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Cuaderno de Navegación 5. El plan terapéutico
Si bien es cierto que el tratamiento global del bio-sistema produce resultados más profundos y estables, no debe desestimarse la existencia y atención de las "enfermedades". Es necesario tener buenas ideas para tratar tanto la generalidad (el sistema) como la particularidad (focos o problemas específicos). En los últimos treinta o cuarenta años puede asistirse a un incremento espectacular en cuanto a la cantidad de enfermedades susceptibles de ser tratadas con éxito por medio de la acupuntura. Es cierto que en esta medicina los signos (datos objetivos) y los síntomas (datos subjetivos) no se interpretan de la misma manera que en la medicina corriente. Ignoro si es cierto que para muestra basta un botón, pero aquí va uno que tiene mucha importancia: la fiebre o hipertermia. Es curioso el poco éxito que ha tenido la
naturaleza con nuestra cultura médica en el caso de la fiebre, ese notable
mecanismo defensivo en el contexto de procesos inflamatorio-infecciosos, ya que
al tiempo que logra "organizar la defensa"
en virtud del efecto
general que tiene sobre el organismo, también lo transforma en una pequeña
hoguera capaz de incinerar innumerables microorganismos en plan de ataque. En esta medicina las percepciones del paciente son extremadamente importantes, tanto que uno de los objetivos del tratamiento es ampliarlas, ayudando a experimentar el sentimiento de organicidad, de fluidez energética. Estas adquisiciones indican que comienzan a desaparecer los bloqueos, y por lo tanto es trascendente referirlas a fin de seguir orientando correctamente la terapia. Por otra parte, las enfermedades no se curan desde "afuera": es un lugar muy profundo del ser, un sitio ligado al núcleo de la persona el que decide sanar. El conjunto de medidas instrumentadas en la medicina clínica podrán ser más o menos eficientes para ayudar a crear una situación favorable a la posibilidad de "tomar esa decisión". Es en este sentido que la tarea médica puede ser útil o eficaz, pero por maravillosa o deslumbrante que sean sus resultados no puede catalogarse de curadora (curar significa cuidar). Como tampoco existe un estado definitivo llamado "salud", todo lo que puede lograrse es una situación en la que empieza a predominar el lado luminoso y a desarrollarse un nuevo proyecto (PRO-EYECTO, PARA LARGARSE) en la vida personal. Por supuesto que no es poco, pero es justamente lo que cabe esperar de un tratamiento que no promete magia ni transforma al paciente en mero cuerpo inerme sobre el cual se está operando. Un buen tratamiento es algo así como una pregunta inteligente hecha a un organismo esperanzado. Por eso se requiere la presencia activa y comprometida de ambas partes: aquí también el equilibrio es requisito para una buena relación médico-paciente.
De ninguna manera. Es más: creo que la elección por alguna de estas alternativas crea una nueva condición neurótica difícil de superar: la arrogancia de la santidad. El loco deseo de la absoluta pureza no es un ideal sino una especie de coartada. Aquí no se está proponiendo un "camino de privaciones" o la archiculposa "redención por el dolor" o "la vuelta al buen camino". Se está hablando de lograr ciertas adecuaciones o adaptaciones en función de la propia necesidad. Y como todo cambia y este cambio también está sometido a nuevos cambios y a la ritmicidad de la vida, es inútil someterse a privaciones definitivas que nadie va a cumplir de manera estable. El proyecto no es crear seres asépticos tipo plástico o acero inoxidable porque además de inhumana, es una utopía inútil: cada uno termina haciendo exactamente lo que puede, aunque pueda más de lo cree. Ahora viene (lo siento, se aproxima) el tema de los cuatro aspectos que componen un plan con objetivos terapéuticos, una palabra con pretensiones modestas, ya que significa "servicial, que cuida de algo o alguien". Pero tan reveladora como enfermo , que quiere decir sin firmeza (in-firmus) o sano: "sensato, que está en su juicio". De manera que estar enfermo es perder la firmeza (y la alegría de vivir). Aquí van los cuatro pilares del tratamiento:
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