: la erección es un imperativo categórico, los varones tenemos, desde Adán, que nunca existió, una sexualidad groseramente simple, sencilla: se para o no, funciona o no, puede haber más o menos, regular, hasta aquí llegué, lo siento, paliativos de todo tipo, eroticidad sutil con preparativos, musiquita, aromas y comidas afrodisíacas, masajitos, caricias, me gustás tanto, estamos en el nirvana, sexualidades de alto nivel espiritual, casi místicas, el alma sonríe al unísono, simples o estrafalarias preparaciones, maravillosa disposición de cuerpos y almas alineados en la misma dirección, doctorados en erotismo, ambiente impecable, ceremonia casi religiosa de cultos cuyo altar es la cama, es más: puede no haber cama, sino lecho sencillo sobre el suelo, sillas, sillones o cualquier otra superficie eficiente, puede haber intentos acrobáticos que deliran la fantasía, los orgasmos son posibles de variada manera por que lo que no se puede de una manera se logra de otra y el que es rengo se las arregla para andar rápido pero nunca logra correr, te quiero lo mismo mi amor no te preocupes, no todo es máxima eficiencia en la vida, oh, oh, oh, que sublime exaltación del alma, lo único que importa porque el cuerpo puede tener fallas, debe tenerlas, que no hay nada perfecto que yo sepa. Es el estrés, el maldito estrés, la puta que lo parió al estrés, no, no, es el pucho, el alcohol, las papas fritas, la burda grasa que te tapa arterias vitales para el éxito, no, no: es el retorno venoso, que más bien es el retorno de los brujos, de malos espíritus, sí, sí, me ojearon, me ojearon los testículos esos envidiosos, ésa yegua mal parida que te cela, es todo eso mi amor entendés lo que pasa, claro querido pero no saben nada de amor, quedáte tranquilo que te quiero más todavía, así como estás, funcionando en casi cero, pobrecito: unas caricias y listo, miramos una película en la tele, se me duerme, lo tapo, le doy un besito en la frente y todo bien, no se me preocupe, es más: podemos ver un rato el canal Venus si eso te ayuda, estás loca, qué te pasa, si miro ese canal me da un ataque y me quedo seco o paralítico ahí mismo, bueno, bueno, hay otros caminos: tai chi, qi gong, acupuntura, respiración profunda, terapias energéticas para que la energía te fluya libre como un arroyo de montaña que encuentra dichosamente a su lago, entonces todo será perfecto, la vida entera y el sexo como un violín afinado y bien tocado, tocame como si yo fuera un violín que me delira, sí, sí, hacemos todo y es mejor, es mucho mejor, pero qué pasa si no se me para. Nadie sabe si es un castigo bíblico o una peste modernosa, si al escritor del génesis se le olvidó mencionar que no sólo parirás con dolor, sino que también se te parará con esfuerzo, justamente la cosa que menos esfuerzo y dedicación requieren: es fácil o no es, nunca sabremos si es o no una maldición bíblica, consecuencia entre otras que no es del caso citar, de la equivocada decisión de comer del árbol del bien y del mal, que ahora todo mal, sin duda. Y no me digan, para terminar con las patrañas, que para una mujer es lo mismo, mentira piadosa o impía, embuste del peor, cizaña que termina de destruirte para siempre: sería mejor que te dijeran la verdad y que no te adornen con mentiras inútiles porque no hacen falta, te sentís la última mierda del universo si no se te para, no me vengan con cuentos de superados, que las mujeres son muy claras para sentir y decir, aunque de su boca salgan frases consoladoras si no pueden mandarte lisa y llanamente a la mierda, frases sinceras de verdad tipo: sos muy bueno conmigo, merecés el nobel de la paz, condecoraciones y elogios varios, agradecimientos de todo tipo, pero por lo que más quieras cogeme de verdad, cogeme bien, no pares en ninguna estación deliciosamente erótica pero en el fondo insulsa si es que no funcionás como un buen animal, o acaso nunca viste a cualquier perro o gato, por no hablar de palabras mayores como caballos, leones y elefantes, por favor hacé algo y no me vengas con estreses y conflictos, con el Edipo, la contaminación y el calentamiento global, nunca mejor dicho. Sí, sí, damas y caballeros, nuestra sexualidad, la sexualidad de los varones, implica éxito o fracaso, on/off, prendido/apagado, somos simples a morir, sin vuelta de hoja en cuanto al maldito o bendito “desempeño”: funcionamos o no, así son las cosas, y ya se sabe en qué consiste un buen desempeño, explícitamente referido líneas arriba, que para qué insistir con la misma frase sin hacerle perder la sagrada dignidad que tiene. Bueno, sigamos con este paper académico como el que más, por ahora sin neurotransmisores a la vista ni pruebas de significación estadística porque lo dicho hasta aquí es bastante significativo, o por lo menos claro y hasta diáfano, si me permiten la expresión tan afín a lo auténtico, a lo indiscutible. Podríamos decir, para no ser brutalmente injustos con el género, para no ser acusado de falta de sentido gremial o lisa y llanamente de traidor o de andar tirando la primera piedra, o incluso de no ver la viga en el propio ojo, que un buen varón, digno y bien plantado, tampoco es una fábrica de producir erecciones en todo momento y lugar salvo en el único territorio apto para las más increíbles hazañas sexuales: en el bar de la esquina y hablando con los amigos. Pero la cuestión no es así de fácil, algo que funciona siempre y cuando le venga en ganas a quién sea. No, no: tampoco es así ni debe serlo, que si quieren comparar con otros animales ni más ni menos dignos y de honradez probada ante escribano público, sea, comparemos. Incluso comparemos con otros colores de piel ya que, como todos sabemos, la diferencia es una fábrica de fantasías sexuales especialmente si el diferente tiende a color oscuro. Ponga usted a un caballero de distinta y atractiva apariencia, de ésas que producen lujuria mental, sáquelo del salvaje marco natural en el que parece que todo funciona perfecto o mejor, anímese a ponerlo a trabajar en una oficina o en un taller una no menos salvaje cantidad de horas, hágalo traspirar en el subte o en el bondi, aliméntelo con comida chatarra, póngale al alcance de su vida la posibilidad de tener un auto si es que anda en bicicleta o cambiar el que tiene, una casa propia si alquila o una nueva, diferente, impecable por donde la mire, regálele la cantidad sideral de estrés del peor que esas grandes conquistas significa, y ahora instálelo en su cama con todos los moños que quiera y después me cuenta lo que queda de sus grandes fantasías sexuales, sí, sí, cuénteme que me interesa y si le fue bien pregúntele cómo carajo hizo, el muy desgraciado. Bueno, bueno, qué lamentable exageración, la misma que comparar, ya que de eso se trata ahora, el “desempeño” de un mozalbete de veinte con el de un señor entrado o salido en años, que nunca entendí lo que se quiere decir con eso de entrar en años. Ustedes dirán, seguramente con razón, que son comparaciones un poco tontas, tal vez hasta idiotas, pero no estoy tan seguro, no, no lo estoy, aunque no está en discusión que hay etapas en la vida, sí, sí, señor, hay etapas diferentes en la vida y si usted tiene serios problemas para subir un escalón, vestirse, hacer un cálculo sencillo, embocar el martillo en un clavo o incluso pronunciar claramente su nombre y se pasa dieciocho horas acostado o tirado en una cama, es muy difícil que le encuentre a su colchón otro uso que no sea ése mismo que le está dando, es verdad. Todo bien, pero aquí mismo voy a cuestionar eso de que cuanto más joven mejor desempeño, es bastante relativo, ahora si usted me dice que tiene mayor probabilidad de salir airoso de las lides sexuales, que suena a batalla, a guerrear, casi a combatir y dicho así a poco erotismo y placer, entonces estamos de acuerdo en que tiene más chance un masculino de veinte que otro de setenta. Sí, estamos de acuerdo pero ojo con la probabilidad y la estadística, que cualquier espíritu sanamente anarquista usa como dato a destruir, a desafiar, no siempre es así, simplemente tiene mayor probabilidad y siempre que no esté casi destruido por exceso de toxinas y esas cosas. Pero claro, en general está menos gastado, menos usado, con menos kilómetros rodados, y no obstante hay que ver qué tal es el chasis y el motor de los masculinos que estamos comparando y así, porque para decirlo de una vez, uno se pregunta cuál es la razón de la abrumadora cantidad de viagra que se vende a la gente joven, a veces tan joven como de quince años. Es raro, no, no les parece raro, alguna razón habrá y después sigo con éstas y otras cosas, que el tema es inagotable y hasta indispensable y pienso darle tiempo. Porque cada varón tiene la sacrosanta libertad de decidir hasta cuándo va a querer ser un potro o al menos desearlo e incluso intentarlo en el “combate florido”, como dicen los antiguos textos orientales, que siempre parecen muy sabios, o puede decidir que no siga siendo tan importante en su vida actual y si así fuera ojo, nada de andar señalando con el dedo porque puede ser una decisión y no una variedad de resignación. E incluso, aunque parezca poco natural, alguien de veinte, treinta o cuarenta años puede tomar decisiones no convencionales, y hablo de gente sanamente dotada y no de ejemplares de dudosa eficacia, que así de complicada es la vida humana real, nos guste o no. Me imagino que a esta altura no habrá nadie que discuta que cualquier erección, hasta la más humilde y poco realzada de ellas, es una maravillosa proeza anti-gravitatoria, sino no tiene sentido seguir con esto, basta de subestimarnos. No es cualquier pavada eso de andar desafiando las prestigiosas leyes de la gravedad con la misma eficacia de un cohete con destino a la luna ya que, como todos sabemos, cualquier cosa abandonada a su suerte solo sabe caerse al piso, ni más ni menos, pero hete aquí que plin-plin, y de golpe la magia de erguirse apuntando a lo que sea: colchón, sábanas, mesa de luz o en el mejor y más reputado de los casos hacia el techo o alguna lamparita, joya de la naturaleza, milagro de los milagros, asombro de vírgenes y experimentadas, de transeúntes y curiosos, de blancos y negros, de amarillos y pardos. Me imagino que estás hablando de papito, que puede eso y un poco más todos los días y cuando quieras, me imagino que no estarás dudando de lo que nadie habla, salvo mintiéndole a los amigos, de lo que se oculta bajo siete llaves de las cuales no hay ninguna que abra o comunique con la falsa excusa de que pertenece al terreno privado, es cosa mía nene y no se te ocurra poner en duda la masculinidad del que suscribe, que mejor agarráme que lo mato, y si no, que dios y la patria me lo demanden. Sí, sí, todos somos maravillosos, qué duda te cabe en esa cabezota inútil como sandía hueca que portás allí arriba. También sería bueno observar el pequeño detalle de que a la hora de la hora las exigencias no resultan iguales para ambos géneros, y esto sin desprestigiar a nadie, válgame dios, no, no, vaya sin ánimo de armar otra inútil y tonta polémica, que ya hay demasiadas, pero seamos claros como el agua en este delicado pero crucial asunto: el operativo anti-gravitatorio también llamado erección parece bastante más exigente que el que corresponde a nuestras amadas, maravillosas y nunca bien ponderadas mujeres, o no, qué piensan, digan si quieren, que aquí está el pechito, argentino o de cualquier otra laya. La maldición bíblica que se olvidó de mencionar el escritor de ese divulgado texto, funciona como castigo, pasado, presente y futuro de cualquier manifestación de patriarcado machista, es la peor de las venganzas. Y ya que por aquí curtimos psicologismo del peor, hay que agregar a la cuenta una máxima dosis de ansiedad, consistente en preguntarse si uno funcionará bien hoy, hoy, ahora mismo, que es lo único que importa porque los laureles de glorias pasadas, incluso ayer mismo, no garantizan el éxito de hoy y se verá fácil, aún sin ningún doctorado a la vista, que la ansiedad no ayuda, precisamente juega en contra del operativo anti-gravitatorio de hoy. Y si tuviste algún problema inusual, o usual pero persistente, o te cansaste mucho en el día de la fecha ni hablar, tus posibilidades de triunfar en el intento pueden decrecer en proporción geométrica para desesperación del operador, incluso de su alelada pareja. Qué lo parió, es injusto: tantas ganas, tanto deseo y plin pero para abajo, igual que el signo con el pulgar de quienes decretaban la muerte de los gladiadores en el circo romano: ya te mataron y listo, igual que si te fallaran los frenos bajando una cuesta: sólo te espera el precipicio y la extinción de ese proyecto tan simpático, tan alegre, tan feliz. Bueno, no dramatice amigo, no es para tanto, dice el observador con sangre fría y mirada filosófica porque no está viviendo tu pequeño infierno, la vida da revancha e incluso puede ser dentro de un rato, no sé, no sé, lo que fue ya fue. Y el lamentable resultado es que la temperatura del medio ambiente decrece a nivel de nueva glaciación, cambiemos de tema por favor. Y qué hice, qué hice para merecer esto, qué castigo ancestral estoy pagando, a quién le sirve esta ignominia. Y así, intentando otra vez con el mismo resultado porque la realidad te condena a la peor de las pasividades, aunque tengas un motor de esos que siempre empujan para adelante, pero aquí el problema técnico es empujar para arriba, no para adelante, y entonces terminás destrozado por la perversa contradicción espacial y reconociendo, con el rabo entre las patas y escondido a la vista de toda mirada irónica y humillante de lo peor: total que nada, la suma da cero y listo, aguantate y dormite con dignidad, si es que a esta altura te queda. Y de pronto aparece el sildenafil, más conocido en el barrio por su nombre de pila, viagra, y la película cambia de argumento. Porque hay otras cosas que funcionan, algunas muy sofisticadas, otras patéticas o muuyy pero muuyy naturales que vaya a saber si realmente sirven, pero aquí importa la masividad, la facilidad de acceso, la contraseña fácil y sin complicaciones. Es una verdadera revolución, equivalente al uso de las pastillas anticonceptivas y otros métodos de portación femenina, y ahora me acuerdo de un amigo, el mismo que decía que los masculinos siempre andamos buscando métodos para funcionar genitalmente mejor, no importa si antiguos o modernos, pero siempre está la búsqueda por mejorar: si uno está en cero, al menos sacar un cuatro, si éste es el nivel, hacer todo lo posible para mejorar la calificación con el objetivo de aprobar con un honroso siete. Y nunca parás allí: cuando llegás a aprobar es imposible no intentar las sublimes alturas de los nueves y los dieses para llegar a lo sublime, al éxtasis supremo apto para publicar en las redes sociales, llegado el caso y si fuera necesario: no alcanzan las palabras para alabar la notable profesionalidad del género, tanto que emociona hasta las lágrimas: la de los jóvenes, de los adultos, de los entrados en años y hasta la de los salidos de la estadística, que no reparan en medios con tal de llegar al fin y funcionar mejor que ayer aunque haya sido bárbaro. Sí, ya sé: hay muchas cosas en la vida, ésta no
es la única, claro, pero ni siquiera es discutible la importancia del asunto
porque un aspecto importante e irremplazable de la alegría de vivir reside en la
“felicidad de alcoba” o como quieran llamarla, no hay cómo valorar
suficientemente la alegría de tu mujer y la propia si las cosas van bien, mirale
la sonrisa puesta en la cara, orgullosa de su varón y después contame si el
asunto es poco importante, mínimo, intrascendente y cambiable por una película,
una salida, un ataque místico o incluso por un viaje caro, no, no, la alegría de
un buen orgasmo no tiene equivalente ni reemplazo, no me jodan, es desde ahí en
adelante y por eso tanta profesionalidad y esmerada dedicación en ambos géneros,
por eso tanto secreto de estado, por eso tanto silencio sobre la cuestión, que
sigue siendo tabú a pesar de la notoria libertad que otorgan estos tiempos, y
eso sí está bueno. Lo que no está bueno es suponer que ahí, en la pura
eficiencia del órgano masculino clave termina el asunto, porque en realidad
empieza, o mejor dicho: hay un pequeño detalle previo y posterior, pero
especialmente presente o no durante toda la sagrada ceremonia: el contacto, el
contacto emocional, la proximidad de las almas que necesita la de los cuerpos,
los corazones juntos, sin lo cual el asunto se transforma en un problema de
ingeniería hidráulica, un tema de fluidos que necesitan expelerse, eliminarse, y
entonces qué hacemos,
Algo me dice que es necesario situar este tema con mayor exactitud, cosa que no se confunda con un simple manual para aspirantes a “triunfadores”. Y hay dos lugares que se hace necesario mencionar para despejar el terreno y hasta las intenciones del texto. Uno es el del contacto entre dos personas que viven una relación sexual. El otro es el sentido que tiene la experiencia sexual según las reglas del juego de la cultura donde se está instalado. Una verdadera relación sexual, variedad de las buenas, requiere contacto. Parece elemental y de Perogrullo, pero no es tan simple. La intimidad implica un fuerte contacto físico y emocional entre las dos personas que participan, justamente porque se trata de una relación. Si no, hablamos de otra cosa: muñeca inflable, asistente a quien se le paga, etc. No hay por qué juzgar ni establecer comparaciones absurdas, pero son cuestiones muy diferentes: es difícil advertir una relación entre varón y muñeca o entre mujer y juguetes sexuales, pero ¿por qué excluir de entrada una relación de contacto entre alguien que paga y otra (u otro) que recibe una paga para tener sexo? Las cosas no son tan simples: las verdaderas consecuencias de la intimidad sexual, cualquiera sea su entorno y punto de partida, son impredecibles. El habla cotidiana, popular, lo describe como “química” : hay química o no hay química entre dos personas. Y no está mal meter ese término para precisar si pasa algo, mucho o nada entre quienes se relacionan sexualmente. La única crítica que cabe es haber olvidado a la física, tal vez más importante que la química, aunque sea sorprendente eso de aludir a dos ciencias duras para describir lo que ocurre en un terreno tan alejado de laboratorios y matemáticas. En todo caso, no deja de maravillar esta característica del encuentro sexual: lo que pueda ocurrir no guarda, en principio, ninguna coherencia con largas listas de afinidades intelectuales o ideológicas. Con largas charlas de café y variedad de identificaciones que podrían hacer suponer cierta armonía sexual fácil. Puede ocurrir o no, por que las hormonas, las enzimas y los flujos de energía que pueden establecerse entre dos personas no obedecen, necesariamente, a las afinidades inscriptas en una sola porción de la corteza cerebral. Y en realidad, tampoco debería sorprendernos tanto si no fuéramos herederos de una cultura tan “racional” y mecanicista como la que habitamos. Podríamos hacer énfasis en las relaciones entre energía, emoción y estructura de carácter para intuir (ni siquiera saber) lo que puede pasar entre dos que se juntan, para suponer si habrá o no “química”. Porque tocarse es una experiencia definitiva en este campo: es ese contacto el que derivará o no en fuerte encuentro o en tibia aproximación. Y para colmo de sutilezas, eso puede cambiar a lo largo del tiempo, pero en sentido entrópico: la química podría agotarse por variedad de razones, pero es casi imposible que la falta de química original devenga en encuentro apasionado. Contacto: “acción o efecto de tocarse, hecho de estar en comunicación”. De contingere: “tocar, tocar por todos lados”. Como casi todos sabemos o desconocemos, el sexo sigue siendo un tema tabú. Cómo, ¿no es que ahora hay mayor libertad para vivirlo, para ejercerlo, para liberarlo de tanta prohibición de los dinosaurios de la moral? Sí señor y señora, afortunadamente es cierto, al menos en algunas sociedades humanas del planeta. Hasta podríamos decir que hay un exceso de sexo en conversaciones, en medios de incomunicación, en ganchos publicitarios. Y como decía alguien que conocí allá por la adolescencia: “mucho sexo y poco seso”. Pero, ¿de qué sexo estamos hablando? ¿De un contacto profundo entre dos personas, expresado física y emocionalmente? ¿O de un simple mecanismo evacuatorio, así dicho no más prestigioso que desocupar el intestino o aliviar a la vejiga? La diferencia importa y es insignificante al mismo tiempo, porque así sea sólo un asunto analizable desde la ingeniería hidráulica, también cumple una función de auto-regulación en la economía orgánica. Pero el asunto da para más, para mucho más, como todos sabemos por experiencia propia. Una cosa es “aliviarse” la fuerte tensión que implica la falta de vida sexual, y otra tener un contacto amoroso profundo, con todo el éxtasis y la poesía, y la voladura al cosmos y las cortinitas en las ventanas y todos los fuegos lanzados al cielo y todo eso. Entonces dos aportes muy pero muy reichianos, muy del cuño de Wilhelm Reich, que cada vez canta mejor. Uno es que la sexualidad ejercida en libertad y sin represión (o auto-represión, que es lo mismo o peor) tiene una honda repercusión social y política. La misma importancia social y política que posee la represión sexual o sus formas insatisfactorias de ser experimentadas. Por algo, el mismo Reich creó la Sex-Pol en los años 30, una iniciativa maravillosamente anarquista: él sostenía que una juventud que ejerce con libertad su vida sexual es también una juventud revolucionaria en lo social y político, porque habrá liberado su cabeza y su imaginación de variados sometimientos y estará disponible para emprendimientos colectivos más justos y dichosos que los que nos ha legado esta “civilización”. Fue una iniciativa contundentemente exitosa: en poco tiempo su propuesta atrajo a multitud de jóvenes alemanes que intuyeron que por ese camino, la liberación era más completa. Y sigue siendo así: una vida sexual sana es naturalmente compatible con otros valores que hacen a la dignidad humana como, por ejemplo, la solidaridad social espontánea (en la vida real, la de todos los días) o expresada en otros niveles (compromiso social-político), tal cual corresponde a buenos mamíferos evolucionados. El otro nivel tiene que ver con la estructura caracterial y, por lo tanto, con la posibilidad real de una persona para vivir su sexualidad lo más plenamente que pueda. ¿Cómo hacer el amor sino? ¡”Hacer el amor”! Es una frase por lo menos rara, curiosa. ¿Es como fabricar ravioles o galletitas, bicicletas o formularios, ladrillos o expedientes? ¿Qué diablos significa “hacer el amor”? Este otro nivel está más relacionado con la estructura de carácter en sentido global, psicofísico. Por ejemplo: Reich demostró que una persona con un importante bloqueo respiratorio (sobreabundan exageradamente y se origina en los primeros años de vida) difícilmente pueda estar en condiciones de tener un orgasmo de verdad, de esos que explotan y sacuden de la cabeza a los pies, desde los ancestros desconocidos hasta los descendientes que nunca se verán. O sea: la mayoritaria actitud bloqueada y acorazada de los humanos en la realidad concreta que nos tocó “en suerte”, conspira claramente con la posibilidad de entrar en contacto profundo con alguien. ¿Con los otros? ¡Claro! Pero, y prepararse que aquí viene lo peor: en primer lugar conspira contra la posibilidad de entrar en contacto con uno mismo. Y explíquenme cómo hace alguien para lograr un contacto profundo con otro, con otra, si apenas tiene contacto consigo mismo. Es una misión imposible si hablamos de encuentros profundísimos y altamente orgásmicos, porque la comunicación y el contacto estarán limitados, condicionados. Pero no todo está perdido y tampoco hay que irse a falsos extremos, porque cierto nivel de acorazamiento es indispensable para sobrevivir, especialmente en esta civilización tan alejada de los mejores valores humanos. A eso, a esa especie de negociación con la vida entre lo que podría ser y lo que realmente se puede, lo llamamos “coraza flexible”. Un término bastante simpático y realista, aunque deje un espacio de nostalgia por donde se cuela sin disimulo lo que “podría ser”. Y si esto empieza a ser predominante, que dios o quien sea nos ayude. Así que, como quien no quiere la cosa, volvemos al terreno de lo posible. Y esto no es necesariamente mezquino, nada de eso. Hay un gran, extenso e inagotable trabajo que cada uno está obligado a hacer consigo mismo, si es que se pretende vivir una sexualidad dichosa o, al menos, digna. Está claro que nadie puede dar lo que no tiene, pero un proceso de des-acorazamiento, de ponerse en contacto consigo mismo, es fundamental a la hora del concreto resultado de la vida sexual. Y está claro que aquí no se está hablando de la limitada sexualidad que implica una variedad de “egoísmo a dos”, sino de una entrega verdadera. De alguien que da y otro que recibe. Y de éste último que también da a otro que también recibe. Así que estoy hablando de esta sexualidad, porque de la otra ya hay demasiado. Quiero decir, por si no lo dije o no quedó claro, que en cualquier relación sexual (sí, en todas) sus participantes dan y reciben, incluso aunque no quieran. Y lo hacen de acuerdo a su estructura y funcionalidad, de manera que algunos dan mucho, otros poquito y otros más-o-menos. Pero siempre dan y siempre reciben, es como una ley. Está claro que cuando se encuentran dos personas capaces de dar y recibir mucho y por igual, es una fiesta que resuena en todo el universo, sin fronteras conocidas. La intimidad sexual empareja las chances de dar y recibir. Es una ceremonia que, a la hora de la hora, tiene toda la posibilidad de ser profundamente democrática, al menos de comienzo y como posibilidad que le es propia, inherente. De manera que la mejor preparación para la vida sexual es la misma que para la vida y no tiene nada de especial: consiste en estar lo mejor posible, en eje propio, en contacto con uno mismo, funcionando bien física y emocionalmente, con una coraza suficientemente flexible que permita vivir profundamente y no solo sobrevivir al penoso borde de la agonía. La vida sexual es un maravilloso terreno de expresión personal y de no menos maravilloso contacto con otra persona allí en las mismísimas fronteras del ser, que pueden disolverse por instantes para vivir el milagro llamado orgasmo, que es como darse un chapuzón en las aguas de la eternidad. De manera que si tu capacidad de darte es generosa, entonces es seguro que siempre vas a “hacer el amor” cualquiera sea el vínculo: esa sola noche o toda la vida. Lo demás es terreno de especulaciones inevitables, por ejemplo: si tu pareja tiene la misma cualidad o sufre de estreñimiento emocional y etcétera. Sólo que este grandísimo “etcétera” es gran parte de la historia humana y de la vida real de todos los días, nada más y nada menos. Grandísima parte de la dicha y la desdicha que vivimos.
Ahora bien, la vida sexual inevitablemente refleja las concepciones y el ejercicio de la vida real en los distintos sistemas que atraviesan la historia humana. Veamos qué nos toca y cómo impacta en nuestra vida sexual contemporánea. Para hacerla corta: nos toca el patriarcado. Más allá de discutir sutilezas y enroscarse con detalles, nos toca el patriarcado. Algunos investigadores del pasado sitúan su antigüedad en muchos miles de años, otros hacen énfasis en su estribación más y mejor conocida: los últimos trece mil años, cuando varias culturas de cazadores-recolectores comienzan a inaugurar la aventura de la producción agrícola, la domesticación de algunos animales y el asentamiento en los primeros poblados. Es cuando el hombre comienza a escindirse de la naturaleza, creyéndola su rival y la paranoia se desarrolla a extremos inimaginables. En las últimas décadas hay un gran esfuerzo por comprender su importancia y significación, mayoritariamente empujada por el movimiento feminista y los diversos ecologismos que, lógicamente, tienen mucho para criticar en esa visión de la vida y la organización social. Se trata de un tema fascinante para entender el proceso histórico que devino en las formas de organización social, política y religiosa que conocemos y aceptamos con “naturalidad”, como si el hombre siempre hubiera vivido así, como si esto que nos tocó fuera la única posibilidad humana. Está claro que quienes detentan el poder siempre nos hacen creer que las cosas son como son y siempre fueron y deberán ser así, ya sea con justificaciones religiosas, sociales, psicológicas o genéticas: es parte del famoso “sentido común”, tan difícil de desafiar para valientes y tan cómodo para sometidos y resignados. Y si bien el patriarcado no parece ser nuestro tema principal, es muy importante hacer una síntesis de sus características sobresalientes para poder entender cómo la sexualidad devino en lo que hoy conocemos. Porque lo más importante es comprender que, en el patriarcado hay un proyecto explícito respecto de la vida sexual y no es secundario ni está de adorno: es consustancial a su esencia. Como concepto de las ciencias sociales ya había sido utilizado, pero fue retomado por el feminismo en el siglo XX para explicar la opresión y dominación que de acuerdo a su visión sufren las mujeres. Una definición completa del término que integra distintas corrientes del feminismo fue elaborada por Marta Fontenla: "El patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurada por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia.” Y también: “El Patriarcado es el constructo primario sobre el que se asienta toda sociedad actual. Una aproximación a su definición sería: el Patriarcado es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres, el marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos e hijas, y de la línea de descendencia paterna sobre la materna. El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórico por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos e hijas, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetuarían como única estructura posible.” (En Explicación abreviada del patriarcado, Dolores Reguant, http://www.proyectopatriarcado.com/docs/Sintesis-Patriarcado-es.pdf) Obsérvese que se lo define como “un sistema de relaciones sociales sexo–políticas”, y que fue “instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos”. No menos importante es saber que se trata de un régimen “sobre el que se asienta toda sociedad actual”. Y que está “basado en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres”. Resulta que: “El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórico por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos e hijas, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetuarían como única estructura posible.” ¡Qué notable afinidad con los días que corren cuando se trata de producir un cambio para mejor! Dice que funciona “creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetuarían como única estructura posible”. Siempre lo mismo cuando se trata de cambios que intentan ser revolucionarios: venimos así por culpa de los genes, de manera que es mejor aceptar lo que hay. ¿Razones? Claro: porque te lo digo Yo, que soy el Poder. Y listo, no se discute más. El tema de las religiones que le dieron patente de cosa sagrada, inmutable e indiscutible no es poco importante, especialmente cuando uno se entera de que las tres grandes religiones que lo promulgaron a nivel de dogma son también las tres grandes religiones monoteístas (si hay un solo Dios es lógico que haya un Padre), las mismas que han suministrado la infraestructura ética y política para que el Poder perpetrara los peores genocidios de la historia humana: cristianismo, judaísmo e islamismo. Y vuelvo a Reich, por agradecimiento y rigurosidad: en un formidable libro poco conocido (La irrupción de la moral sexual) postula que durante la misma etapa de la historia humana y, casi simultáneamente (en términos históricos) aparecieron los siguientes “regalos”, antes desconocidos: el dogma de la propiedad privada, el dogma del estado y las instituciones represivas y conquistadoras (ejércitos organizados para apoderarse de tierras, hombres y lo que haya), el dogma de las religiones institucionales que explican todo y castigan con el infierno eterno en caso de desobediencia (reemplazando a la natural religiosidad del humano, maravillado por la vida) y la represión sexual (“creando” la prostitución, el adulterio, la pedofilia, la violencia doméstica, el acoso sexual y las violaciones). Más claro echale agua, si es que todavía encontrás. Lo que resulta claro es el múltiple condicionamiento de la vida sexual, gracias a las mencionadas “adquisiciones” del patriarcado. A saber: Fue la primera estructura de dominación y subordinación de la historia y aún hoy sigue siendo un sistema básico de dominación, el más poderoso y duradero de desigualdad y el que menos se percibe como tal. Por ejemplo, la división sexual del trabajo: las mujeres cargan con todo el trabajo no remunerado (trabajo doméstico y cuidado de personas). Se podrá decir que las cosas han cambiado mucho, pero es discutible: apenas han empezado a cambiar y solo en algunos lugares del planeta. En cambio existe una sólida y milenaria construcción de injusticia y desigualdad profundamente enraizada en la estructura caracterial humana promedio. Y esto no es fácil de cambiar, ni tampoco puede ser tan rápido. Algo más sobre el pasado para poder entender el presente: La monogamia y la división sexual del trabajo La condición humana ancestral era de autosuficiencia tanto masculina como femenina. La mujer se dedicaba a la recolección no solo de vegetales si no también de invertebrados y vertebrados pequeños, con su aporte de proteína y grasa. Así las mujeres podían alimentarse a sí mismas y a sus hijos dependientes. Los machos eran más carnívoros que las hembras aunque al principio eran más bien carroñeros. No había emparejamientos a largo plazo ni redistribución de recursos en virtud de un «contrato sexual» entre machos y hembras. No había la rivalidad despiadada entre machos infanticidas, propia del chimpancé común. Los varones se esforzaban por ganarse la estima de sus camaradas y la admiración femenina (aumentando las posibilidades de aparearse) cazando presas cada vez más grandes y compartiéndolas. Las mujeres elegían para aparearse a los mejores cazadores y aceptaban su carne como contrapartida. Además el aporte de la recolección se reducía en zonas de inviernos muy fríos o estaciones muy secas y la dependencia de la caza aumentaba. En una fase evolutiva, en la que el rendimiento de la caza aún era modesto, la monogamia habría sido una estrategia poco interesante para el sexo femenino: estar comprometida con un macho concreto habría sido menos rentable en términos de suministro de carne que teniendo tratos con más de un proveedor. Tampoco lo era para el varón ya que no tenía sentido seguir suministrando carne a una hembra embarazada o con hijos lactantes que no le daría un hijo próximamente y para la cual su contribución económica no era decisiva ya que ella era independiente. Pero la situación habría cambiado cuando nuestros ancestros se convirtieron en cazadores de alto rendimiento. El incremento del suministro de carne por proveedor habría hecho más interesante para una hembra establecer un compromiso de exclusividad mutua (sexual por parte femenina y económica por parte masculina) con un macho consorte que siguiese abasteciéndola aún después de embarazada. El resultado de este proceso evolutivo habría sido la autoorganización espontánea de la comunidad en familias nucleares monógamas. Así, cuando el género humano se expandió junto a las praderas y colonizó Eurasia, ya habían desarrollado pautas de conducta universales como el vínculo de pareja duradero, los celos y la división sexual del trabajo dentro de la familia nuclear monógama. Pero la recolección de la mujer servía como seguro de alimentación de los varones los días en que la caza era infructuosa, cosa que para la casa mayor no es infrecuente. Los varones pudieron especializarse en cazar presas cada vez más grandes cuya caza podía compensar la incertidumbre de su captura, porque contaban con el alimento diario que proveían las mujeres. Este esquema le permitía a la especie explotar eficientemente un amplio abanico de recursos. Así, tenemos un escenario de división sexual del trabajo pero dependencia económica mutua. Una pauta que presumiblemente se remonta a los ancestros del género humano es la patrilocalidad: los varones permanecen en su comunidad natal y las mujeres se trasladan a la de sus maridos. El parentesco cercano entre los machos del grupo propició la conversión de nuestros antecesores en cazadores cooperativos y solidarios. El descubrimiento de la paternidad Antes de que su sistema cognitivo alcanzara sus actuales prestaciones, el género humano no advertía la conexión entre sexo y procreación. Esto comienza a ocurrir en la época de los cazadores-recolectores, época en la que el adulterio ni siquiera se considera un móvil legítimo de maltrato. Este descubrimiento constituye un hito importante, porque en ninguna otra especie la actividad sexual está tan desconectada del acto generativo en sí. Este descubrimiento originó la subordinación forzosa de los intereses reproductivos femeninos a los masculinos. En cualquier caso, esta constatación tuvo que trastornar profundamente las relaciones naturales entre los sexos. Se convirtió en una amenaza a los ojos de las mujeres, para las que el sexo quedó asociado a las penalidades de un embarazo prolongado y un parto difícil y doloroso que, además, era una causa significativa de mortalidad femenina. Para los varones, en cambio, trajo consigo la conciencia de la paternidad. Ahora cada neonato tenía un padre. Si bien ya había un lazo instintivo entre los machos y los hijos de sus compañeras, ahora el conocimiento consciente del parentesco paterno-filial le dio sentido y contribuyó a intensificarlo. También tuvo que contribuir a exacerbar los celos y la fobia al adulterio. El origen del patriarcado La contribución femenina a la subsistencia en las sociedades protoagrícolas continuó siendo lo bastante importante para que las mujeres conservaran cierto poder económico limitador del dominio masculino. Pero la degradación de la condición femenina iba a acentuarse con el desarrollo de sociedades agrícolas sedentarias. La horticultura y la ganadería itinerantes no supusieron el fin del modo de vida nómada, porque la comunidad debía trasladarse a un nuevo emplazamiento cada vez que se agotaba la fertilidad del suelo, lo que obligaba a espaciar los embarazos (a base de prolongar la lactancia) para no cargar con más de una criatura incapaz de seguir la marcha del grupo. Esta limitación dejó de regir en los asentamientos que prosperaron en los deltas de los ríos y otros terrenos cuya fertilidad se renovaba por sí sola; y puesto que una población numerosa era la mejor defensa de estas comunidades sedentarias frente a la presión de los grupos nómades rivales, ahora resultaba más conveniente que las mujeres se consagraran a la maternidad intensiva y los varones trabajaran duro para mantener familias todo lo numerosas que permitiera el potencial reproductivo femenino. La dedicación exclusiva a la maternidad extremó la dependencia económica femenina y, con ello, el sometimiento forzoso del sexo femenino al masculino. Las mujeres se vieron así degradadas a una condición casi subhumana. Pero las tribus con esta mentalidad se demostraron tan competitivas y pujantes que en pocos milenios se propagaron por todo el planeta, desplazando y arrinconando a otras etnias con tasas de natalidad más bajas, hasta convertir el machismo exacerbado, y la violencia sexual concomitante, en un rasgo casi universal del comportamiento social humano. El texto es muy claro y competente para explicar los orígenes del machismo, que es tan consustancial al patriarcado como éste lo es a las características de su sexualidad. La consecuencia es una enfermedad que ataca por igual a ambos sexos: el patriarcado crea hombres explotando mujeres (machismo masculino). Y éstas contraatacan con feminismo, lo cual origina mujeres que empujan para desplazar al hombre pero con sus mismos valores patriarcales (machismo femenino). Visto así, la solución es tan mala como el problema y sigue perpetuando diferencias que alejan la posibilidad de un verdadero encuentro. También la aspiración de volver al matriarcado, que no era la “dictadura de las mujeres” como habitualmente se cree, resulta una fantasía irreal. La solución aparece como un gran desafío a la integridad, inteligencia y sensibilidad humanas, contemporánea del mayúsculo desafío por garantizar la supervivencia en un planeta devastado y cada vez más desértico y hostil para la vida. Algo más para poner en la cuenta del patriarcado, este experimento nefasto para la existencia de los seres vivos de la Tierra. Si quisieran bucear con más profundidad en los temas que aquí solo se esbozan, anuncian o sugieren, les recomiendo que se sumerjan en el generoso sitio de Casilda Rodrigáñez: ella ha escrito mucho y muy bien acerca de estas cuestiones. (http://sites.google.com/site/casildarodriganez/)
Y ahora metámonos frontalmente, casi de cabeza, en la sexualidad femenina y masculina de hoy. Pero hablemos del hoy recordando el fuerte condicionante del ayer que también es hoy: el fuerte condicionante de la sociedad patriarcal, todavía vigente en casi todo el planeta, aunque con algunas diferencias no esenciales. Hay que tener siempre presente esta construcción filosófica-teológica-cultural-social-político-económica para entender la cualidad de los vínculos emocionales y sexuales: la “indiscutible” subordinación de la mujer hacia el hombre. Pero no es la única cuestión que impacta en la sexualidad actual: también hay problemas para la supervivencia humana por variedad de motivos, pero especialmente debido a dos: la devastación del hábitat hasta ahora “natural” y la sobrepoblación humana en función de las escasas posibilidades reales de supervivencia-abastecimiento para la mayoría de sus habitantes. Durante los años 50 del siglo pasado se investigaron a fondo algunas características del funcionamiento neuroendocrino y conductual de las ratas, por ser animales con vínculos entre hipotálamo e hipófisis similares a los del humano. Un experimento famoso consistió en estudiar qué sucedía con ratas en situación de apiñamiento, y se obtuvieron dos conclusiones importantes: 1) disminuía el nivel de las gonadotrofinas hipofisarias, lo cual reducía drásticamente la posibilidad de reproducción y 2) aumentaba marcadamente el nivel de violencia interna entre las ratas. Está claro que la finalidad de ambos sucesos tenía que ver con la necesidad de lograr más espacio para cada individuo de la población, ya que si se producían muertes por violencia y la población no aumentaba, cada sobreviviente podría disponer del espacio indispensable para seguir viviendo. ¿No está sucediendo, entre los humanos, algo parecido en la actualidad? Creo que sí y también que, desgraciadamente, no hemos visto ni la centésima parte de lo que puede llegar a ocurrir si esta tendencia se profundiza. Y así como van las cosas, es difícil imaginar otra posibilidad. Ustedes dirán, con razón, que en el humano la sexualidad no está indisolublemente ligada a la reproducción, como suele suceder en la gran mayoría de las especies. Y es cierto, ¿pero no es esperable que alguna dificultad aparezca en el ejercicio de la pura genitalidad si las posibilidades de reproducirse disminuyen? También creo que sí, y algunos otros datos permiten sostenerlo. Por ejemplo: ¿no es llamativa la cantidad de cesáreas que se practican en la actualidad? Claro: el interés económico de los médicos y las clínicas privadas juega un rol importante para explicarlo, ¿pero será la única razón? Pareciera que no: hace muchos años que las mujeres están siendo preparadas para intentar evitar algunos problemas o “molestias” de la maternidad. En la medida en que gran parte de la sociedad se banaliza, se frivoliza, las mujeres son tentadas a resolver las cosas rápido y mal. Como si estuvieran un poco menos para la maternidad y pensaran más en cómo van a quedar después, de lo cual una clara señal es el devenir de la lactancia en las últimas décadas: cuanto menos mejor. También es bueno recordar que muchísimos siglos de patriarcado y amenazas bíblicas han logrado que parir sea más doloroso y difícil. En general se nota que, para la inmensa mayoría de las mujeres, el parto ha dejado de ser un orgasmo, como podría y tendría que ser. De manera que, en el aumento inusitado de las cesáreas, hay dos componentes asociados y sumados con éxito: los intereses de las nuevas madres y los de los parteros. En el caso de los varones, parece haber una disminución estadística en los niveles promedio de testosterona, la hormona sexual masculina. Digo “parece” porque es difícil encontrar estudios confiables en número suficiente como para señalar un hecho comprobado. Pero la tendencia parece existir y es probable que, en cuanto a constatarlo, la intuición colectiva vaya más rápido que la ciencia, una actividad cada vez más marcada por el poder, como claramente sucede con la medicina y la investigación asociada. Y no sólo ocurre con la testosterona, sino también con los recuentos de espermatozoides y sus dos aspectos claves: salud del espermatozoide y rapidez de sus movimientos. Muchos endocrinólogos describen un cuadro denominado “andropausia” (el equivalente masculino de la menopausia), que estaría caracterizado por la lenta disminución de los valores de testosterona a partir de los 40 años. Pero hay muchos varones en los que no se presenta una franca caída de esta hormona, apenas una disminución. Y, además, puede darse una situación extraña a primera vista: disminución del deseo y la actividad sexual sin variación de testosterona, tal cual puede verse en algún trabajo de investigación. (http://terranoticias.terra.es/sociedad/articulo/hombres_reducen_vida_sexual_pese_2509698.htm) ¿Alguna vez escucharon o se enteraron acerca de tantas pero tantas parejas que necesitan asistencia médica para procrear? En mi experiencia de consultorio nunca me enteré de tantos casos en esa situación como ocurre ahora, en la actualidad. Y parece que es algo más que una "sensación" personal: Alberto Nagelberg, presidente de la Sociedad Argentina de Andrología, dice que "La infertilidad afecta a una de cada cinco parejas y, en el 50% de los casos, la causa de los problemas de fertilidad se encuentran en el varón" (del diario La Nación, edición del 25 de agosto del 2011). ¡Veinte por ciento de parejas infértiles! El porcentaje es demasiado alto, pero tiene una compensación democrática: la responsabilidad es por mitades entre mujeres y varones... Hay otras razones de muchísimo peso para suponer que la vida sexual sana es cada vez más difícil. Por ejemplo: la pobreza de la alimentación estándar y la defensa constante contra las diversas agresiones del medio ambiente, cada vez más groseras y evidentes. Debemos tener claro que la normalidad de estos días equivale casi a enfermedad y que la población promedio debe lidiar contra altos grados de variada intoxicación, lo cual va en absoluto desmedro del deseo y de la potencia sexual, tanto en mujeres como en varones. ¿Y qué decir acerca de los elevados niveles de
tensión que se viven cotidianamente en los lugares más “civilizados”?
Y está claro que esto repercute sobre la conducta y la eficiencia sexual: la cotidianeidad es cada vez menos erótica y erotizante, un círculo vicioso que juega con la disminución de la potencia y la capacidad amatoria promedio. Y vean que va todo en la misma dirección, resultado del apiñamiento, el desasosiego y el predominio de estructuras caracteriales con poca química por el amor. En el caso de los hombres puede notarse que la irrigación de los vasos del pene está perturbada por tóxicos y acumulación de depósitos grasos (lo cual dificulta la erección), pero también por escasa motivación y pobre deseo. Las mujeres también viven una situación muy parecida, caracterizada por la disminución del deseo, la excitabilidad y la imprescindible secreción vaginal (“lubricación”). Dentro de la fisiología humana no hay que ir
demasiado lejos para encontrar una explicación convincente a esta crisis del
deseo y la felicidad sexual: hay un predominio abrumador del simpático sobre el
parasimpático, que habitualmente deberían estar en equilibrio. El simpático
predomina en las actividades ligadas al esfuerzo por sobrevivir, a la iniciativa
y “la lucha por la vida”, e implica siempre gasto de energía. El parasimpático,
en cambio, se activa durante el reposo, el placer y funciona reparando la
energía gastada por la actividad simpática. Habitualmente, hablar de estrés
significa referirse a predominio del simpático, desequilibrando la ecuación
hacia la angustia y una situación de constante respuesta desencadenada por la
conocida “reacción de alarma”. Todo esto produce un excesivo gasto de energía,
ansiedad, falta de contacto con uno mismo y con los demás. Una explicación más detallada de lo que ocurre en el sistema nervioso central y los aspectos funcionales del neurovegetativo (simpático y parasimpático) puede encontrarse en Los Tres Cerebros (http://www.acupuntura-orgon.com.ar/cerebros.htm) Díganme, entonces, cómo es posible tener buena o pasable vida amorosa si es que se sobrevive en estas difíciles condiciones. Y también está la presión para ser amantes perfectos, empujada por la publicidad y el masaje de los medios: parece que nuestra obligación tácita es ser un top-ten del amor, sin lo cual no hay excusa que nos salve de ser la última basura del planeta. Hace poco leí algo que me pegó hondo y mal: en un texto se decía que lo que define a la mujer es el deseo de los hombres. Es claramente terrorífico: extracto puro de patriarcado sin anestesia. Aseveración espantosa pero realista. Y está claro que una mujer puede ser atractiva, sexy. ¡Pero definirla por ese rasgo implica una limitación salvaje! Entonces, ¿cómo nos definirían a los hombres? ¿Somos, acaso, meros deseantes? ¿Es ése nuestro brillante rol? Para nada: nosotros somos los “ganadores”, los que tenemos el poder. Pero una cosa es la potencia y muy otra el poder, su antítesis perfecta. Así decía mi maestro Federico Navarro, y tenía razón. Potencia es el vivir pudiendo expresar
muchas de las posibilidades de una persona y supone un alto grado de vitalidad.
Poder es la compensación por no poder ser potente. Y significa que el fracaso del mejor proyecto de una persona se esconde bajo las luces artificiales de su éxito aparente. Habitualmente es el dinero el que barniza la profundidad y disimula la desdicha, como todos sabemos. De manera que no podemos confundir la verdadera potencia con una buena erección. En el mejor de los casos, ésta última es solo un aspecto de aquella, pero no basta para nombrarla: la potencia es Palabra Mayor.
Bueno, bueno…no me digas que ahora te ponés “profundo” y empezás a cuestionar toda la sexualidad contemporánea, después de haberte mandado un alegato impúdico a favor de la santa erección lisa y llana, sin adornos, sin anestesia, porque sí y sin vueltas. Vamos para adelante o, mejor dicho, para arriba. ¿Qué es eso de andar metiendo tanta arqueología, tanta antropología y psicología reichiana? Estábamos preparados para aceptar ciertas opiniones, incluso alguna que otra estadística que evidenciara la disminución colectiva de la potencia viril, sí, no vamos a negarlo, alguna justificación vía estrés que nos dejara más y mejor parados. Incluso teníamos la billetera preparada para salir corriendo a la farmacia o proveedor más cercano y conseguir una buena provisión de pastillitas azules o del color que quieran y ahora venís a hacerte el profundo. Y ya te adivino el próximo rollo: seguro que vas a denostar, a criticar la única manera actual y real de la que disponemos para tener sexo como la gente y no mirarnos avergonzados al espejo o soportar la mirada hiriente de nuestra pareja, no importa si estable, ocasional o casual. ¿A qué viene todo esto que ya te adivino por la mirada aviesa y el brillo en los ojos?. Sí, sí, ponele que hasta puede ser algo patético pero es lo que hay, es lo que tenemos, no me jodas más con el patriarcado, el tecno-sexo y las corazas. ¿O vos o yo tenemos la culpa de miles de años equivocados y siniestros? Como si hubiéramos elegido vivir con este mínimo de contacto con nosotros mismos y con los otros, como si tuviéramos que pagar la culpa y asumir responsabilidades por los que empezaron con esta mierda: el camino de la devastación que cada vez está más clara y se nota en los gestos, en la falta de ternura y amor de verdad, en las culturas que desaparecen o mutan para sobrevivir, en las especies que ya no están, en la tierra intoxicada y estéril, en el desierto que avanza físicamente pero procede de nuestro propio desierto emocional. Sí, es posible que vivamos con esa oscura nostalgia a cuestas: la de la edad dorada, cuando los humanos éramos mejores, sabíamos amar, ser solidarios y desconocíamos las trampas y la mentira. ¿Pero qué hacemos con ese recuerdo que lastima, para qué sirve memorar si ahora nos toca esto y es nuestra única vida? Te lo pregunto de frentón y ni se te ocurra escaparte por alguna tangente elegante o supuestamente trascendente. Te pregunto para qué sirve hablar de utopías irrealizables, de sueños perdidos en el tiempo y que no volverán, para qué sirve hacerse el sabio cuando hoy, hoy mismo, no podés con la mina que tenés al lado. Lo único que quiero es tener un buen orgasmo hoy, el resto no me interesa. Justo ahora que disponemos de un medicamento maravilloso que te libra del Bochorno Eterno, venís vos a embarrar la cancha, a molestar, a querer privarme de esta alegría. Y permitime otra pregunta, que me hace cosquillas en la garganta: ¿para qué sirve la verdad, para qué? ¿Para aumentar el sufrimiento mostrándonos algo inalcanzable? ¿No se parece a masoquismo, a ganas de seguir sufriendo? Está claro que vivimos en una mentira, no puedo negarlo. Que algunos o muchos, no sé y nunca lo sabremos, eligieron un camino tortuoso hace muchos siglos, un camino equivocado que nos alejó de nuestra pura y simple verdad: ser buenos animales y listo. Ahora, debo reconocerlo con vergüenza y asombro, somos unos animales de mierda. Hemos sojuzgado y esclavizado a nuestros propios hermanos y asesinado a especies enteras que también son hermanos de vida y encima hemos devastado al planeta. Y la explicación es sencilla: primero devastamos a nuestro propio corazón y lo que vino a continuación es fácil de entender porque es nada más que su lógico desarrollo llevado al extremo de estos días. Te confieso que cuando releo Las Crónicas de Indias, donde Bartolomé de las Casas cuenta acerca de los Arawacs, o el libro de Musters sobre su convivencia con los Tehuelches, me dan ganas de vomitar y llorar al mismo tiempo, sí, lo confieso. Hasta hace muy poco (diez mil años no es mucho para la historia humana) había en el planeta muchísimos seres humanos aptos para la felicidad. Incluso sin heladeras ni lavarropas ni celulares ni televisión: ya sé que es espantoso, pero hay que admitirlo, era así. Gente que sabía vivir sin diferencias notables entre ellos, incluidas las de género, que sabían compartir e ignoraban la existencia de “avances” como el estado, la religión dogmática, las clases sociales, el poder, el dinero, las riquezas. Que tenían hijos pero no poder represivo sobre ellos, que armaban o desarmaban parejas sin tanto drama. Gente que recibía como hermanos a los desconocidos que los visitaban siempre que vinieran “en son de paz” (la palabra paz tiene una sonoridad especial). Pero su sola presencia, la inevitable visión de este paraíso en la tierra, fue insoportable para los conquistadores: los mataron a todos, los hicieron desaparecer rápido y mal. Igual que hicieron los gobiernos constitucionales de toda América y gran parte del planeta en innumerables cruzadas “civilizadoras” y “conquistas del desierto”, que fueron genocidio del peor, lisa y llanamente (aplanaron la tierra para poseer sus despojos). También hicieron lo mismo los Kurgan con la vieja Europa del neolítico, que festejaba la vida y carecía de ejércitos. Cuanta más investigación sobre estos pueblos “primitivos”, más certeza acerca de que así era la vida humana en gran parte del planeta. Y eso duró mucho tiempo, muchísimo tiempo: ¿un millón de años, quinientos mil, doscientos mil? ¿Eran así todos los humanos o la mayoría de ellos? ¿Qué más da? En todo caso, cada uno de ustedes juzgará quiénes son los verdaderos Primitivos. Vivir en la mentira también hace perder la dimensión del espacio-tiempo: ahora treinta miserables añitos parecen mucho, decimos que algo que ocurrió hace ese suspiro de tiempo es viejo, antiguo. En el fondo es tranquilizador saber que se trata, nada más, de nuestra ignorancia y de nuestra estupidez. Son conmovedoras las descripciones acerca de las formas de vida de los “salvajes y primitivos” que la civilización occidental supo destruir con tanta eficiencia y sin que le temblara el pulso: en casi todos los casos, los viajeros e investigadores de esta vereda, los describen como “buenos, abiertos, generosos, espontáneos, ingenuos”. ¡Ingenuos! ¿Saben porqué? Porque no sabían mentir ni desconfiaban, por eso eran “ingenuos”. Hasta Colón lo dice, casi con las mismas palabras. Pero no es de extrañar, no es raro, porque incluso hoy y en nuestros días, se define así, como tonto e ingenuo al que no sabe mentir ni engañar y es casi seguro que terminará en un neuropsiquiátrico. ¿No da mucha vergüenza? ¿No se siente algo terrible, insoportable, como que lastima? Veamos que nos cuentan los dos conocidos viajeros acerca de los Arawacs, que vivían en el Caribe: "Carecen de toda forma de comercio, ni compra ni venta, y se apoyan exclusivamente en su entorno natural para su mantenimiento. Son extremadamente generosos con sus pertenencias y por lo mismo consideran a su disposición las pertenencias de sus amigos, esperando el mismo grado de generosidad. Eran ágiles, nadaban grandes distancias, especialmente las mujeres, que eran tratadas con especial consideración. No existen leyes matrimoniales: hombres y mujeres indistintamente escogen pareja y la dejan según les apetece, sin ofensa, celos o enfado. Se multiplican abundantemente; las mujeres embarazadas trabajan hasta el último momento y dan a luz prácticamente sin dolor; al día siguiente se bañan en el río y están tan limpias y saludables como antes de dar a luz… En general los hombres y las mujeres indias van totalmente desnudos…y se destacan por su hospitalidad así como por su creencia en compartir las cosas…” Bartolomé De Las Casas, Historia de Indias Y miren lo que decía Cristóbal Colón, al regreso de su primer viaje:
Ahora, un poco sobre los Tehuelches de la Patagonia así como los pinta George Musters, viajero inglés que compartió con ellos una dura travesía en 1869 ¡a lo largo de diez meses y dos mil setecientos cincuenta kilómetros!, desde la desembocadura del Río Santa Cruz hasta Carmen de Patagones: “Con respecto a su organización, hay que tener muy presente que estos indios no rinden vasallaje en ninguna forma a ningún cacique…; tampoco están unidos entre sí políticamente como los pampas o araucanos, sino por medio del matrimonio o de la asociación voluntaria. Su cuidado natural es la independencia, y tienen ideas un poco insubordinadas como la de que “un hombre es tan bueno como cualquier otro”. Las palabras de Cuastro al morir: “Muero como he vivido; ningún cacique me manda”, expresan apropiadamente el sentimiento que predomina al respecto. No merecen seguramente los epítetos de salvajes feroces, salteadores del desierto, etc. Son hijos de la naturaleza, bondadosos, de buen carácter, impulsivos, que cobran grandes simpatías o antipatías, que llegan a ser amigos seguros o no menos seguros enemigos. Como es muy natural recelan de los extranjeros, sobre todo de los de origen español o, como los llaman ellos, de los cristianos. Y no hay que maravillarse de esto si se considera el trato, la crueldad traicionera y la explotación pícara de que esos indígenas han sido objeto por parte de los conquistadores y de los colonos alternativamente. En mis relaciones con ellos, los indios me trataron siempre con lealtad y consideración, y dispensaban el mayor cuidado a mis pocas pertenencias, aunque a veces me las pedían prestadas, como acostumbran hacerlo entre ellos. El rasgo más delicado quizá de su carácter es su amor a sus mujeres y a sus hijos; las reyertas conyugales son raras, y la costumbre de golpear a la esposa es desconocida entre ellos; por otra parte, la intensa pena con que lloran la pérdida de una esposa no es ciertamente una práctica “civilizada”, porque entre ellos el viudo destruye todo su haber y quema todas sus pertenencias. Palikit por ejemplo, había sido un indio rico antes que muriera su esposa; pero, cuando yo lo conocí, era pobre y abandonado, había destruido todos sus bienes y se había entregado al juego y a la bebida, desesperado por su pérdida. En cuanto a las criaturas, los indios las miman en todo sentido, les dejan que monten los mejores caballos y no los corrigen por ninguna travesura. Siempre me sorprendió que los muchachos no se hicieran tercos y voluntariosos al crecer, a consecuencia de esa falta de reprensión. Los que no tienen hijos adoptan a veces un perrito, en el que derrochan sus afectos y al que conceden caballos y otras prendas de valor, que se destruyen cuando el dueño de ellas muere”. George Chaworth Musters, Vida entre los patagones, El Elefante Blanco, Buenos Aires, 2005 (En señal de agradecimiento hacia George Musters, es mejor no referirse al “buen trato y el respeto” con el que sus connacionales y otros europeos, no solo los españoles, trataron a los habitantes de las tierras que invadieron y se apropiaron, a lo largo y ancho del planeta). Fíjense que asuntos tan importantes pueden extraerse del relato de Musters: 1) Tenían “ideas un poco insubordinadas”. ¿Cuáles eran tales ideas? “Que un hombre es tan bueno como cualquier otro”, es bastante “insubordinado” ¿no? 2) Uno de ellos, Cuastro, mortalmente herido en combate, alcanzó a decir: “Muero como he vivido; ningún cacique me manda”. Esto también suena bastante insubordinadito, ¿verdad? Y suena a algo maravilloso como ideal y objetivo de la vida humana: poder ser cacique de sí mismo. ¿Suena muy anarquista, acaso? 3) Musters dice que “Son hijos de la naturaleza” y parece indudablemente cierto, afortunadamente para ellos. Entonces me pregunto: ¿de quién o qué somos hijos nosotros? 4) Habla de hijos muy mimados que “no salen mal educados”, habla de que compartían todo y los varones eran muy dulces con sus mujeres, cuenta que amaban a sus “perritos” y que al enviudar desesperaban y algunos, como Palikit, se deshacían de todo y empobrecían debido a su infinita pena. ¿Eran humanos o sobrehumanos, acaso extraterrestres? No, solo eran humanos de lo mejor, simplemente. Pero les pasó lo mismo que a los pacíficos Arawacs o a los pobladores de la vieja Europa: sus conquistadores les pasaron por arriba a sangre y fuego. Y no sólo por voracidad loca, por codicia: también porque los invasores no podían soportar la vista de esos ejemplares de vida tan luminosa y necesitaban destruirlos para que no quedara nada de ellos, en nombre de los siniestros “ideales” religiosos, políticos y económicos que representaban. ¿Qué todo esto es historia antigua y no quedan culturas que, en la actualidad, vivan con los valores de antaño? ¡Nada de eso! Y sino miren la descripción que hace John Zerzan (El Futuro Primitivo, Numa Ediciones, Valencia, 2001). Allí el autor recoge varios estudios, algunos bastante recientes, sobre las características de los cazadores recolectores que todavía subsisten en este planeta sin relaciones de dominación. Allí se repiten algunas observaciones ya mencionadas: ausencia de sentido de la propiedad, de jerarquía social, armonía entre los sexos, respeto a la infancia, ausencia de violencia, modo de vida placentero, altas cualidades sensoriales y libertad sexual. Y una última, pequeña cita del libro de Zerzan, para no alargar demasiado el texto, pero inevitable al fin por su importancia:
“Los
cazadores recolectores…rechazan la agresión y la competitividad, comparten sus
recursos de forma altruista, valoran la igualdad y la autonomía personal en un
contexto de cooperación del grupo y son indulgentes y cariñosos con los niños (Rohrlich-Leavitt,
1976). Lee (1982) afirma que el hábito de compartir estaba universalmente
extendido entre los forrajeros, que cualquier ostentación de autoridad dentro
del grupo lleva al ridículo o a la rabia entre los ´Kung, al igual que entre los
Mbuti, los Hazda y los Montagnais-Naskapi entre otros. ¿Algo para decir acerca de los “primitivos”? ¿Algo para discutir acerca de generalidades ignorantes del tipo de: “el hombre es egoísta y perverso por naturaleza” y no hay más remedio? Lo más probable es que ambos proyectos humanos, el sano y el enfermo, hayan coexistido a lo largo del tiempo en la ya larga historia humana. Y en lo que concierne al pasado de los últimos diez mil años y al presente, no hay dudas acerca de cuál de ellos ha predominado. Pero ¿quién puede asegurar que la última palabra ha sido dicha? Y como nos queda cerca en el tiempo y muchos lo conocemos, no está demás recordar quién era el tehuelche Patoruzú, el héroe de una historieta magistral. Ahora es más fácil advertir su profundo significado, por que cuando lo leíamos de chicos era pura diversión. (http://www.patoruzu-web.com.ar/)
Ahí y aquí está la nostalgia y con argumentos, porque en algún lugar debe habernos quedado ese paraíso que no vivimos, en alguna memoria filogenética que se dispara fácil si algo o alguien la toca. Pero el asunto de siempre es: ¿qué hacemos HOY con la vida? Otra vez y hasta el cansancio: ¡qué asombrosa es la capacidad del sistema de poder, del sistema de dominación, para tirarnos alguna expresión devaluada de cualquier valor como si fuera un verdadero avance! Es como si nos vacunaran: inyectan un poco de alegría científicamente medida para ilusionarnos: nos llevan a la cima, nos muestran el magnífico paisaje de las cumbres nevadas y de los maravillosos ríos de montaña, y dicen: “ves que no te mentimos, esto vale la pena”. Luego nos dejan un rato de felicidad a cuenta del futuro, eso sí. Y después de vuelta al calabozo: un cuarto sin luz, sin aire y con miles de vecinos enfrente que miran tan sorprendidos y desconsolados como nosotros a ellos. Maestro en eso el poder, sin duda, saludemos su virtuosismo para el mal, saben hacerlo. Y ahora lo digo por “la libertad sexual”. Hay que sacárselo de la cabeza: es falso lo de la gran libertad sexual de esta época. (Recordar que siempre hablamos de una parte de la humanidad, no de toda, porque ignoro que podrá significar esto para un campesino boliviano, etíope, amazónico o vietnamita, entre otros). Lo que hay, comparado con los últimos siglos de civilización oficialmente occidental y cristiana, es mayor facilidad para tener algo parecido a vida sexual, nada más. ¡Bienvenida sea, claro! Pero el sexo sigue siendo TABÚ; mejor no hablar, no decir. Solo imaginar las maravillosas cosa que deberían ocurrir entre cuatro paredes, en la intimidad más secreta. Lo que sí hay, sin duda, es una gran democratización de la Pornografía. Eso está fácil, al alcance de cualquiera: chicos, adolescentes y adultos que no pueden metabolizarlo bien porque han nacido en una cultura que niega la sexualidad natural desde el nacimiento: es un secreto, eso no se mira, eso no se toca, calláte nene. Y de golpe una sobredosis suministrada hipócritamente, como mirando al costado. ¿Qué diablos significa? Ché: que mala onda, no aceptás los revolucionarios cambios que se están dando en las costumbres. Mirá, hasta tenemos matrimonios igualitarios. O sea: parejas no tradicionales que están felices de disfrutar las mismas reglas comerciales que rigen la unión de las parejas convencionales, un gran avance sin duda. Es entonces que revisar ese pasado adquiere importancia. Podría pensarse, y hasta decirse, que aquí se presenta de manera idealizada. O que se está proponiendo volver a él. Lo último se desestima rápidamente porque siempre es ilusorio volver al pasado y resulta imposible por definición: si hay que escapar siempre es preferible elegir hacerlo hacia delante, en la dirección de la “flecha del tiempo”. ¿Idealización? Sinceramente no lo sé, no lo viví, igual que ustedes. Pero hay datos, informaciones, ruinas, vestigios, reconstrucciones y hasta testimonios de viajeros de otras culturas, como hemos visto. Y decir “antes fue mejor” también es una vaguedad, porque hubo más de un “antes”. De hecho, también hubo un “antes malo” que logró terminar o arrinconar al “antes bueno”. Así que me tomo la libertad de elegir al pasado que prefiero, el que me parece mejor, y la elección es clara, no tiene dudas. ¿Qué todo era maravilloso en ese antes “bueno”? Seguro que no, pero allí entran las valoraciones humanas de corte “ideal” y otros intereses no tan honestos. Por ejemplo: es sorprendente que se argumente a favor del capitalismo salvaje (¡y ese sí que lo es!) eligiendo la invención neo-darwinista tipo: “solo sobreviven los fuertes” o “la ley del más fuerte”. Es como mentir con la verdad, porque el sentido de las brillantes observaciones de Darwin está ligado a la capacidad o no de adaptarse a los cambios del medioambiente y se refiere a las especies, no a los individuos. Acerca de cada uno de ellos sabemos que, en todas las especies, hay individuos más fuertes y más débiles, y cada uno vive según su posibilidad: la vida es así. Y hay muchísimas especies que tienen comportamientos protectores y hasta altruistas para con los más desfavorecidos. De manera que está claro que no hay una sola forma, un solo estilo de existir como humanos. Y que el pasado reciente, y aún el presente pero en pequeña escala, muestran que es posible funcionar en un estilo donde la generosidad, la entrega y la solidaridad juegan un rol protagónico. Este aspecto de la funcionalidad humana es decisivo en cuanto a valorar estilos, también diferentes, de vida sexual. Y no podría ser de otra forma por que cada cultura y cada persona viven como son y son como viven. De manera que cada uno ama como es. Y si se quiere limitar la cuestión exclusivamente a lo sexual, que frecuentemente no incluye amor al menos en el sentido del vínculo emocional previo, cada persona tiene vida sexual de acuerdo a como es, a sus características y estructura caracterial. Si una persona es generosa en la vida, también lo será en su vida sexual. Pero si es mezquina en la vida, también su vida sexual será mezquina. Es cierto: en cada cultura, en cada civilización, hay variada gente, tan variada como es su estructura física o hasta genética. Seguro que en la cultura “más” generosa encontraremos ejemplos de mezquindad, así como en la “más” egoísta habrá casos de gente abierta y solidaria. Pero hay una tendencia general en “la construcción de la persona”, predominante estadísticamente según sea el “ambiente” emocional e ideológico de cada formación social. Y también excepciones, como siempre. La cultura que nos tocó tiene, mayoritariamente, ciertas características que tornan la vida sexual como una aventura bastante difícil de vivir en estilo dichoso. La más importante es la falta de auténtica libertad, ese estilo de vivir que el Poder nos ha enseñado a desestimar con el simple argumento de que entonces “la vida sería un caos”, “algo peligroso que es mejor evitar”. Pero, paradójicamente, la renuncia a la libertad individual no crea un paraíso donde la vida se socializa, incluso para compartir la no-libertad. Al contrario: esa peculiar falta de libertad crea individuos aislados, sin verdadero contacto con “los otros”, denominación que ya suena a “enemigo”. Así que el negocio es completo, de ésa manera cada uno defiende su esclavitud contra la esclavitud de los otros. Cuando la identidad era grupal, como en el caso de las culturas “primitivas” que hemos visto, la libertad también era grupal, no existía esa exacerbación criminal del ego que nos parió. Está claro que vivir en un orden puramente simbólico es aterrador, insignificante. Y allí, instalado en esa virtualidad, las palabras se prosternan, se prostituyen. Por ejemplo: “primitivo” no significa “inferior”, que es el sentido predominante del término tal cual suele utilizárselo. Miren los sinónimos de primitivo: antiguo, arcaico, remoto, original, originario, inicial. Y ahora los de inferior: menor, peor, mínimo, malo, imperfecto. ¿Está clara la grosera intencionalidad en cuánto al uso del lenguaje? Otro factor fundamental para entender la diferencia entre los primitivos y nosotros, que somos tan evolucionados, consiste en la ruptura con la naturaleza. Y no solo ruptura, que nos condena a orbitar solos en el universo después de haber asesinado a nuestra verdadera Madre, también hay una declaración de guerra casi formal contra Ella. Lo habrán escuchado miles de veces: “la lucha contra la naturaleza”. Y esto es gravísimo: la lucha contra la naturaleza es la lucha contra nosotros mismos, es puro suicidio. Y no es el famoso “instinto de muerte” freudiano, es un proceso de patologización de la especie, es pura enfermedad. ¿Cómo no va a pegar hondo esta criminalización de la vida en cada ejemplar vivo? ¿Cómo logrará, cada individuo de la especie, un contacto profundo consigo mismo y con los demás vivientes, no solo los humanos? Esta es la génesis del desencuentro y la alienación, tanto individual como social. Y el resultado es que nos hemos despegado de la tierra, nos hemos transformado en verdaderos extraterrestres. De hecho, gran parte de la humanidad vive pisando bloques de cemento armado que han terminado por reconstruir su cerebro, separándolos de la naturaleza (propia) a la cual pertenecen. De manera que tal vez este trabajo consista en un estrambótico manual sexual para extraterrestres, aunque puedo asegurar que no era la intención al comenzarlo. Y, de paso, también aclara el sentido de revisar el pasado en función de la sexualidad: una civilización de gente adiestrada para no entregarse y no compartir, difícilmente pueda hacer otra cosa en su vida sexual. Y este impedimento crea otros, que terminan en una “actitud impotente”. Ésa y no otra es la génesis de la difundida impotencia sexual, ya sea masculina o femenina.
Tecno-Sexo y Orgasmol, para sentirte mejor Sí, claro, pero ahora hablemos de sexo actual y real. Es cierto que siempre puede aparecer algo novedoso que evita la incomodidad de entregarse sencilla y amorosamente, de ofrecer tu energía y recibir la de tu pareja. Por ejemplo: las maravillosas pastillas Orgasmol, de pronta aparición en el mercado. Cuando alguien necesita un orgasmo, se toma una pastilla y listo, a la media hora está volando por los confines del universo sin necesidad de interrumpir cualquier otra cosa verdaderamente importante que esté haciendo, cosa de no perder tiempo. Y según asegura la empresa productora (primera en el ranking de quienes están sinceramente interesados por nuestra felicidad), no tiene contraindicaciones ni efectos secundarios, salvo el suicidio por soledad insoportable. Pero especialmente es a prueba de necesitar a otra persona: hasta evita el riesgo de ponerse en contacto superficial con alguien para dar y recibir, ¡una verdadera maravilla para estos tiempos de tanta inseguridad! Ni siquiera hace falta tocar o ser tocado por otro alguien, con las ventajas higiénicas del caso: ¡vaya a saber que bichos peligrosísimos tienen encima el incriminado o la sospechosa! Es que el sexo moderno no necesita esa extraordinaria y exótica cualidad del alma que encarna en cuerpos dispuestos. Apenas un ejercicio de penetración viagra-asistido para extra-terrestres, humectantes vaginales artificiales, un poco de hormona oxitocina sintética y listo. Me temo (momento de doblaje) que no hay nada más: eso es todo. ¿Y el verdadero sexo? ¿La ternura, la entrega, la recepción, la pasión feliz, la voladura orgásmica que te cura el yo, la alegría del cuerpo y del alma? ¡Ah no, eso es otro precio! Es que si fuéramos capaces de vivir así la vida sexual, entonces seríamos libres, muy libres. Nunca podríamos ser esclavos domesticados, peleles del sistema. NUNCA. No habría posibilidad de funcionar de acuerdo a la mentira estándar, al sistema de creencias y obediencia debida que nos metieron de nacimiento en el alma, en el cuerpo, en la cabeza. Como todos sabemos, está muy mal desafiar a la autoridad, además de ser altamente peligroso. Las órdenes asoman por vaginas secas y suben por penes flácidos. Por lo tanto, comprenderá usted que no podemos acceder a ese DESEO, el más importante de todos. La Empresa no está en condiciones de acceder a su demanda, el voto es no-positivo. Vaya y jódase como cualquier cristiano, ¿o tiene coronita? ¿Quién carajo se cree que es, eh? La Empresa se reserva el derecho de admisión y permanencia, que le quede bien clarito. Confórmese con la versión devaluada del amor y del sexo, porque otra cosa le queda demasiado grande. Lo admitimos en el Magnífico Club de la Civilización siempre que acepte las condiciones firmando ante escribano público, si es que cometiera el error de ponerse pesado con exigencias desmedidas porque si no, como pasa con casi todos, el escribano no hace falta. Fue suficiente con el ejercicio de hacerlo sufrir un poco cuando era lactante y tenía hambre, o dejarlo llorar preventivamente o, simplemente, no tocarlo, que suele ser definitivamente mortal para cualquier mamífero. O enchufarle un chupete para aplacarlo o una mamadera de plástico en lugar del tibio pecho materno para que aprendiera, de una vez y para siempre, cuál es el estilo de contacto que le espera en la vida. Con todo esto basta, el escribano sobra. Pero tan importante como todo lo que acabo de explicarle detalladamente, es que entienda que la Empresa también se reserva el derecho de Permanencia. O sea: tiene el poder de darle una patada en el traste si se pone difícil, exigente, preguntón en exceso, cuestionador. Pero tranquilo, todo bien: de aceptar el paquete claramente descrito hasta con lujo de detalles, entonces será bienvenido al Club y recibirá toda la Protección Posible. Tendrá una sexualidad adecuada, medida, correcta, indiscutible, sin desbordes locos ni orgasmos paradisíacos. Orgasmitos si quiere, y cuando le toquen. Pero cuidado con meterse en el Secreto, ojo con curiosear en las Cláusulas Reservadas, porque entonces no nos haremos cargo de las consecuencias. ¿Igualdad de sexos? Claro que sí: ambos son igualmente esclavos. Y le aclaro que vemos con buenos ojos al feminismo, siempre que las mujeres luchen para ser iguales que los hombres y se destrocen mutuamente para ejercer el Poder: eso sí que nos gusta y hasta nos divierte muchísimo. En síntesis: esperamos que le quede claro la clase de vida que le toca, que la acepte agradecido y que no nos obligue a reparar en su existencia. Solo el trámite de simular estar, nada más. Si es así, entonces nos vamos entendiendo. Y algo más: el sexo sigue siendo Tabú, con eso no se meta.
Esto siempre fue un desierto, tonto ¿Pero cómo fue que la vida sexual natural era otra cosa y ahora es como es? ¿Cuál fue el proceso misterioso que devino en esto que vivimos? No se diferencia de otros asuntos ligados a la vida y tan importantes como éste. Primero hay una devastación de lo que era, y luego una construcción nueva que nos presentan como si siempre hubiera existido. Los españoles hicieron exactamente eso con las pirámides, en México: arrasaron una buena parte de ellas y construyeron sus iglesias encima. Me gusta como lo describe Casilda Rodrigáñez en “Raíces de la autoridad y la propiedad”, de manera que la cito: “La sociedad patriarcal la hacemos todos y todas; no es algo exterior a nosotros. Las instituciones descansan en los individuos que hemos sido formados para la obediencia a la autoridad y para entender los bienes, la tierra y las personas como posesiones. Siempre nos han dicho, para disuadirnos de las utopías, que el principio de autoridad y el sentido de la propiedad van unidos a la misma condición humana. Y cuando se habla de ello, siempre sale a relucir el ejemplo de los celos, que dicen que salen de adentro, y que prueban que la posesividad es consustancial a la naturaleza humana. Y es cierto que tanto el sentido de la propiedad como el principio de autoridad están arraigados en lo más profundo y básico de nuestra psique y de nuestras emociones, pero porque éstas también son objeto de la educación y de la manipulación de la sociedad patriarcal; de la domesticación que se lleva a término con cada criatura humana. En esta educación hay dos partes o dos aspectos: la educación emocional propiamente dicha, y la devastación de la vitalidad de la criatura humana que se realiza previamente. La devastación de la vida es algo previo que el Poder debe realizar antes de acometer la extorsión y la explotación de la vida, como hicieron los españoles que llegaron al continente americano, que arrasaron la selva para poder hacer las plantaciones de monocultivos extensivos. Siempre, antes de las acciones de explotación, de acaparación y de acumulación, hay una acción de devastación de la abundancia y de la riqueza de la vida. Lo originario del Capital -de la propiedad patrimonial- no es la acumulación sino la devastación. Antes de la construcción del Estado y de la Familia hubo también una devastación del tejido social de apoyo mutuo. Y para domesticar al ser humano se realiza también una devastación en cada pequeña criatura humana, para poner en marcha el proceso de educación de las emociones y de la psique. Lo que ocurre es que se realiza de tal modo que no nos apercibimos de ello porque nos presentan los resultados de la devastación como si fuera lo que había habido siempre, como si no hubiera habido devastación. Es como si incendiaran un bosque y luego nos dijeran que no hubo nunca ni incendio ni bosque, y que lo que hubo siempre es el desierto.” (Raíces emocionales de la autoridad y la propiedad, http://www.nodo50.org/ekintza/imprimersans.php3?id_article=225) ¡Incendiar un bosque y luego decirnos que nunca hubo ni bosque ni incendio! Exactamente eso es lo que hizo el poder con nuestra vida en sus aspectos centrales, incluida la sexualidad. Pero hete aquí que, dentro de los aspectos de la dominación, la sexualidad no es tema menor. Incluso su manipulación y desvalorización es un requisito decisivo para que funcionen las otras políticas de dominación: propiedad, estado, rangos y clases sociales, etcétera. Es lo que antes contaba acerca del descubrimiento de Wilhelm Reich y su Sex-Pol. Para él, una verdadera revolución sexual implica una revolución global y un cambio radical de paradigmas. Y viceversa. Es más: si quieren acceder a una buena síntesis de la maravillosa obra que desarrolló, pueden enterarse en su libro La función del orgasmo, en la edición castellana de Paidós. ¿Cómo descubrió el Poder que se podía dominar a los otros vía empequeñecimiento de la vida sexual? Tal vez en el proceso de domesticación de algunos animales, cuando advirtieron todas las ventajas que les proporcionaba castrar a un toro bravío para transformarlo en un buey manso, explotable y servil por definición. Proceso parejo y coherente con la subestimación y esclavización de la mujer. Ellas también fueron castradas, de manera que ambos géneros estamos en el mismo baile. El sistema de dominación logró algo inaudito: asesinó a la Madre Amorosa, hija natural de la Pachamama, para transformarla en madre patriarcal, que funciona como primera represora de la criatura que genera. De hecho, esta forma de vida todavía predominante que llamamos organización patriarcal ha logrado, exitosamente, transformarnos a todos en pequeños infelices. Y de paso: ¿si hay hijos “naturales”, todos los otros somos “artificiales”? Entonces hablemos de la sexualidad real de hoy, ¿cómo se encarnan estas desviaciones patológicas en hombres y mujeres? Tenemos como marco la institución patriarcal, de la que no hemos salido aún. Así hemos aprendido que la vida sexual real se da en un entorno de poder celosamente custodiado que pretende un lugar de privilegio para el sexo masculino. ¿Pero es cierta esta hegemonía en la vida real? ¿En cuántos casos se vive así, sin discusión? Sólo en el caso de los “triunfadores” del sistema, que no son tantos en términos estadísticos. Para el resto de los masculinos (abrumadora mayoría), el sistema reserva explotación y dominación: es el mundo de los “perdedores”, según la detestable jerga de la cultura dominante. Para ellos queda reservado el desquite de ejercer su pobre autoridad en el micro-clima familiar, nada más. Por qué ¿de qué autoridad estamos hablando cuando el “jefe” de familia es un tipo que debe deslomarse todo el día, casi todos los días, para meramente sobrevivir? Es de esperar que el mismo “jefecito”, constantemente humillado por sus superiores (a su vez humillados por quienes están un poco más arriba en la “cadena de mandos” y así sucesivamente), no sea el prototipo del “ganador” que se introduce en el lecho conyugal con aires de emperador. Es muy probable que ese personaje, cualquiera sea su ubicación en la pirámide de poder, llegue a la cama con demasiadas preocupaciones en “la cabeza”, masticando broncas y totalmente enrollado en lo que tiene que hacer al día siguiente para seguir sobreviviendo malamente. ¿Ustedes creen que es buena manera de encarar “el acto amoroso”? ¿Les parece que estamos en presencia de un ejemplar que va a derrochar erotismo, que hablamos de alguien apto para exquisiteces sensuales y técnicas sexuales voladoras, maravillosas? Lo más probable es que no, que su vida sexual sea rutinaria, mediocre y con serios problemas para lograr una erección consistente. Y es absolutamente lógico que esté constantemente al borde del fracaso, perjudicado por las reglas de juego de la cultura dominante, en la que siempre hay que demostrar Poder. De manera que la posible maravillosa sexualidad, el arte de dejarse llevar por la propia energía compartiéndola con la de la pareja, se transforma en una prueba, en un examen que necesariamente debe aprobarse. Díganme ustedes si ésa es la mejor ambientación para una ceremonia que requiere, justamente, una disposición abierta, relajada, entregada. ¡Ah, claro! ¿Cómo se me ocurre suponer tan fácil lo que ocurre en la intimidad entre dos personas? ¿No es, acaso, parte del secreto inviolable que no debe ser cuestionado, investigado, aludido? Solo que si uno trabaja como médico-jardinero y no como médico-mecánico tiene información sobre “el secreto inviolable”, ya sea directa o indirecta. Y no es tan fácil ocultar las cosas: a la verdad puede accederse de variadas maneras. Por ejemplo: conociendo las astronómicas cifras de venta de viagra en los lugares adónde existe esa opción.
Atención: en los adultos ocurre exactamente lo mismo, pero estas informaciones son útiles para destruir el mito de que “la juventud no tiene problemas con su sexualidad”. Y también se corrobora investigando la distribución de la energía en los humanos contemporáneos. Después de años de medir la energía de puntos claves de acupuntura, no queda la menor duda. Por ejemplo: centrémonos nada que en siete puntos ubicados en la línea media del organismo, para hacerla sencilla. Y nada de tecnicismos que no vienen al caso. Les cuento adónde están esos siete puntos, todos ubicados en la línea media del organismo y por delante: el primero en el entrecejo, el segundo debajo del labio inferior, el tercero adónde termina el cuello, el cuarto a la altura de los pezones, el quinto adonde termina el esternón (“boca del estómago”), el sexto a mitad de camino entre el ombligo y el quinto punto. El séptimo a unos cuatro centímetros por debajo del ombligo. Y ahora miren un gráfico estadístico obtenido midiendo la carga eléctrica de esos puntos, que interpretamos como la cantidad de energía que poseen, con un aparato diseñado a los efectos:
Las columnas más altas, en azul, se refieren a la carga-promedio de todas las mediciones del punto en cuestión, expresada en micro amperes. Las más cortas, en marrón, a su desviación estándar. Cada punto de medición representa a uno de los anillos reichianos, que se denominan así por ser secciones o "tajadas" enteras del organismo. En la tradición hindú, muchísimo más antigua, se conocen con el nombre de chacras. Pero no es la cuestión: lo importante es saber que el gráfico expresa 2367 mediciones de ambos sexos y variada edad (http://www.acupuntura-orgon.com.ar/estadistica1.htm). Y para simplificar la lectura: puede verse que hay un exceso de energía “arriba”, en los dos primeros anillos, que corresponden a la cabeza. Y un déficit en los últimos dos, que corresponden al abdomen y a la pelvis, especialmente en éste último, claramente ligado a la sexualidad (y a funciones urinarias y digestivas). O sea: demasiada energía en la cabeza y poca en la pelvis, asiento de la sexualidad y de los pies en contacto con la tierra. Y está claro que el exceso de energía en la cabeza no implica geniales ideas de ningún tipo: apenas una cantidad exorbitante de rumiación cerebral vivida como tensión, angustia, ansiedad y depresión. ¿Que la estadística exhibe, apenas, lo que sucede en un consultorio de la ciudad de Buenos Aires y, por lo tanto, la muestra no es representativa? En términos estrictamente estadísticos, la objeción es válida. Pero lo mismo obtuve en las mediciones de México, Brasil y España, en un número reducido de personas. En la actualidad son cerca de cinco mil mediciones, y la tendencia sigue siendo la misma. ¿Puede generalizarse esta comprobación al resto de los integrantes de la civilización vigente y dominante? Creo que sí se puede. Y si no, hablen con la gente, traten de entender qué es lo que ocurre con nuestra vida real y no crean en la interesada falsedad de casi todos los medios, que sólo funcionan como soporte de publicidad para vender algo, o como reaseguro ideológico de la dominación. Ahora bien, si alguien o algunos quieren desarrollar y ampliar esta investigación para confirmar o no el gráfico expuesto, ¡bienvenidos sean! Bueno, aceptemos como buena la información del gráfico (a mí, otra no me queda). En función de los resultados, ¿les parece que la gran mayoría de la población está apta para una vida sexual realmente sana? Es fácil darse cuenta que no, y es igual para hombres y mujeres. En el mejor de los casos sólo queda una especie de desahogo gratificante, nada más. Nada de orgasmos maravillosos y sensación de eternidad, ni sueñen con eso: nos “corresponde” una sexualidad devaluada, pobre. ¿Es raro, extraño, inexplicable? En absoluto, es fácil de explicar: la realidad que nos tocó vivir no está hecha para el disfrute, para el placer, para el amor. Está hecha para sobrevivir apretando los dientes, con la carga de ansiedad y angustia que ello implica, defendiendo a muerte un yo precario y lleno de falsa autoestima, basada en el éxito o el fracaso del esfuerzo para trepar en la pirámide social. Esto es general, para todos. El gran aporte de los movimientos feministas no es sólo una justa pelea por la igualación, sino una denuncia frontal del patriarcado, al menos en sus exponentes más lúcidas. Entonces está claro como es que ambos sexos estamos igualmente fregados, ni más ni menos: la inmensa mayoría de la humanidad que conocemos está enferma de impotencia sexual y frigidez, una realidad democráticamente distribuida entre todos. No es muy brillante ni da para festejar, pero creo que ésta es la situación básica de partida si pretende hablarse de sexualidad contemporánea, actual y real. Lejos del silencio o de la estúpida enumeración de falsas hazañas sexuales que nadie cree, ésta es la pobre realidad de la cual debemos hacernos cargo. Es en el marco de tamaña epidemiología sexual adónde aparecen dos novedades realmente importantes: primero las pastillas anticonceptivas y luego el viagra. Es cierto que hay otros métodos, pero vayamos a lo masivo y a lo posible con cierta facilidad. Dejemos de lado metodologías que podrán funcionar o no, pero corresponden a otras culturas y a otros tiempos, en los cuales la energía promedio de la gente probablemente era más alta y estaba mejor distribuída. Y también hay otro factor que es importante mencionar: la humanidad estaba infinitamente menos intoxicada que ahora. Había mucha menos química y física nocivas en los cuerpos en forma de pesticidas, radiaciones, conservantes y medicamentos bloqueadores: ahora ésta es nuestra “normalidad”. Y contra eso también debemos pelear hombres y mujeres, ya que son temibles obstáculos para vivir una sexualidad sana. Pero volvamos, disciplinadamente, al guión: las pastillas anticonceptivas fueron y son una verdadera revolución porque le dieron a la mujer una libertad desconocida hasta entonces: la posibilidad de vivir su sexualidad sin la sombra amenazadora de un embarazo no deseado, lo cual las limitaba notoriamente. Sí, ya sé: hay otros métodos, pero ninguno tiene esa eficacia. ¿Contrapartida? Claro que la hay, porque ninguna liberación es gratis en esta etapa, donde las grandes alegrías no suelen ser la natural consecuencia de sistemas vivos que funcionan armónicamente, con potencia y equilibrio. El aspecto negativo es la interrupción del ciclo hormonal natural, incorporando en el circuito un inhibidor de la ovulación cuyas consecuencias a mediano y largo plazo todavía no están del todo claras. No obstante, podemos darnos cuenta de que hay algunos cambios importantes en la biología femenina. Por ejemplo: ahora las mujeres se olvidaron de parir y necesitan cursos, adiestramiento especial para recordar lo que olvidaron y siempre supieron hacer sin que nadie se los enseñara. Y a pesar de esta modernísima instrucción, hay una cantidad exorbitante de cesáreas. Podrá decirse, con razón, que es parte del negocio de la medicina moderna. Es cierto, pero sospecho que hay algo más trascendente: la pérdida de la capacidad natural para hacer algo que no necesita instrucción. Como si fueran necesarios cursos para orinar, evacuar el intestino, caminar o respirar. Tampoco hacía falta explicarle a una madre mamífera la importancia del amamantamiento de la cría: cualquier madre del neolítico se hubiera reído mucho de enterarse que, en la caverna de al lado, daban cursos para parir y dar la teta. Y no es broma, es de terror nada más. Antes de meternos en el asunto del viagra y sus efectos, tan revolucionarios como los producidos por las pastillas anticonceptivas, es bueno hacer una aclaración. En todas las medicinas tradicionales conocidas correspondientes a variadas culturas y desde que hay registro, existen métodos para mejorar la potencia sexual masculina. De manera que la cuestión no es nueva, siempre hubo hombres con problemas para lograr una buena erección, pero también hay dos detalles importantes: en casi todos los casos se corresponden con culturas patriarcales, ya que de antes no tenemos registros y no nos consta que haya sido necesario. Y tampoco sabemos cuál era la proporción de los caballeros afectados por tamaña maldición bíblica. Habría que ver qué ocurre con los pocos cazadores-recolectores que sobreviven, cosa que ignoro. Igualmente importante sería confirmar algunas hipótesis de este trabajo con datos de investigación neuroendocrinológica. Por ejemplo: verificar si ha disminuido la cantidad-promedio de testosterona en los hombres y mujeres (que también producen testosterona y es crucial para el deseo) y de estrógenos y progesterona en las mujeres. Y también de las hormonas que las regulan: las gonadotrofinas hipofisarias, en ambos casos. O ir un poco más “arriba”, al hipotálamo y a la corteza, para explorar allí mismo los posibles cambios en la concentración y equilibrio de neurotransmisores básicos como dopamina, serotonina, endorfinas y otros. También sería muy importante saber si, una eventual disminución de las hormonas mencionadas en las sociedades más comprometidas con el actual sistema de dominación, se corresponde con dosajes obtenidos en los pueblos que viven sometidos o marginados. Como ya fue dicho, la idea básica recuerda a la de la situación de apiñamiento en ratas, cuando los investigadores que hicieron esos trabajos encontraron dos datos claves que son de máxima utilidad hoy mismo, en los días que corren (demasiado rápido): aumento de la violencia y drástica disminución de la natalidad debida a la caída de las hormonas ligadas a la reproducción. Es de esperar que tal cosa suceda en un momento de repliegue defensivo de la especie humana, acosada por sí misma. Y, aunque la especie humana ostente la originalidad de vivir su sexualidad al margen de las necesidades reproductivas, es lógico suponer que el freno a la expansión poblacional (que no se nota mucho por el arrastre de siglos y es variable según pueblos y culturas) impacte también en el puro deseo sexual de grandísima parte de la sociedad humana.
Y de golpe apareció. Como maná caído del cielo, de pronto apareció la pastilla mágica, azul como el orgón, que devuelve la virilidad a los hombres y la alegría a las mujeres. Al fin una erección contundente y sin discusión, consistente y prometedora como pocas cosas en la vida. Basta de problemas: una pastilla una hora antes del “acto sexual” (¿es una representación teatral, acaso?) y listo, eficiencia y satisfacción garantizadas. Nada de bueyes sufrientes y sumisos, la pastilla transforma al consumidor en un toro brioso como el que más y evita el sufrimiento de no saber qué va a pasar, la angustiosa incertidumbre que seguramente disminuye exponencialmente la posibilidad de un buen “rendimiento”. El asunto es que suele funcionar. Y es bueno saber que surgió por casualidad, como tantas veces, cuando los investigadores del laboratorio farmacéutico que la “encontró” buscaban otra cosa: estaban analizando las posibilidades del sildenafilo (el nombre de la droga) para tratar la hipertensión arterial y la angina de pecho. Pero hete aquí que la casualidad, el noble azar, jugó otra de sus bromas: ante la mirada atónita de los investigadores, la prometedora sustancia no bajaba sustancialmente la presión, pero lograba subir otra cosa: el pene de los cobayos humanos en los que la probaron. ¡Albricias, joya para el laboratorio, se encontraron con un regalo impensado que los enriquecería aún más y en muy poco tiempo! “El sildenafilo (compuesto UK-92,480) es un fármaco utilizado para tratar la disfunción eréctil y la hipertensión arterial pulmonar. Fue sintetizado por un grupo de químicos farmacéuticos de la empresa Pfizer, en su centro de investigación de Sandwich (cerca de Dover, en Inglaterra). Comercializado como citrato de sildenafilo, es más conocido por el nombre comercial Viagra. Como el nombre de muchos otros medicamentos, es una invención de mercadeo; pero muy posiblemente fue inspirado por la palabra viāghra, que en idioma sánscrito significa “tigre”, ya que son habituales los monumentos de dichos animales con sus penes erectos en los portones de los templos.” Lo de “tigre” está bueno, ¿no? Y seguimos con la información de Wikipedia, que es interesante para entender de qué se trata la cuestión: "Inicialmente fue diseñado para su uso en la hipertensión arterial y la angina de pecho. Los primeros ensayos clínicos fueron realizados en el Hospital de Morriston, en Swansen (Gales). Durante los estudios de Fase I, realizados bajo la dirección de Ian Osterloh, se sugirió que la droga tenía un ligero efecto en la angina, pero que podía inducir notables erecciones de pene. Por lo tanto Pfizer decidió comercializarlo para tratar la disfunción eréctil, en lugar de la angina. El fármaco fue patentado en 1996, y aprobado para su uso en disfunción eréctil por la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) el 27 de marzo de 1998. Así se convirtió en la primera pastilla aprobada para tratar la disfunción eréctil en los Estados Unidos, y allí se ofreció a la venta el mismo año. Inmediatamente se convirtió en un gran éxito: las ventas anuales de Viagra en el período 1999-2001 superaron los mil millones de dólares. La prensa británica presentó a Peter Dunn y Albert Wood, investigadores de Pfizer, como inventores del fármaco, una afirmación con la que la empresa se muestra en desacuerdo alegando que, aunque sus nombres aparecen al registrar la patente, esto es sólo necesario como requisito del registro, siendo la empresa la propietaria de la patente. A pesar de que el sildenafilo está disponible únicamente por prescripción médica, fue anunciado directamente a los consumidores en la TV de EEUU. Y recomendado por el ex senador de EEUU. Bob Dole y el astro de fútbol Pelé. Numerosos sitios de Internet ofrecen Viagra para su venta después de una «consulta en línea» (un mero cuestionario de la red). El nombre «Viagra» se ha hecho tan famoso que muchos falsos afrodisíacos ahora se hacen llamar «Viagra herbal» o son presentados en tabletas azules imitando la forma y el color del producto de Pfizer. Viagra también se conoce informalmente como «la pastilla azul» ó «vitamina uve» entre otros muchos diferentes nombres. En el año 2000, las ventas de Viagra coparon el 92% del mercado de píldoras prescriptas para la disfunción eréctil." La cita tiene interés por la información general, pero también para advertir dos cosas: la transformación de “impotencia sexual” en “disfunción eréctil” (más delicada y compasiva) y la salvaje competencia interna por los derechos de la patente, actitud básica del “humanitarismo” del sistema. Y ahora, como ahorro de tiempo y esfuerzo, trascribo desde la misma fuente el mecanismo de acción del sildenafilo, que tiene su importancia para la línea argumental del texto: “Parte del proceso fisiológico de la erección incluye al sistema nervioso parasimpático causando la liberación de óxido nitroso (NO) en el cuerpo cavernoso del pene. El NO se une a los receptores de la enzima guanilato ciclasa, lo que deriva en niveles aumentados de guanosin monofosfato cíclico (GMPc), llevando a una relajación del músculo liso del cuerpo cavernoso, mediante vasodilatación de las arterias helicinas del interior del pene. La vasodilatación incrementa el flujo de sangre en el interior del pene, causando así la erección. Robert Furchgott ganó el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1998 por el descubrimiento y el análisis del factor de relajación derivado del endotelio (EDRF) , siglas de: endothelium-derived relaxing factor, que posteriormente fue identificado como óxido nitroso o algún otro compuesto relacionado muy cercano. El sildenafilo es un potente y selectivo inhibidor específico de la fosfodiesterasa tipo 5 (PDE5) que es responsable de la degradación del cGMP en el cuerpo cavernoso. La estructura molecular del sildenafilo es similar a la del cGMP compitiendo por la unión de éste a PDE5. El resultado es que el cGMP permanece más tiempo en el interior del pene, produciéndose erecciones más potentes y sostenidas. Los principios activos como el tadafilo (Cialis) y el vardenafilo (Levitra) actúan siguiendo el mismo mecanismo. Sin estimulación sexual, y por ende, en ausencia de activación del sistema NO/cGMP, estos fármacos no causan una erección. El sildenafilo es metabolizado por las enzimas hepáticas y excretado tanto por el hígado como por los riñones. Tomado con una dieta altamente grasa, su tiempo de absorción aumenta en más de una hora y su concentración máxima en el plasma sanguíneo se reduce en dos terceras partes, disminuyendo considerablemente sus efectos.” Ahora explico, en lenguaje humano y comprensible para la mayoría de los mortales, qué significa todo esto. Y, hablando del tema, no está demás decir que el “mecanismo de acción” del poder se basa, también, en el uso de terminología incomprensible para la mayoría, los que no estudiaron las ciencias que producen lenguaje especializado y jerga específica. O sea: casi todos. De esa manera, en el fondo tan infantil y hasta grosera, imponen respeto, distancia y autoridad para lograr sus fines, tratando a los “neófitos” como a tarados e ignorantes que no merecen siquiera explicaciones mínimas. El objetivo siempre es imponer cualquier idea impidiendo la propia reflexión y haciendo sentir el peso abrumador de la “sabiduría” de los especialistas, que se disfrazan con ropaje “científico” para hablar en nombre de Dios, como antes hacían los sacerdotes. Como decía alguien, tal vez Einstein pero no estoy muy seguro: “Si no fueras capaz de explicarle a tu abuela un tema, por complicado que sea, es que tú tampoco lo sabes”. ¿Qué significa todo esto? Es bastante simple, basta con explicar un mecanismo. La erección del pene consiste en un importante aflujo de sangre que llena a sus tejidos constituyentes, tan parecidos a una esponja que reciben precisamente ese nombre: cuerpo esponjoso y cuerpo cavernoso. El deseo sexual, vía sistema nervioso parasimpático, ocasiona ese flujo de sangre que, al llenar la esponja, produce la erección. Pero para que ésta sea eficiente y duradera, es importante la persistencia, en el interior de la esponja, de un producto del metabolismo celular llamado cGMP. El hecho de que el cGMP se inactive rápidamente es el causante de erecciones insuficientes y de corta duración. ¿Cuál es la causa de la rápida degradación del cGMP? La actividad de una enzima llamada fosfodiesterasa tipo 5. Pues bien: el efecto del viagra (sildenafilo) consiste en inhibir a esta enzima y lograr mayor presencia del cGMP en el cuerpo esponjoso del pene, lo cual permite que la sangre permanezca por más tiempo y, por lo tanto, la erección sea más completa y duradera. Lo explico de otra manera, afín al mecanicismo de la medicina estándar. El viagra funciona como una tenaza que, primero, afloja una tuerca para que la sangre entre al pene y pueda producir la erección y luego la ajusta para que ésa misma sangre permanezca más tiempo en su interior, evitando que la erección desaparezca en poco tiempo. ¿Por qué se inactiva demasiado rápido el cGMP? Por las razones anteriormente expuestas: exceso de tensión emocional o estrés, obstrucciones en las arterias e inadecuada distribución de la energía. ¿Todo bien con el viagra o tiene contraindicaciones y efectos secundarios? Las Contraindicaciones incluyen:
Habitualmente, las formas farmacéuticas vienen en presentaciones de 25, 50 y 100 miligramos. La dosis eficaz estándar es la de 50 miligramos, y no pueden tomarse más de 100 en el término de veinticuatro horas. La eficacia del medicamento es indiscutible, lo cual explica fácil su rapidísima popularidad. Pero hay que tener en cuenta que es precisamente eso: un medicamento que tiene, como todos, contraindicaciones y efectos secundarios. De manera que si uno lo consigue sin receta debe hacerse cargo, asumir la responsabilidad de tomarlo. ¿Hay razones para criticarlo? Sí, y están más allá de su eficacia y los posibles problemas que pueda ocasionar. Ustedes verán que hay algo excesivamente mecánico en su forma de funcionar y en la acción que produce. Por empezar, el sildenafilo no actúa sobre el deseo sexual, no lo produce, no lo origina, actúa por cuerdas separadas. Y el deseo es esencial para que su efecto sea visible, evidente. De manera que no es un afrodisíaco, lo cual tiene un aspecto positivo: sólo actúa si el deseo lo llama. Su papel, como hemos visto, consiste en favorecer la irrigación del pene, lo cual facilita la prolongación de la erección. Y no es eficaz para evitar la eyaculación precoz. Incluso puede acentuarla, por la natural excitación del momento. Otro problema que se crea al usarlo es la ansiedad que produce la espera del momento en que empieza a ser eficaz, habitualmente entre cuarenta y sesenta minutos, que pueden ser bastante más, si es que uno tuvo la brillante idea de comer papas fritas y tomar bastante alcohol antes de consumirlo, cosa que también disminuye sus efectos. Y aunque se respeten esas restricciones, lo más probable es que transforme algo que debería ser muy natural y fluido en una ceremonia programada, en la que el consumidor debe hacer malabarismos de ocultación a fin de que la toma no sea demasiado evidente. En fin, así los encantadores preámbulos no suenan demasiado atractivos y mucho menos apasionantes, al establecerse una relación causa-efecto tan ostensiblemente mecánica. Esa dinámica no es buena para ninguno de los dos. Como contrapartida, y esto es innegable e importantísimo, proporciona a quien lo toma una seguridad de la que carece sin hacerlo, ya que por algo lo hace. Es cierto que disminuye el temor al fracaso, y eso le da muchísimo valor, funcionando como “tranquilizante sexual”. En su eficacia y la reducción del temor reside su innegable mérito, no hay duda. Pero en la necesidad de planificar una estrategia de uso y en la dependencia que naturalmente produce, están sus límites. Otro factor importante es que los efectos a mediano y largo plazo son todavía desconocidos, lo mismo que sucede con dos o tres generaciones de mujeres consumidoras de pastillas anticonceptivas. (Y lo que se sabe no es para alegrar a nadie). Y ahora que se vengan las hierbas chinas, a ver si ofrecen algo mejor.
Debo anticipar que la cuestión de las hierbas no es ningún “cuento chino”. La herboristería china, que puede contar una honorable historia de aproximadamente cinco mil años, es una de las elaboraciones más brillantes, eficientes y profundas que ha desarrollado la medicina humana, al igual que la acupuntura y la moxibustión. Y si aparecen en este trabajo es porque, obviamente, muchas de ellas tienen comprobado efecto sobre la sexualidad humana en general y las diferentes disfunciones sexuales masculinas en particular. Y no se trata de una sola hierba sino de muchas, aunque sólo algunas son conocidas en el resto del planeta. No tiene demasiado sentido hacer aquí la enumeración de todas ellas, pero sí contar acerca de los componentes de una fórmula en particular. Esta combinación de hierbas chinas tiene efectos notables sobre la sexualidad masculina y por esa razón será desarrollada, pero antes es bueno enterarse de algunas peculiaridades del sistema que fundamentan su utilización en la práctica médica: "A pesar de lo que espontáneamente pueda pensarse, una fórmula herbaria no es una suma aleatoria de hierbas o raíces “que hacen bien”, sino un estudiado equilibrio de componentes en cantidades justas en donde cada hierba tiene asignada una función específica y de ninguna manera es un “cuanto más tenga, mejor”. Tampoco es parecido su efecto a la toma separada, o en otras proporciones, de los elementos que la componen. Los principios que rigen la estructura de las fórmulas están consignados en el “Canon de medicina interna del emperador Amarillo”, y como era un tiempo de esclavitud y feudalismo la terminología que se usa para pensar los componentes de una receta herbaria están imbuidos con la forma de pensar de la época:
Se designa
Emperador
al principal componente, que está orientado al síntoma principal. Ésta es la razón por la cual, el efecto de la fórmula que pronto se viene, no es comparable al de tomar cada ingrediente por separado. Incluso, si es que el tema les despierta alguna curiosidad, podrán notar que la cantidad de Ginseng de este compuesto herbario es bastante inferior a la que habitualmente se ofrece en el mercado (en cápsulas, por ejemplo). Pero eso la torna más eficaz y no menos. ¿Por qué? Bueno, si uno piensa con lógica estándar que una hierba eficiente en determinada dosis será el doble de eficaz multiplicándola por dos, no habrá forma de ponerse de acuerdo. Aquí el problema crítico es la cualidad, no la cantidad. Y la cualidad de una fórmula reside en la armonía y equilibrio de sus componentes, no en la cantidad de cada uno de ellos. Es decir: una cantidad adecuada de cada uno de ellos para potenciar a los otros es lo que determina la eficacia de una combinación, de manera que el exceso o déficit de algún componente simplemente puede arruinar la fórmula, en lugar de favorecerla. Lo mismo ocurre en acupuntura cuando se trata de elegir el mejor método de estimulación de los puntos: ¿agujas solas? ¿agujas con electroestimulación? ¿calor? ¿semillas? ¿ultrasonido? ¿láser? ¿infrarrojo? ¿imanes? ¿masaje o presión? La clave siempre es elegir los mejores puntos y estimularlos de manera adecuada, no se trata de que cuanto más mejor. Un exceso de estimulación puede acarrear efectos perjudiciales. O, como muchas veces sucede, lo que es bueno en un momento puede ser inadecuado y hasta negativo en otro. Bueno, volviendo a la fórmula prometida, ocurre exactamente eso: el equilibrio de sus integrantes resulta mucho más potente que la administración por separado, incluso en dosis mayores. No es necesario esperar semanas para notar alguna mejoría. Sus componentes se ayudan y alinean entre sí, de manera que los efectos se perciben en la zona genital de una forma clara y evidente a las pocas horas de haberlo tomado. La otra cuestión sumamente importante a entender es que las indicaciones de la medicina china, en cualquiera de sus variedades terapéuticas, no se dirigen exclusivamente a los síntomas, sino a la alteración de las funciones que los producen. Por ejemplo, vean las indicaciones para la fórmula susodicha según la medicina convencional, mecanicista por elección y sintomática por necesidad: Tratamiento de la impotencia, disfunción eréctil, eyaculación precoz, falta de deseo y de vigor sexual. Y ahora las indicaciones del mismo compuesto en la medicina china: Tratamiento del síndrome de deficiencia de Yang del Riñón, frío y estancamiento de sangre en el Xia-Jiao (Calentador Inferior), deficiencia de Ching (esencia vital) y deficiencia de Yuan Chi (esencia congénita). ¡Nada que ver! Pareciera que hablamos de problemas que no tienen ninguna relación entre sí. Y sin embargo no es cierto: las indicaciones de la medicina china que se mencionan incluyen, todas, las de la medicina estándar. ¡Pero no sólo las ligadas a la sexualidad! Cada una comporta una numerosa variedad de
síntomas y signos. Se supone, entonces, que la combinación herbaria mejorará no sólo la función sexual, sino también otros fallos, otras disfunciones asociadas a las funciones deficitarias. Y es eso lo que sucede, realmente. En la medida en que el enfoque (la mirada) es más profunda, también lo son sus alcances y resultados. ¿Dudas? Se disipan fácil: cuestión de probar. Veamos, tan brevemente como se pueda, la fórmula, sus componentes individuales y algunas características básicas de los síndromes que trata. La receta que conozco, y que se ha empezado a comercializar desde hace un tiempo en forma de cápsulas es ésta:
Panax
Ginseng C.A. Mey. (Rensheng) 75,0 mg Para evitarme problemas que no estoy buscando, y ya que estoy transcribiendo la fórmula con sus cantidades específicas puedo decirles que por aquí, en Argentina, se consigue con el nombre de Huang He y es de venta libre. Desde el punto de vista, extremadamente simplificado, de la eficacia de sus componentes individuales y en cuanto al tema que nos ocupa, podríamos decir que:
Ginseng
ayuda a mejorar la Potencia. Suele ser un poco difícil traducir los conceptos e ideas básicas de la medicina china a las actuales concepciones mecanicistas sobre la salud, tan arraigadas en nuestra cultura. Pero voy a elegir un cuadro clínico entre las indicaciones “chinas” de la fórmula para intentar ser claro: es el síndrome de deficiencia de Yang del Riñón, tan habitual a medida que pasan los años. Antes de desarrollarlo, necesito volver a aclarar que las disfunciones sexuales no están necesariamente asociadas con la edad, sino con el desgaste de una función básica. Está claro que, cuanto más avanzada es la etapa de la vida en la que alguien se encuentra, mayor será la probabilidad de tener alguno de los problemas que se mencionan. Pero la edad no exceptúa de problemas que suelen aparecer “después” si hablamos de una evolución normal en el sentido de lo sano: de hecho conozco y atiendo a una buena cantidad de personas de 20, 30 o 40 años que tienen deficiencia de Yang del Riñón y, por lo tanto, muchas dificultades para vivir alegre y convincentemente su sexualidad, que de eso se trata. Al mismo tiempo, es casi de sentido común (si es que tal cosa existe) suponer que “los problemas no vienen solos”. Esta frase, gastada y molesta, puede utilizarse para comprender su doble significado: que uno hizo algo o no hizo muchas cosas para merecer algún síntoma, y también que cualquier problema suele aparecer juntos con otros, y no por casualidad. Y es allí donde la mirada profunda y sagaz de la medicina china puede ayudarnos a entender que cualquier síntoma aparece en el entorno de la crisis de algún eje funcional importante. Uno de ellos es el que la medicina china llama “Riñón”, que va entre comillas porque implica muchísimo más que el órgano llamado riñón que también, pero no necesariamente, puede estar afectado. Y aunque parezca no venir al caso (o sí) es bueno contar que los primeros introductores de la medicina china en occidente buscaron una forma de traducir y hacer comprensibles a la mentalidad occidental la fisiología, el diagnóstico y los tratamientos de una concepción tan diferente. Entonces optaron por ponerle nombre de órganos a las funciones que los chinos habían descripto. Resultó una buena aproximación, pero no se ajusta estrictamente al criterio original y profundo de la medicina china. Y ahora nos metemos en la deficiencia Yang del Riñón, que no es exclusivamente masculina. Para no confundir del todo, aunque a esta altura espero haberlo logrado con éxito, vamos a prescindir de las diferencias entre Riñón Yang y Riñón Yin, con el noble propósito de ocasionar alguna que otra úlcera en los ortodoxos de la medicina china, que suelen ser conversos occidentales. De manera que aquí va una lista de las operaciones que realiza el eje funcional llamado Riñón:
Maneja el equilibrio térmico, las relaciones
entre calor y frío (es el termostato). Seguro que se estarán imaginando que el proceso de envejecimiento tiene íntima relación con la disminución funcional del Riñón. Acertaron: así es. Y aunque es necesario aclarar que no es obligatorio defeccionar en toda la lista, está claro que puede darse un déficit ostensible y simultáneo en varios componentes de la enumeración. Por si necesitaran un recordatorio de lo que va ocurriendo durante el envejecimiento aquí va la ominosa enumeración, aclarando que también puede darse en estilo precoz y acelerado lo cual se corresponde, coherentemente, con la característica vertiginosa de estos tiempos:
Pérdida progresiva de la capacidad visual. Sin comentario. La fórmula de hierbas chinas mencionada está lejos de ser una panacea para tratar todos los síntomas descriptos, pero puede mejorar a varios de ellos, especialmente los ligados a la esfera de la vida sexual, aunque no exclusivamente. ¿Qué es lo que concretamente mejora en la sexualidad masculina? Aquí va la lista de posibles beneficios:
¿Qué más se puede pedir, eh? Y ahora algunas peculiaridades de su acción y utilización, así como también posibles contraindicaciones y efectos secundarios. Estas hierbas pueden utilizarse de dos maneras: como uso ocasional o como tratamiento para restaurar la potencia sexual, lo cual incluye el agrandamiento del pene. Su aporte más importante es la recuperación de la potencia sexual, para lo cual requiere un tiempo de tratamiento con tomas programadas de una cápsula 2 o 3 veces por semana, ya que su efecto es acumulativo y no meramente coyuntural. Obsérvese que en su mejor opción, la de tratamiento prolongado, no se está hablando de tomar las cápsulas poco antes de una relación sexual, sino de ingerirlas en cualquier otro momento, siempre que se respete la indicación de la cantidad de tomas semanales. Y espero que quede claro su objetivo que es, entre otros, el de restaurar la potencia y no solamente el de tener una buena “performance” esa única vez, cuando se sabe o se supone que la relación tendrá efecto. Otra peculiaridad consiste en que deben tomarse unas ocho horas después de eventuales tomas de medicamentos químicos, cualesquiera que sean. Las hierbas no tienen contraindicaciones específicas, como sí hemos visto en el caso del viagra, pero hay que observar las posibles reacciones en caballeros que ya tienen alguna afección comprobada, como es de rutina con la incorporación de cualquier medicación. A pesar de que la toma programada es la mejor posibilidad que ofrece, tampoco hay que esperar mucho para observar resultados concretos: suelen aparecer ya durante los primeros días. Y no se limitan al momento de la intimidad sexual: vuelven a aparecer erecciones nocturnas y diurnas, y se experimenta una clara reactivación de sensaciones en la zona genital, pero también un aumento del deseo. Está claro, también, que la rapidez y la profundidad de los efectos dependen de la concreta situación personal: si la disfunción es mínima el efecto será más rápido. Pero, independientemente de la velocidad de reacción, las hierbas han funcionado muy bien en todos los pacientes a los que se las he indicado. Sin exagerar, debo decir que en todos los casos hubo una sensación de sorpresa, maravilla y agradecimiento. No produce, por sí misma, efectos secundarios. Pero es frecuente que provoque acidez o “calor” estomacal, lo cual requiere una explicación. En los casos en los que provoca "calor estomacal" (un concepto de la medicina china), esto sería un indicador de que se está bastante debilitado y las mismas cápsulas, al cabo de un tiempo pueden corregir esta deficiencia. De ser así, las molestias desaparecen si uno se abstiene de ingerir alcohol, pollo, comidas grasosas y fritos. Si persistieran, también habría que cuidarse de consumir lácteos e hidratos de carbono. Como regla se recomienda abstenerse de estas comidas el día de la toma y luego ir normalizando la alimentación durante los días siguientes. Si no se tienen molestias luego de la primera semana no suele ser necesario tener más cuidados. Miren algo bien interesante de la medicina china: los síntomas del aparato digestivo no se atribuyen a la posibilidad de irritar directamente la mucosa digestiva por acción de las hierbas, sino a la reactividad del sistema, que se encuentra en déficit energético. Y la diferencia no es una sutileza, precisamente. Puede leerse así: las hierbas hacen evidente esa deficiencia, pero también pueden mejorarla o curarla a medida que transcurre el tratamiento, siempre que se respeten las recomendaciones acerca de la ingesta. Esto asegura que los componentes de las hierbas, que no actúan exclusivamente en la esfera genital, tengan tiempo y espacio para mejorar el funcionamiento global, lo cual debería notarse por la ausencia de reacciones al tiempo de tomarlas. Los fabricantes incluyen lo dicho y agregan algo más:
Tal vez hayan quedado claras las similitudes y diferencias entre ambas opciones. Pero, por las dudas, vamos a compararlas. La única similitud importante es que ambas funcionan bien “a la hora de la hora”, pero fuera de eso son incomparables porque pertenecen a universos muy diferentes en cuanto a sus concepciones del funcionamiento humano, como así también en lo relacionado con el mejor tratamiento. (Y como son incomparables, obviamente vamos a compararlas) El viagra, por ejemplo, se corresponde palabra por palabra con la mirada mecanicista de la medicina que lo origina. De hecho, la medicina hegemónica estándar considera al organismo humano como una colección de órganos que responden como esclavos a la computadora central, el cerebro, en un todo de acuerdo con las premisas ideológicas del sistema de dominación que maneja a su antojo “las cosas de la vida” en todo el planeta. Coherente también con su génesis -un hallazgo fortuito cuando buscaban otra cosa- se corresponde con una especie de sexualidad “casual”, de uso mecánico-instrumental. Consiste en un artefacto químico que inhibe una enzima. Y repito la analogía porque es muy clara para entender su funcionamiento: es como una tenaza que acciona sobre una tuerca que regula la sangre que entra y sale del pene, así de sencillo. No tiene relación directa con el deseo ni es amoroso: sólo eficiente. No mejora la sexualidad en su conjunto sino que actúa únicamente cuando se lo toma. No aumenta la sensibilidad del pene, que se transforma en “una cosa” más o menos dura…mientras dura el efecto máximo: de una a tres horas. Y produce, claramente, dependencia. Tanto que, al empezar con las hierbas chinas y a pesar de su eficiencia, se necesita un tiempo de “destete” para lograr dejarlo. Además dificulta bastante la escenografía amorosa, por ese ritual programado de andar tomándolo una hora antes de la relación sexual. Incluso puede tomarse inútilmente: “por las dudas” o suponiendo que habrá una relación que al final no se concreta. ¡Es bastante patético y sería fantástico que el bueno de Woody Allen le dedique una película! Las hierbas chinas proponen un escenario muy diferente. Aquí se trata de mejorar una función que incluye a la genitalidad, pero es más vasta. De manera que el desempeño sexual mejora como consecuencia de una mejoría general (mayor vitalidad) y el apoyo concreto a funciones, órganos y tejidos involucrados (corteza, hipotálamo, hipófisis, testículos, pene). Entonces estamos hablando de un tratamiento, no de un artefacto químico de uso ocasional: se supone que si la función mejora, las tomas no tienen relación con el momento concreto de la relación sexual, son independientes. ¡Y esto implica una gran liberación de la cabeza, del corazón, de los testículos y alrededores! Otras diferencias sumamente importantes: se recupera la sensibilidad en el pene durante la penetración y las ganas de “jugar” con los genitales, las erecciones son frecuentes (tanto diurnas como nocturnas) y aumenta notoriamente el deseo. También aumenta el tamaño del pene, si se usa consistentemente durante, por lo menos, nueve o doce meses. No tiene contraindicaciones ni efectos secundarios importantes, como se aclara al explicar la génesis de las molestias estomacales que podría acarrear. Y especialmente: devuelve la alegría de hacer el amor, minimizando los temores por la “eficacia del desempeño”. Y la devuelve desde lo que uno realmente es, de manera que todo resulta más espontáneo y natural, sin temor al fracaso o manejando maniobras extrañas para tomar una píldora, lo cual implica un retorno inoportuno al problema que es necesario superar. En la tabla siguiente podemos ver las diferencias importantes entre ambas opciones:
Habrán visto que las cosas se complicaron bastante. Y no porque lo sean en sí mismas, sino porque nosotros somos la complicación. La sexualidad es extremadamente simple, pero ahora no es fácil. Es que las cosas más simples de la vida pueden resultar, cuando se complican, insólitamente difíciles. Y la dificultad reside en nuestra actual funcionalidad energética que, en promedio, es rígidamente acorazada. Parece obvio que si la energía fluyera fácil, nuestra vida sexual tendría las mismas características. No es difícil imaginar que una civilización de estreñidos o diarreicos del alma, lo misma da, tenga graves dificultades para vivir su vida de manera natural, simple y profunda. Y ésa es la génesis de las variadas disfunciones sexuales, tanto en los varones como en las mujeres. También parece obvio que la evidencia del fallo es más grosera y evidente en los varones, que debemos demostrar nuestra masculinidad genital sin discusión: de esa “demostración” parece depender gran parte de nuestro “valor específico” como personas bien plantadas y seguras, eficientes y “ganadoras”, según enseña y obliga el Poder. Y también parece que de tal eficiencia depende gran parte de nuestra autoestima... Pero el marco estándar no son las velitas, los aromas, la sensualidad y el erotismo flotando en el ambiente: lo usual es la espera ansiosa de una mujer y la angustia pre-examen de un hombre. Lejos, muy lejos de las películas de Hollywood. Criticar, con razón, cualquier atisbo de machismo patriarcal en el sexo no implica ponerse en una platea para verificar si el varón funciona o no. En este punto, el del buen funcionamiento, pueden verse algunas consecuencias negativas de las “ayudas eficientes” como el viagra, las hierbas chinas o cualquier otro método que funcione: podría reforzar la estructura machista-patriarcal creando una nueva falocracia basada en la potencia de una erección, para colmo de autenticidad discutible, si es que alguien se pone demasiado estricto... Pero desechar una ayuda eficiente para lograr una buena erección, también es una tontería. Y otra vez estamos en lo mismo: el asunto es de a dos, no sirve que uno solo salve su prestigio exhibiendo triunfalismo genital. Es caer en la trampa, una vez más, de la “guerra entre los géneros”. No tengo dudas de que este terreno ha sido y es, para la mujer patriarcal, un lugar de venganza y desprecio, un sitio de la contraofensiva para defenderse del machismo, la mayoría de las veces practicando la elocuencia del silencio. Una ayuda, es una ayuda. Sí: hay que verlo así, es una ayuda para lograr
cierta luminosidad en el momento del sexo. Se supone que el muy excitado caballero está haciendo el amor y no derrotando a su mujer en una guerra no declarada oficialmente. Y no es muy recomendable hacerse el idiota con esto, como diciendo: “así está todo bien”. No: no está todo bien si no pasan otras cosas. Por ejemplo, la entrega. Si ésta no es mutua, tampoco funciona, es como una ley. El asunto es qué hacer con una buena o pasable erección, nada más. Además, la entrega es un don (donación de si mismo) y contiene algo entre misterioso y justiciero cuando no es equivalente: el que más se entrega es el que mejor se queda. Realmente no debería haber tanto rollo con todo esto. Y en realidad no lo hay, porque de esto “no se habla”. Pertenece a la más secreta intimidad. Y es natural en el sentido de que es algo que ocurre entre dos personas que, habitualmente, buscan apartarse para vivir en soledad su vida sexual. Todo bien, pero también es cierto que el silencio y el ocultamiento de cualquier verdad está muy facilitado por la necesidad de privacidad, que aquí se transforma en excusa para no enfrentar las profundas verdades sepultadas entre las sábanas. Mejor para la salud es no engañarse: una cosa es tener una buena erección, y otra poder estar abierto y entregado, disponible de verdad. Y lo mismo es para la mujer: el mismo compromiso e igual exigencia. Para sexo puramente mecánico, el viagra es suficiente, pero no hay que pedirle más. A las hierbas chinas sí se les puede pedir algo más, pero también puede tenerse mero tecno-sexo con ellas si no se aprovechan las facilidades que otorga para estar más entero, alegre y profundo. El viagra es perfecto en la visión de las cosas que tiene la medicina estándar: el médico es un mecánico. Las hierbas chinas son perfectas en la visión de las cosas que tiene la medicina energética: el médico es un jardinero. Está muy difícil ponerse en perfeccionista, así como están las cosas. Pero estas opciones, cualquiera de ellas en el fondo, abren la posibilidad de la espontaneidad en la medida en que aligeran de la terrible angustia de no saber si ésa concreta noche, “a la hora de la hora”, el resultado será aprobar el examen o irse directo a marzo. Y la diferencia no es poca, cosa que puede ser muy bien aprovechada por cualquier mujer sensible, inteligente y amorosa. Podría esbozarse alguna crítica contra esta variedad de “genitalidad asistida” acusándola de “no natural”. Bueno, bueno: hay demasiadas cosas en nuestra vida cotidiana que no son naturales. Por empezar: el aire que respiramos, el agua que tomamos, la comida que ingerimos. Y la lista sigue hasta el infinito: ¿es “natural” tomar un analgésico para combatir el dolor de cabeza? ¿Es natural la cirugía de prótesis estéticas? ¿Es natural disfrazarse de lo que uno no es? ¿Es natural decir que “sí” cuando uno quiere decir “no”, o decir “no” cuando uno quisiera decir “sí”? ¿Es natural vivir en una cultura que arrasa con los verdaderos valores que nos mantienen en pié desde los orígenes de nuestra especie y que solo parecen reivindicar los “salvajes”? Sí: es asombroso hacer la lista de lo que no es natural, incluido el no saludar a los vecinos. Entonces ¿por qué ponerse tan purista en el terreno de la sexualidad, que no ejercida o demasiado dificultada es notoriamente más peligrosa para la salud y la dicha? Es un planteo incomprensible en nombre de la Perfección. Porque también está claro que si las cosas fueran como debieran ser, el viagra y otras opciones quedarían confinadas a un grupo muy pequeño con problemas muy específicos. Pero “las cosas” se obstinan en no-ser como deben-ser: otro desafío más para el talento de supervivencia de la especie. Ahora bien: ¿basta con tomar una pastilla y así está todo bien? Allí puede haber posiciones divergentes, también hasta el infinito. Pero podemos retomar, como ayuda y simplificación, las analogías de médico-mecánico y médico-jardinero. Y aquí las cosas comienzan a aclararse bastante más: para la medicina mecánica y su concepción del hombre y de la medicina, es suficiente con mantener la función, la eficiencia: cómo, en quién y para qué carecen de importancia. Para la medicina energética, que es claramente jardineril, la utilización de cualquier método que mejore una función determinada, debe darse en el contexto del sistema energético que solemos llamar “persona” y con el fin de acentuar el equilibrio y disponer de una cantidad adecuada de energía. O sea: debe contribuir a mejorar la salud e integridad de una persona (mirada global) y no solo la de una función aislada del contexto (mirada parcial variedad esquizoide). Se ha descripto el declinar de la función sexual masculina con el término de “andropausia”, sugiriendo que se trata de una equivalencia con la menopausia femenina. La analogía tiene la ventaja de ser muy gráfica, es verdad, pero no es enteramente cierta. La menopausia se caracteriza, esencialmente, por la pérdida de la función reproductiva, pero no por la imposibilidad de mantener el deseo y la vida sexual. La andropausia no implica, necesariamente, la incapacidad de ser fértil, de producir espermatozoides en cantidad y calidad suficientes como para fecundar a un óvulo. Lo que sí podrían tener en común ambos procesos es la posible disminución de las hormonas específicas de género, lo cual ocurre indefectiblemente en la mujer con la caída de los estrógenos, pero no necesariamente en el varón en el caso de la testosterona. En todo caso no están claros los datos acerca de la disminución de testosterona a lo largo del tiempo: las conclusiones de muchos estudios no son unívocas. Mirando estos procesos de declinación de la función sexual en ambos géneros, una manera útil de comprenderlos consiste en observar el devenir natural del envejecimiento. Y aquí es necesario advertir, otra vez, que el proceso de envejecer no está irremisiblemente pegado a la edad. De hecho, varias veces en este mismo trabajo se ha advertido acerca del consumo de viagra en edades bastante tempranas de la vida, tanto como desde la adolescencia en adelante. O sea: sigue siendo razonable suponer que cuanto más avanzada es la edad, más probable es tener dificultades vinculadas con la disminución del deseo, la generación de espermatozoides y la erección. Pero todo esto puede ocurrir, también, en etapas anteriores de la vida por motivos que ya fueron mencionados. Es más: resulta fácil comprobar que vastos sectores de la sociedad viven un proceso de envejecimiento precoz o acelerado. Pese al aumento de la expectativa de vida, este alargamiento de la existencia personal no va aparejado con la calidad que podría corresponderle. Y, además, está visto que el envejecimiento prematuro puede comenzar a cualquier edad, incluso en etapas bastante anteriores a su aparición habitual. Y pareciera que esta verdadera anomalía se está dando endémicamente, al menos en las sociedades inscriptas dentro de la oficialmente auto-denominada “civilización” y sus estilos de vida anclados en vastos sectores de la humanidad actual, aún en países “periféricos”. (La terminología da un poco de asco pero facilita la comprensión de lo que quiere expresarse). En todo caso, la aparición y masificación del viagra y otras opciones, no hace sino ponernos a los hombres frente a una disyuntiva de hierro: ¿Masculinidad Profunda o Virilidad Superficial? Es un verdadero y apasionante desafío, y también una gran oportunidad para reencontrarse con lo mejor de la vida. Esa es la cuestión, que cada uno verá cómo y con qué objetivo resuelve. Pero el asunto está: subyace, aún inconcientemente, en cada toma de viagra, de hierbas chinas o de lo que sea para mejorar la potencia sexual. Esto es lo más importante y desplaza a otros temas relacionados pero dependientes, y que por esa razón no han sido desarrollados. Por ejemplo: el de la sexualidad del “cumplir” (como quien marca tarjeta de trabajo sexual), o el de la eyaculación precoz (que implica, claramente, la postura de quien se interesa únicamente por su propio placer y menosprecia al de su pareja). Como dice Casilda Rodrigáñez, al sistema patriarcal lo hacemos todos y todas, está dentro de todos nosotros desde los primeros gestos, desde la educación básica a partir del nacimiento: gran y sencilla verdad que no debemos olvidar. ¿Para qué esta utopía, entonces? Primero porque las utopías son imprescindibles: sin ellas la vida es demasiado sosa y hasta tonta. Segundo porque la utopía no es algo imposible, poco “práctico” y cosa de profesionales del fracaso: es un camino que diseña objetivos sumamente concretos. Algunas cosas se podrán lograr y otras no, no les llegó el tiempo, la posibilidad concreta de vivirlas. No tenemos la misma chance para todas las utopías disponibles, es verdad, pero eso no significa que sean imposibles por definición porque sería igual que reconocer que la existencia humana es un experimento infeliz y hasta indebido. Comparar todo termina siendo un ejercicio de mediocridad, de manera que tampoco vamos a hacerlo respecto de la importancia que tiene la sexualidad en nuestra vida. Pero es seguro que difícilmente podrán encontrarse aspectos de la existencia más trascendentes: en todo caso algunos de ellos son igualmente importantes, pero no más. Es uno de los “instintos primarios”, junto con la alimentación y el sueño, y por algo es. Y en nuestra especie se ha escindido o distinguido de la reproducción, y por algo es. Es placer y comunicación, alegría y gozo, expresión y recepción, y por algo es. Es, o debería ser, una fiesta. No una obligación ni una absurda demostración de poder. Y claro que también existe el erotismo, esa maravillosa cualidad de la imaginación que acaricia sin tocar, excita sin decir, sugiere sin abalanzarse y logra despertar el deseo sin gestos o maniobras explícitas. Sí, sí, es cierto, es real y posible también, es francamente poético. Todo bien por ahí, pero me pregunto si es menos poética la fuerza arrolladora que nos impele y obliga a ir al frente, valientemente por qué no. No, no creo que sea menos poético, a no ser que reservemos la poesía para los ángeles porque lo vivo y lo terráqueo nos dan asco, nos repugnan y entonces necesitamos una vida de sutilezas idiotas para gambetear la verdad y esconder el deseo, como si fuera algo vergonzante. Es como aceptar que pertenecemos a la naturaleza, que somos naturaleza. ¡Válgame dios! Eso no, perdonen ustedes por sólo pensarlo y para qué hablar por decirlo: la versión oficial es que no vinimos al mundo para ser un bicho más, la sola idea es insoportable y requiere largas ceremonias de perdón y purificación. Por ejemplo: destruir a la propia Naturaleza para obtener la ansiada redención, que por lo general es asexuada. Hay algo implícito en todas las concepciones del hombre y la vida que contienen las diversas medicinas respetuosas de la naturaleza. O bien, algo que se aprende ejerciendo alguna de estas medicinas. Y es que cualquier organismo vivo puede cambiar positivamente o sanarse dentro de lo que es, y no dentro de lo que no es. Intentar cambiar dentro de las categorías de ángel desterrado o demonio encarnado es ilusorio, instala la existencia personal dentro de algo irreal que podría llamarse vida virtual, pero nunca vida real. Sí, sí: si es que tuvimos que “venir” es porque no somos de acá, tal vez seamos extraterrestres o ángeles tontos caídos de alguna nube, y eso se le olvidó al excelente escritor del Génesis, que es de lo mejor, no hay dudas. Y como previsibles foráneos, según la cultura estándar, entonces lo terráqueo nos parece inmundo, rechazable. Pero ahí y aquí, adentro nuestro, la vida sigue viviendo, groseramente cierta, indiscutible. Mientras el corazón decida latir y la sangre circular con carga nueva que nutre para vivir, será así. Porque seamos claros: la vida es sexual. Ah, una cosa más con el erotismo, esa sutileza magnífica y ambientadora, perfumada y nutritiva de las células del alma y del cuerpo. Sí, sí, un comentario más sobre el erotismo debido y nunca tan bien ponderado: ese juego fantástico tiene sentido, nada más y nada menos, porque prepara y hasta anuncia su consumación. Es el deseo salvaje, animal, el que le da sentido, el que le proporciona fundamento y dirección, el mismo que pasa por alambiques y extrañas tuberías del alma y se deposita en un ramo de flores. Y entonces uno se pregunta por qué extraña razón hay que andar eligiendo, por qué impedimento legal, emocional, físico o ideológico no se puede vivir todo, todo lo que vale y la vida nos ofrece en el único mercado realmente valioso. La vida es abundancia, no restricción, no mediocre elección de una parcela diminuta y miserable que termina siendo otra mentira. Solo espíritus retorcidos pueden suponer que es necesario “sublimar” a esa abundante y generosa energía, la misma que devenida en deseo nos mantiene vivos, para transformarla en “cultura”. Y que así, visto desde acá, rápido y en este preciso instante, sólo puede ser una cultura de mierda, diarrea crónica de gente que no tiene los patitos en fila. Sí, sí, estoy de acuerdo: mejor que ahora dejemos ese escabroso tema, pero aquí está y así queda: picando y picante, pidiendo más pista pero en otro vuelo. Por ahora basta con saber que la vida es abundancia y generosidad. No es restrictiva y mezquina: es generosa y abundante, en el orden que quieran.
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