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La Gripe, la Gripa, amigos y conocidos Aquí se cuenta porqué es correcto "agarrarse una gripe", pero también qué significa y cómo se puede prevenir y tratar"
Las gripes gozan de amplio y merecido prestigio en todas las estadísticas sanitarias y también ocupan su lugar en la lista de preocupaciones anuales de casi todas las personas. Muchos las esperan alegremente, saboreando algunos días de descanso justificado: son las gripes con goce de sueldo. Otros las piden para justificar inasistencias o cierto súbito impedimento que los priva de la alegría de enfrentar a la mesa examinadora: son las gripes recetadas. Pero hay también quienes miran fieramente el almanaque posicionándose en marzo y se preparan para testear su nivel defensivo jurándose que ese año no habrá más gripes ni olvidos. Y en México la han rebautizado para que no queden dudas acerca del castigo patriarcal que implica: allí la enfermedad es enteramente femenina, la famosa gripa. Se verá, entonces, que la gripe da para todo. En la vida y el habla cotidiana, gripe es cualquier cuadro caracterizado por fiebre e inflamación de las vías respiratorias. Si tiene estos dos componentes nadie duda en hacer el diagnóstico y emprender una decidida auto terapia compuesta por aspirina o cosa parecida, descongestivos nasales y hasta antibióticos. La gran mayoría tiene la suficiente experiencia en estos asuntos como para saber que casi todos los médicos proceden exactamente igual, de manera que piden auxilio al familiar más cercano para que vaya hasta la farmacia (también más cercana) y adquiera el arsenal correspondiente. El único problema serio es que los farmacéuticos y los familiares no pueden extender certificados que justifiquen los días de inasistencia, pero para eso están las organizaciones de medicina laboral o algún médico comprensivo. Es necesario, entonces, estar suficientemente enfermo cuando llega el médico que otorgará el pasaporte para estar acostado y mirar cuanta pavada ofrezca la televisión. Más grave que la gripe es no estar cuando llega el médico justificador o presentarse con la sana apariencia de quien acaba de trotar media hora por Palermo y ahora se prepara alegremente para bailar con el equipo de música a todo sonar. No señor, las cosas hay que hacerlas bien. Es necesario preparar un ambiente algo lúgubre, con luces tenues que ayuden a empalidecer el rostro y emitir cierta voz apagada, tipo un cuarto de agonizante. Más que esto no es conveniente porque será demasiado alevoso, casi provocador. De cualquier manera, los médicos que se dedican a esa tarea están bien entrenados en la suspicacia y tienen un margen de tolerancia que no es prudente sobrepasar. Digamos que puede contarse con su complicidad siempre que uno no abuse pretendiendo quince días de licencia por una gripecita de cuarta: así está todo bien.
Etimologías Gripe, 1897. Del francés Grippe id., 1762 y éste del suizo-alemán grüpi id., 1510, derivado de grüpe(n), “agacharse, acurrucarse”, “temblar de frío”, “estar enfermizo, encontrarse mal” (Corominas) Gripe, gripa: cierta enfermedad infecciosa aguda; francés grippe, “gripe, ataque, acceso, asimiento”. De gripper “asir, coger”, del franco gripan, del germánico gripan, asir, del indoeuropeo ghreib- “asir”. (Gómez de Silva) Resulta de verdad interesante, y hasta sorprendente, ver las diferencias que exhiben estos autores. La primera definición describe claramente la situación gripal: “agacharse, acurrucarse, temblar de frío”. Mientras que la segunda le da la razón a una expresión muy popular y que, a primera vista, parece inadecuada o desacertada: “me agarré una gripe”. Y sin embargo es maravillosamente correcto: asir y agarrar es lo mismo, de manera que “agarrarse una gripe” ¡es de lo más ortodoxo que a uno podría ocurrírsele!
Un poco de virus, para amenizar Estrictamente hablando el tema gripe se inscribe en el capítulo de las infecciones virales respiratorias. Si se trata de bacterias otra es la cuestión, tal cual sucede en las amigdalitis por estreptococo o las neumonías por diplococo o haemophilus. Se verá que hemos agregado el componente de la localización, que puede ubicarse en cualquier lugar del aparato respiratorio. Desde la nariz (rinitis) hasta los alvéolos pulmonares (neumonía) pasando por las amígdalas, la faringe, la laringe, la tráquea y los bronquios sin olvidar los senos paranasales (sinusitis), las trompas (eustaquitis) y los oídos (otitis). A la vez se abre otro interrogante: ¿serán virus o bacterias? ¿Se tratará de una infección, de una inflamación o de un problema alérgico?
Si nos quedamos
en la posible etiología viral -tal cual sucede en la gran mayoría de los
casos- sería bueno ser más concreto y referirnos a las seis posibilidades de
engripar. Un vistazo a la tabla siguiente sobre virus respiratorios y las
enfermedades resultantes será de ayuda para situarnos en el tema.
Esta tabla del Tratado de Medicina Interna de Kelley ilustra acerca de los cuadros respiratorios de origen viral, entre los cuales resalta el de la influenza como el único estrictamente gripal.
¿Será gripe o qué? Lo más claro respecto de estos cuadros es que, por lo general, son absolutamente confusos. Hay un estilo de enfermedad estacional anual que puede ser alguno de los cuadros clínicos de la tabla o cierta mixtura bastante personal aunque reconocible porque inevitablemente se presenta igual y puntualmente todos los años. Pero la variedad de presentaciones es casi infinita, aunque con características comunes a todos. Sucede como con los seres humanos, quienes somos “singularmente parecidos” según Borges. Llega el momento de distinguir entre la gripe como definida enfermedad producida por el virus de la influenza y los estados gripales -abrumadoramente mayoritarios- caracterizados por fiebre, decaimiento, dolores musculares e inflamación de las mucosas respiratorias. Y también se hace necesario despejar algunos equívocos que pueden confundir innecesariamente, como ocurre con las complejas relaciones entre fiebre, infección e inflamación. En un organismo básicamente sano, la fiebre es una respuesta defensiva normal en el marco de un cuadro infeccioso, de manera que no hay que suprimirla. Pero puede darse fiebre sin infección, como en las inflamaciones extensas, o infección sin fiebre como ocurre en quienes experimentan un fallo de su sistema inmunológico. Por su particular ubicación anatómica y la constitución linfática de sus tejidos, es evidente que las amígdalas palatinas (únicos ganglios linfáticos de fácil observación) serán afectadas. Ésa es justamente su importante función defensiva: sólo cuando esta barrera es rebasada pueden comprometerse estructuras ubicadas a niveles más profundos como la tráquea y los bronquios. De manera que las famosas “placas” de las amígdalas son absolutamente normales en este proceso general de adecuación defensiva, y no deben confundirse en principio con una amigdalitis por estreptococo. En realidad no son placas, si no simple exudado inflamatorio producto de la batalla. No obstante, ésta verificación funciona para muchas personas como inequívoca señal de necesitar antibióticos. ¿Saben ustedes que los antibióticos son ineficaces contra los virus? Sin embargo, la mayoría de los médicos formulan correctamente el diagnóstico de infección viral… ¡y a continuación recetan antibióticos! Después del segundo episodio parecido no debe extrañar, entonces, que el mismo paciente resuelva administrárselos por su cuenta. Y si bien la terapéutica de estos cuadros se desarrolla más adelante en este artículo, es bueno recordar que la medicina energética posee muchos, variados y buenos recursos para tratarlos. Tanto la acupuntura como la administración de medicamentos homeopáticos u oligoelementos como el gluconato de cobre suelen resolver la situación, que incluso en la mayoría de los casos es evitable ingiriendo preventivamente uno o dos gramos diarios de vitamina C a partir del otoño o utilizando preventivamente una variedad de los medicamentos mencionados. Pero nuestra preocupación principal, por ahora, sigue siendo intentar entender la significación del estado gripal en el contexto de la vida de las personas.
¿Qué significa la gripe? Es posible que a esta altura los lectores hayan desarrollado cierta complicidad como para aceptar que la gran mayoría de las gripes son, en realidad, estados de tipo gripal. Por otra parte no es fácil verificar si siempre hay virus y cuál es el responsable de la infección, ya que las investigaciones virológicas son costosas y a nadie se le ocurriría solicitarlas para resolver esta clase de enigma. Y recién ahora aparecen las cuestiones más interesantes relacionadas con la gripe, la gripa y sus amigos y conocidos. ¿Por qué aparecen epidémicamente en las épocas frías o cambios hacia el frío? ¿Por qué todos no se enferman cuando se desarrolla una epidemia? ¿Por qué razón muchas personas “se engripan” cuando experimentan alguna conmoción o realizan un gran esfuerzo? ¿De quién o qué se contagian las personas que enferman fuera de un marco epidémico que lo haga más comprensible y aceptable? ¿Por qué razón muchos cuadros parecidos son catalogados como alérgicos o se supone que se “transforman” derivando hacia lo infeccioso o cronificándose de tal manera que confunden al observador? No hay respuesta concluyente para todos estos interrogantes, que muy bien podrían llenar las páginas de un libro o crear una apasionante serie de televisión con guion, actores y escenografía viral. Pero podemos arriesgar alguna información y ciertas hipótesis para continuar con el noble intento de complicarnos la existencia. Se sabe que el frío enlentece el suave movimiento de los cilios, esos minúsculos filamentos que tapizan las mucosas respiratorias y cuya función es protegerlas limpiándolas constantemente. Tiene lógica, entonces, que durante las épocas frías el aparato respiratorio se encuentre más expuesto y enferme especialmente cuando el frío aparece en forma brusca y golpea sin adaptación previa. Acerca de por qué algunos enferman y otros no, la respuesta parece sencilla: depende de las defensas individuales. Es cierto pero el asunto es un poco más complejo: está en función de las relaciones que se establecen entre el organismo y la población viral. Si ésta última es muy concentrada y patogénica (variable propiedad de los microrganismos que justamente se denomina virulencia) entonces no es fácil evitar la enfermedad. Las derivaciones del enfrentamiento dependen de dos hechos: la virulencia de la población viral y la capacidad defensiva del organismo. Si esta última excede a las fuerzas del agresor, entonces podrá evitarse la enfermedad. Quedan los casos de explicación algo difícil pero mucho más interesante para profundizar en la génesis y significación de estos cuadros, los más comunes de la patología humana. Podría decirse que cuando algún acontecimiento produce una fuerte conmoción o implica un excesivo gasto de energía, entonces se cumple la condición expresada en una sentencia de la medicina tradicional china: “El problema no es el agresor sino quien le abre la puerta”. Es cierto pero no alcanza a explicar la gran cantidad de cuadros gripales que se presentan fuera de las estaciones frías. A no ser que atribuyamos una etiología alérgica a todo lo que no entendemos o resulta difícil de explicar. (De hecho, “Los Virus” y “La Alergia” son dos buenos aliados de la ignorancia al momento de arriesgar un diagnóstico.) En todas las consideraciones hechas hasta el momento hay un elemento esencial e indiscutible: hemos supuesto que todas las infecciones son exógenas, que hay una cantidad de microrganismos “sueltos por el aire” o capaces de penetrar en el nuestro a través de micro gotas de la saliva, alimentos o agua. Todas estas posibilidades son plausibles en el caso de las epidemias, cuando la oferta de virus en el medioambiente es generosa, pero ¿sirve para explicar lo que ocurre en otras situaciones? ¿Es lógico suponer que los microrganismos (virus, bacterias, etc.) viven agazapados esperando la oportunidad de que nuestras defensas bajen para atacarnos y producir la enfermedad? No suena convincente. ¿Se imaginan la cantidad de microrganismos patógenos correspondientes a la numerosa serie de enfermedades posibles que deberían hacer lista de espera, merodeando a sus presas? Por otra parte muchos de estos pequeños seres conviven habitualmente con nosotros y hasta nos ayudan a vivir, tal cual ocurre con la llamada flora normal del aparato digestivo que realiza una numerosa serie de operaciones bioquímicas vitales para nuestra subsistencia. Entonces uno se pregunta si es correcta esta visión-western de la realidad que nos han enseñado los microbiólogos en la facultad de medicina: los microrganismos son perversos por definición y hay que eliminarlos a todos si se pretende ser feliz o, por lo menos, vivir cómodamente instalado en la realidad. E intenta llegar al fondo de la cuestión planteando la pregunta esencial para resolverla: ¿será cierto que todas las infecciones “vienen desde afuera”, no habrá infecciones endógenas, situaciones en las cuales el propio organismo “fabrica” la enfermedad incluyendo los virus y las bacterias que parecen ocasionarla? A primera vista parece una pregunta extraña que sugiere una respuesta bastante loca o extravagante, ya que contradice conocimientos “esenciales” socialmente aceptados sin discusión. Se trata de opiniones aceptadas con facilidad porque producen cierto descompromiso en relación con la propia responsabilidad hacia nuestra salud gracias a la hipótesis demoníaca que contiene: hay enemigos que vienen desde afuera y contra los que no hay nada que hacer salvo eliminarlos sin piedad, si es que se puede. No obstante, algo se ha ganado en la aclaración de estos asuntos porque ya se acepta que el sistema inmunológico es clave para generar defensas necesarias a fin de poder enfrentar cualquier agresión. Y no solo para defenderse de las enfermedades infecciosas: también se empieza a conocer (y reconocer) su vital participación en asuntos tan trascendentes como el cáncer, el sida y el proceso de envejecimiento. Pero a este sistema no le cuesta poco ser eficaz cuando debe enfrentar a su enemigo más difícil de convencer: la propia persona que lo contiene. Tanto que el capítulo de las enfermedades autoinmunes (algunas artritis, lupus, ciertos hipotiroidismos, etc.) tiene cada vez más espacio en las estadísticas y los tratados de medicina interna. Dejamos su profundización para otra ocasión con el fin de centrarnos en la apasionante temática de la gripe que, como es notorio, viene cada vez más interesante.
La gripe no siempre necesita virus Con ánimo de aclarar el tema vamos a distinguir varias situaciones diferentes, aclarando que aquí se denomina gripe a todas las afecciones caracterizadas por malestar general y aparición de síntomas respiratorios, con o sin fiebre:
Y ahora, se incorpora al juego la aparición de una gran cantidad de cuadros gripales en personas que no cumplen ninguno de estos requisitos: no están expuestos a una epidemia estacional, no tienen sus defensas excesivamente bajas a juzgar por la clínica y tampoco viven una condición alérgica crónica. No crean que estos casos son excepcionales: en mi experiencia profesional son muy frecuentes. De golpe y sin aviso un señor o una señora de variada edad, un adolescente o algún chico “aparecen con gripe” en el consultorio sin ninguna lógica aparente. Verdaderamente da para pensar cuál es la razón y obliga a replantear la fácil y habitual interpretación “infecciosa” de estos cuadros. Es cierto que no evolucionan exactamente igual que las gripes epidémicas, si bien respetan cierto patrón personal asociado a los cuadros gripales. (A pesar de su estilo básico, las gripes son muy creativas y cada persona está muy orgullosa de su peculiar estilo de engripar). Por otra parte suelen aparecer en el contexto de un trabajo energético y se parecen sospechosamente a las “gripes” que “coinciden” con fuertes sacudidas emocionales. Esto me puso en la pista de pensar el tema gripe como asociado a los eventos que suelen desarrollarse cuando comienza a movilizarse la energía de una persona en el devenir del tratamiento. Por otra parte consulté algunos trabajos de Reich donde el tema aparece de costado, en referencia a las infecciones vaginales curadas con energía orgón. Uniendo esta peculiaridad a otros hallazgos, Reich sugiere que estas infecciones son generadas por una disfunción energética del organismo y los agentes infecciosos (Tricomonas, Candida, etc.) ¡por la propia mucosa vaginal! En esos momentos me pareció una idea extremadamente audaz y genial porque esbozaba una hipótesis realmente revolucionaria: la existencia de infecciones de origen endógeno. Ya no dudo de esta posibilidad luego de haber visto tantos casos de “gripe” en el transcurso de los tratamientos desarrollados en el contexto de la medicina energética. Es muy posible que esto ocurra. O sea: el propio sistema puede generar microrganismos por degeneración de células mucosas y desarrollar el resto de la enfermedad con la “ayuda” de virus o bacterias autogenerados. O incluso readaptando a los propios, a los que existen como parásitos. También el notorio efecto de la acupuntura en las enfermedades virales es un fuerte argumento a favor de la hipótesis endógena, ya que el restablecimiento de la circulación energética y la consiguiente elevación de las defensas suelen ser suficientes para acelerar la curación sin necesidad de ningún medicamento. Podrá decirse que hay pruebas científicas suficientes que demuestran el efecto patógeno de tales virus y bacterias en los casos de infección exógena. Pero puede contestarse que no existe contradicción alguna entre ambos posibles orígenes, ya que pueden coexistir o generarse mutuamente. Por ejemplo: alguien puede desarrollar una infección endógena y transformarse en el emisor de partículas virales que promoverá infección exógena en personas con su capacidad defensiva disminuida. Es cierto que se requiere mucha más investigación para corroborar esta hipótesis, que podría suscribir cualquier persona que trabaje en la clínica desde la energía de las personas y no solo con sus “productos sintomáticos”.
Es mejor engriparse que engrupirse Está claro que una interpretación semejante se hace desde una mirada distinta a la estándar, para la cual los comentarios anteriores pueden sonar falsos o hasta estrambóticos. Pero antes de cerrar el tema es necesario precisarlo mejor. ¿Qué significado tienen estos cuadros gripales o pseudo-gripales que aparecen en el devenir de los tratamientos y también fuera de ellos? ¿A qué se deben y qué expresan? Es interesante saber que la mayoría de las personas los experimentan en el contexto de un proceso de mejoría de su problemática original. A veces se sientan y refieren “la gripe” casi por casualidad, molestos o indiferentes. Otros se olvidan de contarlo, como si la gripe le ocurriera a otra persona o a otro cuerpo que no es el que llevan hasta el consultorio para ser tratado. ¡Ninguna de estas cosas son casuales y tienen una profunda relación con la coraza y los cambios que en ella produce el tratamiento! Cuando la terapia funciona bien la energía comienza a circular en direcciones que no estaban adecuadamente transitadas, orientando al organismo hacia una situación de equilibrio. En ese movimiento de la energía comienzan a disolverse antiguos bloqueos responsables de los síntomas. Y es justamente en esos movimientos que intentan “ablandar la coraza” cuando aparecen estos síntomas de tipo gripal. Es natural que la coraza se defienda contra la “novedad” y pelee para conservar su predominancia. Las consecuencias de tal enfrentamiento, que pasa por una fase de transición y adaptación a la nueva circunstancia, son llamadas “gripe” con la misma justicia o pertinencia que podrían denominarse movimientos de la energía de un ser vivo en proceso de curación. Por otra parte todo proceso caracterizado por una descarga de mucosidad debe intentar entenderse desde la perspectiva de un organismo que está intentando limpiarse, tal cual ocurre en los procesos de desintoxicación. Esta nueva manera de interpretar a los fenómenos gripales -movimiento en la coraza e intento de limpieza- tiene así una fuerte coherencia que los torna comprensibles y racionales desde la óptica del funcionamiento de un organismo viviente y sus intentos para liberarse de la asfixiante limitación expresada en la existencia del acorazamiento crónico. De manera que algunas gripes deberían ser saludadas con alegría, otras podrían evitarse y todas deberían intentar comprenderse en función del momento y las peculiaridades del metabolismo energético de cada engripado en particular.
La gripe como descanso forzoso (o parar como sea) Es muy frecuente que viviendo en cualquiera de los posibles vértigos y a punto del desmayo, aparezca una gripe providencial, esa clase de acontecimiento que nos obliga a parar más allá de nuestra intención y deseo. Podría decirse que es porque, muy probablemente, las defensas están bajas. Y es posible, pero también cabe la posibilidad de que nuestro organismo aproveche la posibilidad de atravesar un problema menor, como la gran mayoría de los cuadros de tipo gripal, para parar y tomarse un descanso. Cuando es así, suele decirse que “el cuerpo es inteligente”, lo cual sugiere dos cosas casi al unísono: que somos tarados y que no somos “el cuerpo”. Bueno, podríamos negociar con la grave acusación, que así suena, diciendo que nuestras dos dimensiones entran en conflicto, quizá transitorio. La dimensión cuerpo opta por parar sin consultar con nadie, abrumado por el exceso de ocupación, vértigo y ruido. La dimensión psíquica consciente abusa de la otra y pretende seguir cueste lo que cueste. Y la gripe decide. Sea como sea es una buena manera de parar y es bueno hacer lo posible para disfrutarla. Después de todo, alguna vez habrá que reconocer que la obsesión por la eficacia y el rendimiento óptimo constante, sin pausa pero con prisa, no es ninguna virtud ni merecerá jamás alguna condecoración y, mucho menos, una estatua. Y entonces ahí va la gripe, como abanderada de cierta racionalidad que muy probablemente hayamos perdido hace tiempo. De manera que ¿para qué pasar por algunos síntomas bastante molestos si podemos parar un poco antes de que aparezcan? Entonces: no es mala idea aprovechar la gripe. Aunque hagamos algún tratamiento que funcione bien, paremos o bajemos la velocidad por unos días que nadie se muere por eso y es casi seguro que el universo seguirá funcionando sin nuestra imprescindible presencia e irremplazable actividad.
Sobre vacunaciones y tratamientos estándar No este el lugar para detenerse en consideraciones sanitarias, políticas, ideológicas y económicas relacionadas con la gripe y su “último grito de la moda”, que ahora se escucha muy poco y ha perdido capacidad de producir pánico: la gripe porcina. Esos asuntos están planteados en otro trabajo que pueden consultar en http://www.acupuntura-orgon.com.ar/Morir_como_chanchos.htm (Información, análisis y comentarios sobre la nueva mentira sanitaria: la gripe porcina, julio del 2009). En cambio, y antes de entrar en ciertas sugerencias relacionadas con la prevención y tratamiento de la gripe, algunas pocas palabras sobre vacunas y tratamientos de uso habitual. Los famosos y conocidos “antigripales” (anti-piréticos, analgésicos, anti-inflamatorios, anti-histamínicos, descongestivos nasales) son absolutamente todos de puro efecto sintomático, no van a la raíz del asunto y su mayor utilidad (como la de todos los medicamentos “anti-algo”) consiste en evitar al afectado la molestia de darse cuenta de lo que tiene, nada más. Las vacunas antigripales, especialmente cuando se utilizan masivamente en forma de “nobles cruzadas contra la enfermedad” son de efecto dudoso y, todavía, de consecuencias imprevisibles: la cuestión de las vacunas es todo un tema general de la medicina que merecerá más espacio en el futuro. Podría aceptarse en grupos de riesgo, especialmente el de personas de alta edad y que, además, tengan antecedentes de afecciones respiratorias. Pero se trata de evitar el ataque de cepas específicas, básicamente del virus de la influenza, y éstas tienen la capacidad de mutar constantemente, razón por la cual su verdadera eficacia es muy discutible. Además, muchas veces la propia vacuna produce la gripe que trata de evitar, un conocido “accidente de vacunación” que se presenta con mayor probabilidad en quienes tienen su sistema inmunológico disminuido, justamente la población de riesgo que se ha mencionado. Y también son un caso de ilusionismo sanitario: si los antigripales producen la ilusión de que “no pasa nada”, las vacunas ofrecen la fantasía resuelta de que tampoco pasará nada porque “alguien se ocupa de nosotros”, así no funcionen y puedan producir efectos secundarios.
Prevención de la gripe y estados gripales Suponiendo que uno ha decidido renunciar a unos días de descanso autorizados por la gripe, o bien, que existen motivos importantes para negarse a ese entrenamiento y puesta a punto del sistema inmunológico, aquí van algunas sugerencias para poner en marcha. Todas ellas son de aplicación a partir de mediados del otoño o cuando se produzcan bruscos cambios de temperatura. Y existen algunas opciones de buenos y comprobados resultados:
Es bueno utilizar también la vitamina C si es que uno opta por homeopatía o los oligoelementos, ya que hay que elegir entre Influenzinum o Manganeso-Cobre. Todo bien, ¿pero qué hacer si la prevención fracasa o no se tomó ninguna precaución y “me agarró la gripe”? Entonces: Tratamiento de la gripe con homeopatía Está claro que es mejor hacer preparar con anticipación alguna de las dos fórmulas que se exponen a continuación, cosa de tenerlas listas si fuera necesario para comenzar a tomarlas de inmediato por que es la única manera de tener éxito en el tratamiento. Una ventaja muy importante (y práctica) de los preparados homeopáticos es que no vencen, así que estarán siempre listos para cuando uno los necesite. Hay una fórmula en gotas y otra en comprimidos: En gotas:
Contenido en etanol: 35% (vol.) Los medicamentos van juntos (es un compuesto) en un frasco de 100 mililitros. Posología: En general, 10 gotas en un poco de agua, 3 veces al día. En afecciones agudas, como es el caso de la gripe, inicialmente 10 gotas cada 15 minutos (durante 2 horas como máximo). Luego de las dos primeras horas se va espaciando, de acuerdo a la evolución, de manera de quedar en tres tomas diarias hasta dos días después de que hayan cesado los síntomas. Y no hay riesgo de “excederse” en las dosis, porque la homeopatía no produce efectos secundarios. En comprimidos, cada uno de ellos contiene:
Excipientes: estearato de magnesio, lactosa. Este compuesto se prepara en frascos que contienen 50 comprimidos. Posología: En general, 1 comprimido 3-5 veces al día, dejándolo disolver en la boca. En afecciones agudas, como la gripe: 1 comprimido cada 15 minutos durante 2 horas como máximo. Y luego espaciar, como en el caso de las gotas.
Tratamiento de la gripe con oligoelementos En el terreno puramente terapéutico, es importante saber que tanto la homeopatía como la oligoterapia pueden dar excelentes resultados. Hay variedad de medicamentos y compuestos homeopáticos muy eficaces, pero aquí voy a contarles algo acerca del uso de los oligoelementos debido a que los receto desde hace varios años para tratar los cuadros gripales (entre otras cosas) y no han logrado desilusionarme. Claro que tienen un problema serio: son muy eficaces y muy baratos si es que a algún ministerio de salud de algún país se les ocurriera confeccionarlos para uso masivo. Y encima hay trabajos y estadística a favor. No pretendo aquí explicar demasiado extenso en qué consiste la oligoterapia. Pero sí decir que los oligoelementos son importantes catalizadores biológicos, indispensables para hacer funcionar el metabolismo de los seres vivos. Se los denominó así debido a que se encuentran en poca cantidad (oligo significa poco), lo cual no les quita la relevancia que tienen. Muchos de ellos son bien conocidos: manganeso, zinc, cobre, cobalto, hierro, selenio, oro, plata, níquel, flúor, yodo, aluminio, litio y bismuto. Y los primeros investigadores del tema, que se desarrolló en Francia, se agruparon en 1901 fundando la primera “Sociedad médica para el estudio de los oligoelementos”. Encontraron que diluidos en gluconatos (para ser eficazmente absorbidos por la mucosa sublingual) y en una concentración equivalente a su peso atómico resultaban excepcionalmente eficaces para variedad de dolencias. Investigaron, trataron infinidad de personas, escribieron y publicaron muchos trabajos. ¿Ustedes escucharon hablar del tema? Me imagino que igual que quienes estudiamos medicina en la facultad. O sea: nunca, la cuestión no existe. Y, por favor, no me pregunten por qué extraña razón algo que funciona bien en medicina no se enseña o es desconocido. ¿Tal vez porque, si bien la mayoría de las publicaciones es posterior a 1950, nació en 1901? ¿Se trata de una cosa vieja, superada? En absoluto: la única razón es que los popes de la medicina los desconocen (pero si alguien les pregunta probablemente dirán que no sirven sin siquiera haber escuchado de su existencia) y a las empresas farmacéuticas no les habrá parecido buen negocio. Bueno, y para ir al grano, que esto se está extendiendo más que una gripe: el gluconato de cobre es notoriamente eficaz en cuadros infecciosos, especialmente si se lo asocia con ácido ascórbico (vitamina C). Y su efectividad es muy notoria en las virosis como la gripe, para las cuales no hay demostrado ningún tratamiento eficaz en la medicina convencional. Ahora, y como para ir terminando, voy a transcribir un pasaje del libro “Utilización terapéutica de los Oligoelementos” del doctor Picard, donde se refiere una investigación sobre la gripe, cuyos resultados concuerdan por completo con los míos. Y considérese, también, un homenaje a quienes los investigaron con pasión y eficacia: el mismo Picard y los doctores Bertrand y Menètrier. “1970.- Utilizamos el Cobre en el tratamiento de enfermedades infecciosas y en particular la gripe, desde hace más de quince años. Hemos constatado muy regularmente que su empleo (de una a tres ampollas orales de Cobre Oligosol al día) desde la aparición de los primeros síntomas, detiene la evolución en más del 90% de los casos y esto entre las 24 y las 48 horas. “Después, el paciente no experimenta la clásica astenia (cansancio) pos gripal. “Buscando el establecimiento de una estadística sobre datos precisos, hemos pedido a la responsable de un convento de religiosas enclaustradas que aplicara sistemáticamente este tratamiento desde los primeros síntomas gripales a toda religiosa que los presentara, con excepción de algunas, curadas de forma clásica. “En abril de 1970, volviendo a visitar a nuestros pacientes de esa comunidad, fuimos calurosamente gratificados. A pesar de la severa epidemia que sacudió durante el invierno, el número de personas encamadas por gripe fue restringido y las duraciones de indisponibilidad muy cortas. Estas son las cifras que se nos han comunicado: “Comunidad de 102 mujeres comprendidas entre los 20 y los 95 años. Sesenta personas aquejadas de síntomas gripales, 50 tratadas con Cobre Oligosol a razón de dos ampollas orales al día durante dos días, y una durante los tres días siguientes. “Resultados: “De 50 enfermas tratadas, 49 estuvieron de pié entre las 24 y las 48 horas, una sola tuvo que guardar cama durante más de cinco días y quizá porque había revelado tardíamente sus malestares. Las 49 restantes constataron todas la ausencia de astenia pos gripal. Las 10 testigos no tratadas con Cobre, tuvieron que guardar cama durante más de cinco días y constataron después una astenia importante. Algunas tuvieron complicaciones. “Un amplio estudio de la aplicación del Cobre catalítico al conjunto de las enfermedades víricas y microbianas nos parece enormemente interesante. Nuestra experiencia personal ya antigua, lo mismo que la de nuestros colaboradores, nos incita a pensar que poseemos con las simples ampollas de Gluconato de Cobre el medio más seguro, más eficaz y menos peligroso de devolver al organismo sus capacidades de defensa ante el agresor infeccioso viral.” ¿Esta muy claro, no? Si deciden usarlo, tienen que conseguir una farmacia que los elabore de acuerdo a la técnica de Menètrier, tal cual se explicó para el caso del Manganeso-Cobre en cuanto a la prevención. Si logran esa hazaña, deben pedir un frasco que contenga 60 mililitros de Gluconato de Cobre: esta es la cantidad para una persona (y una gripe). Utilicen la misma técnica que ya se describió para el Manganeso-Cobre: 40 gotas debajo de la lengua, retener dos minutos, tragar y después tomar dos gramos de vitamina C. Frecuencia: El primer y segundo día: tres veces. El tercer y cuarto día: dos veces. El quinto y sexto día: una vez.
El tratamiento es muy eficaz si se comienza inmediatamente, en cuanto aparecen los primeros síntomas. Los oligoelementos así preparados, tienen vencimiento a los 45 días. Es obvio que, debido al desconocimiento y desinterés acerca de esta técnica, no les va a resultar fácil conseguirlos, a diferencia de las fórmulas homeopáticas. Pero no puedo dejar de decir que la eficacia del cobre + vitamina C es francamente excepcional en los cuadros gripales: es mi experiencia y la de todos aquellos que utilizaron esta receta desde que la recomiendo, hace ya varios años. Y ya que estamos, de paso, repetir una vez más que en eso tendría que consistir la medicina: eficacia, ausencia de complicaciones, inexistencia de peligrosos efectos secundarios de las medicaciones indicadas y bajo costo.
Dr. Carlos Inza
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