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Los acumuladores de energía orgón Revitalización y Envejecimiento
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Energía, carácter y sociedad 2. La vida es en sociedadLa sociedad es el ambiente más íntimo de la experiencia humana. La existencia concreta de las personas se desarrolla en pequeños grupos: la familia, el barrio, la escuela, el trabajo, los amigos y conocidos. Grupos que contienen y vinculan con la sociedad en su conjunto. Borges decía que todos los humanos somos “singularmente parecidos”, y esto es visible si nos damos una vuelta por el interior de cada país y por el mundo. Los estilos son diferentes porque la especificidad de cada lugar es diferente, pero hay algo central o nuclear en la especie humana que es idéntico en todo el planeta. Mirando con otros ojos, es muy fácil advertir que pertenecemos a la misma especie. Basta con
ver una escena de la película Cigarros
para comprenderlo. En una cigarrería de Brooklyn, New York, hay cuatro o cinco
hombres: blancos y negros, comerciante, escritor, empleado, barredor,
desocupado. Están conversando en la intimidad. ¿De qué hablan estos hombres?
Hablan de lo mismo que otros hombres hablan en Estocolmo, México, Buenos Aires,
Rio de Janeiro, San Juan o La Pampa: discuten apasionadamente sobre deportes,
mujeres y un poco de política. Podrá decirse que estos temas corresponden a
una determinada cultura humana y es cierto: ignoro acerca de qué conversan los
habitantes del Amazonas, del Sahara, de Nepal o Shangai, pero no me sorprendería
que los contenidos fueran similares o equivalentes. Todo esto sirve, no sólo para tributar un homenaje al gran artista del juego que amo, sino también para acompañar la idea de que son más importantes y numerosos los lazos que nos unen al resto de los humanos, que las particularidades que nos diferencian. En este sentido -el de entender a los hombres y sus circunstancias- la visión de los sanitaristas es demasiado elemental y arbitraria. Es claro que sus concepciones se derivan de la equivocada mirada de la civilización místico-mecanicista, pero allí están las consecuencias. Un sanitarista brillante y excéntrico dijo irónicamente que “la vida es una enfermedad de pronóstico letal a forma de transmisión sexual”. En esa frase genial queda sintetizado todo lo que la ciencia sanitaria oficial podría decir acerca de la vida humana si fuera honesta y coherente consigo misma. Es que la
visión sanitaria se dedica a mirar superficialmente algunas de las
consecuencias de este modelo de desarrollo humano sin profundizar en sus
causas,
siempre que no sean tan evidentes e inmediatas como el consumo de agua podrida.
Resulta evidente que se trata de una visión infantil y hasta ridícula acerca
de los gestores de enfermedad en la especie humana. Es fácil disertar acerca de
la relación entre agua estancada, mosquito Anopheles y paludismo. Pero no lo es
cuando deben relacionarse estilos de vida determinados e incidencia de cáncer,
sida o enfermedades cardiovasculares. Allí se les queman los papeles porque si
pretenden llegar lejos en el análisis, entrarían inevitablemente en pugna con
las concepciones básicas de esta cultura y con los concretos intereses de
quienes manejan el poder, que son quienes les pagan su salario. Y se los pagan a
sabiendas de que lo hacen para que sigan tapando la verdad y buscando
adonde no
van encontrar nada. ¡Es necesario desnudar esta combinación de ignorancia y mentira mal intencionada para entender cómo y porqué nos enfermamos! Y parte importante de la explicación está en la relación entre vida social, manejos políticos y construcción ideológica de la realidad.al 3.Programación humana, política y enfermedad |