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La Brisa del Tiempo / Programa de Revitalización Biológica 

1. ¿Qué es el Programa REVI (El Miedo del Tiempo)

            Ambientación, sentido y breve explicación / Objetivos

  Está bien: el tiempo no pasa en vano.

   De acuerdo: uno envejece a medida que se aleja de la fecha de nacimiento. 
(¡¿ Cómo podría ser de otra manera?!).

   Y claro: estamos instalados en una cultura que agita el mito de la juventud depositando en ella todos los valores "positivos" y desprecia la vejez, arrinconándola en el desván de las desgracias y dotándola de todas las escorias del ser humano: inutilidad, falta de atractivo, existencia meramente vegetativa, nostalgia crónica, achaques infinitos y tristeza que anticipa el final.

   En otros momentos de la historia humana los ancianos tenían demasiado peso en la organización de la vida social, de manera que dificultaban las posibilidades y la fuerza expresiva de los más jóvenes, pero lo que ahora contemplamos en las relaciones inter-generacionales es simplemente un injusto desatino, una tontería malintencionada llevada a extremos enfermizos.

    Tampoco es casual ni azaroso, porque está inscripta en la difundida ideología del consumo pero desfachatadamente extendida a los seres humanos: la consigna es úselo y tírelo.  Es suficiente contemplar lo que sucede con los jubilados para sacar las debidas conclusiones, pero sería un error suponer que lo sustancial de ese drama pasa por cuestiones económicas. 

  De ninguna manera: lo más importante, lo que caracteriza esta especie de política de genocidio respecto de "los mayores" es la absoluta marginalidad en la que progresivamente se los ha instalado. No crean que las cosas son substancialmente diferentes en los mal llamados "países del primer mundo": allí los viejos sobreviven mejor pero tampoco se salvan de la tristeza y el abandono.

   Los viejos están exilados de la sociedad humana, han sido juzgados en ausencia y tácitamente condenados debido a que esta "civilización" ha decretado su posible falta de utilidad práctica y , por lo tanto, su probable inexistencia. Al igual que con los naturales de América, el sistema vigente produce nuevos teólogos que demuestran con facilidad las diferencias esenciales entre "activos y pasivos", de manera que estos últimos apenas pueden ser considerados humanos. 

    ¿Tendrán alma los ancianos? ¿No la habrán dejado a lo largo de su esforzada existencia? Si así fuera no hay problema alguno para jubilarlos de la vida. Y entonces estamos a un paso de lanzar un gigantesco programa mundial para la instalación de miles y miles de Auswitchs especializados en "tercera edad" porque no hay que engañarse: los geriátricos no son otra cosa que campos de concentración para viejos.

 

     De manera que no viene ni fácil ni gratis el asunto de andar viajando por el calendario en dirección a la nada. Los antecedentes y la realidad comprobable no son nada alentadores. Y algo distinto habrá que hacer porque ninguno de nosotros podrá evitar "el paso del tiempo", esa extraña forma de aludir al hecho de que, en realidad, es uno el que empezó a pasar desde el momento del nacimiento, está pasando y en algún momento terminará de pasar. 

    Ustedes saben que recién ahora los diarios se atreven a pronunciar la palabra cáncer, tal vez gracias al SIDA. Hasta ahora uno tenía derecho a enfermarse del "incurable mal" o " la enfermedad fatal", pero nunca de cáncer. La hipocresía estándar ha logrado que el diagnóstico se afine porque de otra manera podría dudarse de la honorabilidad de algún ciudadano que no pueda demostrar fehacientemente haber recibido una transfusión. 

    Lo mismo ocurre con la muerte, algo que le pasa a los otros. Y tal vez tengamos la suerte de Borges, quien un día se enteró que dejaba de ser ciego para convertirse en no-vidente, de manera que como verdaderos afortunados post-modernos, nosotros podemos aspirar a fallecer en lugar de morir. ¡Es de una delicadeza conmovedora!

     Pensarán ustedes: ¿ para qué mencionar estas cuestiones tan "desagradables" al comienzo de una propuesta tan esperanzadora como la de un tratamiento de revitalización ?

     Existe una razón elemental y decisiva: las mandarinas, los canarios y los humanos no somos inmortales. Nacemos, crecemos, maduramos, envejecemos y luego morimos. Es así de simple pero enormemente complicado y difícil aceptarlo. Por cuestiones ligadas a nuestro condicionamiento adaptativo y valores que no se modifican por solo criticarlos, intentamos de todo antes de aceptar con naturalidad los cambios internos y externos.

Todo cambia siempre, lo único estable es el cambio. 

     Nosotros también nos modificamos a lo largo y ancho de nuestra vida, pero no aprendimos nada en su devenir si no aceptamos las reglas básicas de este juego. En su sentido más profundo cambiar (que proviene de trocar) significa dar y recibir recíprocamente. ¿Con qué o con quién? Con los demás humanos, con los otros vivientes, con la naturaleza y esencialmente con uno mismo. Pero el lenguaje es misterioso y algo mágico cuando se profundiza en el origen de las palabras y ésta de la que hablamos también tiene lo suyo: cambiar proviene del irlandés antiguo camm, curvo o ganchudo, de manera que su sentido implícito es vuelta o regreso.

     Por lo tanto uno cambia para volver a ser, a existir, a encontrarse con su verdadera naturaleza.

     Y no existe una etapa o momento de la existencia personal que nos represente acabadamente y del todo. De manera que no podemos quedarnos estereotipados y fijos en un momento de nuestra vida: cada una de estas "etapas" (lugar en que se pasa la noche durante un viaje) tiene su propia belleza y su particular encanto. Hay bebés hermosos, jóvenes hermosos, adultos hermosos y viejos hermosos. También "de los otros" y una variedad de trampas entre las cuales nuestra percepción del tiempo y los cambios no es la menor: vivimos presos del tiempo en lugar de habitarlo.

     Quizás por eso nos parece que lo que fue ya no es, tal vez por esa razón pensamos que es un fracaso envejecer y que el éxito es parecer más joven en la apariencia. De manera que la civilización de mercado vende cirugía,  cremas y masajes para parecer lo que no se es, contando con la ingenuidad y la superficialidad de quien acepta esta variación cosmética como verdadera. Es pura ficción, y de la peor.

     Sin embargo, en toda mentira hay algo de verdad. Y hasta se puede mentir con la verdad, como en este caso. Hay algo del "espíritu" de la juventud que podría quedar incorporado a nuestra vida durante todo su desarrollo, especialmente si realmente lo tuvimos durante esos años: la fuerza y la pasión en la existencia cotidiana (la única que existe), los proyectos y los esfuerzos para concretarlos, la generosidad como estilo de vida y cierta naturalidad desfachatada para ser uno mismo sin andar consultando con los códigos de procedimiento estándar. 

    La vida es hoy y ahora.
Eso uno lo sabía muy bien cuando tenía veinte años. Pues sigue y seguirá siendo siempre así a los veinte, a los cuarenta o a los noventa. Hay que aprender que el tiempo no existe en términos absolutos, el tiempo es relativo al estilo y color en que se vive. Ahora mismo recuerdo la mirada alucinada de Picasso, cuando tenía noventa años y seguía creando como poseso. ¿Quién diría que era un "viejo" en el sentido usual del término? Sería bueno saber cuántos jóvenes realmente lo son en algo más que no sea tener casi todos los pelos en la cabeza o carecer de arrugas y celulitis.

    Hay una juventud del cuerpo como hay una madurez del espíritu.

    Y también hay una madurez del cuerpo como existe una juventud del espíritu.

     Lo que es seguro es que ninguna de estas cosas se logra con procedimientos cosméticos ni pueden adquirirse en el mercado aunque se posean cuantiosas riquezas materiales.

 

     "Las bases de nuestra vida son el amor, el trabajo y el conocimiento. Y ellas deberían gobernarla."  Ésta es la simple y profunda verdad del existir, válida para toda nuestra existencia. En todo caso el devenir puede agregar sabiduría, que es la experiencia inteligente.

     Ganaríamos mucho si sintiéramos nuestra vida como una obra de arte abierta en el tiempo y el espacio. Como algo que se desarrolla y no que se tiene, como algo que se intercambia y no que se posee. Tal vez así podríamos eludir la prisión del tiempo y acceder a esa libertad que se adivina en las personas amorosas, inteligentes y creativas. No hay que elegir: esto viene todo junto y por el mismo precio, o no viene jamás.

    Se habla mucho acerca de lo que no se tiene o se tuvo y se perdió.

    En cambio, nadie que vive con profundidad y valor anda proclamándolo continuamente.

    Apenas una pequeña celebración como poemas chiquitos y listo.

    El lado luminoso y el oscuro coexisten simultáneamente. ¿Podemos elegir?.

 

    Y ahora, recién ahora, podemos conversar acerca de la revitalización, sus mitos y posibilidades.

     Revitalizar suena a vitalizar dos veces, tal vez porque la primera se perdió en algún lugar (¿adónde estará?). También evoca algo como la magia de la juventud eterna o el encuentro de alguna Ciudad de los Cesares de la salud. Y sin duda, alguna relación tiene con la sexualidad, especialmente la masculina, si es que los avisos de los diarios no me engañan. Pero en todos los casos hay un mensaje implícito, un anhelo no declarado, una cierta fantasía de inmortalidad que ni siquiera se reconoce a sí misma. 

    No creo que esté demás desalentar esta última opción y declarar que la tal Fuente de Juvencia está lejos de encontrarse y, así como está planteada, tampoco aparecerá nunca. Hay que abandonar la fantasía de que la ciencia se encuentra en condiciones de desarrollar el mágico elixir que nos obligará a recursar la secundaria y a sacarnos  otra vez los barritos de la cara: ese camino no vuelve a recorrerse por segunda vez.

     Está claro que más allá de sus efectos auxiliares y a los fines que estamos considerando, la cirugía plástica juega con esa fantasía y es coherente con la frivolidad estándar: la excepcional superficialidad que caracteriza su práctica se apoya en la idea de que el rejuvenecimiento es casi exclusivamente una cuestión de chapa y pintura. Otra vez Parecer es más importante que Ser.

     Esto no implica negar la importancia y posible necesidad de algún tratamiento externo, pero sí oponerse a su estilo de uso porque contiene y legitima dos consecuencias erróneas y desafortunadas: una es que se puede rejuvenecer cambiando un aspecto de la Forma, la otra es que la salud (lo interno, lo profundo) no tiene nada que ver con este proceso. Es grave que logre crear en sus adeptos la sensación de que todo está bien simplemente porque se han succionado cúmulos grasos o estirado algunos centímetros cuadrados de piel. Y esto más allá de preguntarse qué consecuencias podrá tener todo este operativo cuando se analicen sus consecuencias a largo plazo, con estadísticas de la evolución clínica de esta generación de cobayos hermoseados desde afuera.

 

     La verdadera belleza no es mera cuestión de apariencias sino la manifestación de la hermosura interior, lo cual excede con creces el puro plano de la biología mecanicista: se trata de una cualidad del alma y del cuerpo, para decirlo en términos viejos pero cargados de realidad, sentido y valor. Y es allí donde reside "el espíritu de la juventud". No en vano el habla popular se refiere a este valor como "juventud de espíritu".

     Desde la medicina clínica el problema es lograr actuar eficazmente sobre el lado del Ser que llamamos Cuerpo, aunque me apresuro a decir que es preciso hacer algo más: alguna vez tendremos un verdadero tratamiento de la persona, que integre simultáneamente medicina y psicoterapia. Por ahora nos movemos en el contradictorio esquema de las "especialidades" y con espíritu práctico asumiremos sin acordar una terapia exclusiva sobre el lado del cuerpo. Pero ustedes verán que un sistema médico respetuoso de la Naturaleza produce casi "naturalmente" modificaciones en las emociones humanas más básicas y profundas.

 

¿Revitalizar es lo mismo que Rejuvenecer?

     Sí y no. En un sentido estrictamente biológico no es posible recuperar la misma funcionalidad de los veinte años. Pero vale la pena aclarar que en la civilización moderna tampoco es fácil encontrar jóvenes que hayan desarrollado toda su potencialidad, lo cual es un mito basado en la pura apariencia. La educación de y para la salud tiene las mismas limitaciones que la medicina contemporánea, que considera al cuerpo como juego para armar y desarmar: una especie de mecano animado donde los órganos coexisten debajo de la piel por azar y sin verdadera necesidad. 

    Los pequeños suelen ser innecesariamente medicados desde sus primeros meses con antibióticos y antifebriles (todo es "anti" y nada es "pro" en esta concepción de la vida y la medicina), lo cual probablemente ha desarrollado una generación de inválidos biológicos. Ante la primera línea de fiebre se reprime con ferocidad esa fantástica defensa y se colabora generosamente con las necesidades mutacionales de las bacterias administrando antibióticos ante enfermedades banales, que en un niño sano suelen funcionar como "entrenamiento defensivo" y posibilidad de crecimiento. Ni hablar de la alimentación y una grave consecuencia de sus desatinos: el superconsumo de azúcar en los primeros años de la vida.

    Somos producto de estas ideas equivocadas y no hay más remedio que aceptarlo.

     Pero por suerte los seres humanos tenemos una enorme potencialidad evolutiva, lo cual hace que sea factible mejorar enormemente la funcionalidad biológica con un tratamiento y un estilo de vida adecuados. Una terapia que logre actuar eficazmente sobre la materia y la energía de un organismo será capaz de "revitalizarlo" mejorando el rendimiento de las funciones claves y, por lo tanto, retrasando el habitual y natural proceso de envejecimiento. En este sentido la revitalización es innegablemente capaz de lograr el rejuvenecimiento del organismo al mejorar estas funciones claves por medios que logran una estimulación desde la intimidad de los tejidos y activan el fluir de la energía crónicamente bloqueada, las dos claves del rendimiento funcional.

     El Programa REVI está destinado a lograr un variable grado de revitalización utilizando una variedad de medios no agresivos ni invasores que de ninguna manera pretenden reemplazar a la Naturaleza, sino apoyar y estimular al organismo para que utilice su enorme potencial de RECUPERACIÓN FUNCIONAL, habitualmente silencioso y silenciado. Su objetivo básico no es sólo agregar años a la vida sino vida a los años, para así lograr un mejoramiento sustancial en la calidad de vida.

     Consiste en un tratamiento cuya duración es de seis meses y se desarrolla con una metodología que intenta sintetizar y articular lo mejor de las llamadas "medicinas alternativas o naturales": acupuntura, medicaciones adecuadas, orgónterapia, nutrición y actividad física.

     Pero antes de entrar en detalles acerca del Programa es necesario conocer las bases sobre las que se sustenta y mencionar brevemente lo que se conoce o se supone acerca del proceso de envejecimiento.

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