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Cuaderno de Navegación 

1. Antes de levar anclas

Creo que les debo una explicación.

Muchas veces pensé en dar charlas periódicas sobre la medicina que ejerzo y hasta conseguí película fotográfica para confeccionar slides con la idea de ilustrar la conversación. También escribí más de un borrador, que comencé con tanto entusiasmo como éste. 

El primer proyecto se abandonó solo, porque mi primer consultorio no admitía más gente que la citada para ser atendida y el segundo porque a lo largo de las páginas advertí que un libro había decidido escribirse por su cuenta. El resultado de las buenas intenciones descriptas es hasta ahora por demás dudoso: ahora tengo el consultorio que quería pero no di ninguna charla, y el libro sigue peleando para lograr terminarse.

Entonces decidí ponerme a escribir esto, algo a mitad de camino entre carta y folleto pero con pretensiones de Cuaderno de Navegación. Antes de seguir quiero aclarar que esta idea no es tan solitaria: muchos pacientes a lo largo de estos años me han pedido que lo hiciera, ya que este sistema diagnóstico-terapéutico es el resultado de la articulación de diferentes escuelas médicas más investigaciones propias. 

Y además porque es casi imposible explicarlo en el ámbito tan específico y acotado de la relación médico-paciente. Es cierto que no hay tiempo en el espacio de una consulta pero esto tampoco es excusa ya que hay dos poderosos motivos para hacerlo: el primero es que ustedes tienen derecho de estar bien informados acerca del tratamiento que eligieron y el segundo es que esta información obra como agente positivamente activo en el devenir de la terapia.

   
¿Cómo llamar a esta medicina que tiene mucho de acupuntura y bastante de medicina interna y homeopatía entre sus fuentes más conocidas ?

  El nombre más cercano a la realidad es el de Medicina de la Energía. No crean que éste es un término ambiguo, confuso o dictado por las leyes del mercado. La energía no es simplemente una "buena idea" que permite explicar porqué uno se enferma de ciertas cosas y no de otras, mientras se la "invoca" con la mirada perdida en el horizonte de la propia y definitiva ignorancia. Existen variadas energías pero aquí se está hablando de la energía vital o bio-energía, como se prefiera denominarla. 

Es la mismísima energía característica de los seres vivos (todos) y está muy lejos de ser sólo una hipótesis atractiva: es una fuerza física que puede estudiarse, concentrarse y utilizarse terapéuticamente, ya que no sólo se la encuentra en los seres vivos sino también en el medio ambiente donde transcurre nuestra existencia. En la profundidad y en la superficie del organismo esta energía tiene trayectos específicos que una gran tradición médica ha estudiado con pericia y minuciosa observación: la medicina tradicional china, de la cual la acupuntura es el fruto más brillante y conocido. 



Para esta concepción el organismo humano es un sistema energético integrado e íntimamente vinculado con los otros sistemas vivos animales y vegetales, pero también con el medio ambiente geográfico y climático. Y es el devenir de estas relaciones lo que estudia la acupuntura para definir un diagnóstico y prescribir un tratamiento. Pero antes de internarnos en aquellas aguas es bueno observar algunas consecuencias que se derivan de esta visión "energética" acerca de todos los seres vivientes.

A lo largo del tiempo y del espacio, la búsqueda de los científicos chinos no fue un acto solitario. Otras tradiciones también postularon la existencia de la energía vital, que los chinos llamaron chhi, los hindúes prana y los griegos pneuma. Quizá nuestros héroes de tez amarilla y ojos rasgados llevaron ventaja en la investigación porque eran verdaderos naturalistas y por lo tanto observaban la realidad con ojos asombrados y descubridores. No debían cargar con enfermedades teológicas a sus espaldas, no investigaban para justificar la existencia de ningún dios ni demostrar la infalibilidad del emperador, de manera que pudieron llegar tan lejos como el talento lo permitiera. Y llegaron tan lejos que podría decirse que, sin proponérselo, hasta han diseñado la medicina del futuro.

También han encontrado un "socio" impensado en occidente, alguien que surgió de otras historias y en un contexto absolutamente diferente, pero cuyas investigaciones y hallazgos se articulan notablemente con las de aquellos anónimos y geniales precursores.

El doctor Wilhelm Reich (1897-1957) descubrió la misma energía, que llamó orgónica, aunque utilizando otros métodos que lograron objetivarla y hacerla pasible de experimentación y comprobación.

Varios de sus hallazgos han sido integrados a este sistema en forma sumamente práctica (esta "practicidad" es esencial en medicina) como ocurre con los acumuladores de energía, cuya utilización indico en puntos de acupuntura.

¿ Que el mundo científico desconoce los trabajos de Reich o trata de aminorar su importancia "acusándolo" de locura, el diagnóstico de mayor utilización política ? Y bien, ustedes sabrán que a lo largo de la historia hubo muchos "locos" que tenían razón. Y que esa cómoda etiqueta se utilizó demasiado para evitarse el trabajo de investigar a fin de corroborar o no las afirmaciones de varios de los mejores ejemplares que ha dado esta especie. 

Se imaginarán que las conclusiones y las opiniones de este hombre no deben ser intranscendentes o inocuas. Y que las múltiples derivaciones de sus fantásticas investigaciones van más allá de discutir si una simple estructura de metal y plástico es capaz de acumular energía biológica con fines de utilización médica. 
No es el objetivo de este folletín-no-ilustrado entrar en esos trascendentes "detalles", pero a quien quiera enterarse más y mejor le sugiero la lectura directa de Reich en La Función del Orgasmo (Paidós) y luego en Análisis del Carácter (Paidós) y La Biopatía del Cáncer (Nueva Visión).

A los efectos de esta breve guía para desplazarse con soltura por el mínimo laberinto de mi consultorio, es bueno saber que a partir de los trabajos de Reich la famosa energía ya no es una entelequia ni un concepto irresponsablemente manejado por falsos apóstoles del "pensamiento oriental". Es bueno aprender a distinguir entre divulgadores y vulgarizadores, y ustedes están en todo su derecho si exigen precisiones acerca de algunas afirmaciones hechas con entera ligereza acerca de la "energía".


Energía significa fuerza en acción. Y si se habla de la energía biológica, ésta es la "fuerza en acción" capaz de producir emociones como la ira o la tristeza y eventos fisiológicos como el movimiento muscular o la secreción glandular. La realidad de un ser vivo viene toda junta (integrada) y no es su culpa que la ciencia oficial la desintegre o la estudie en innumerables disciplinas: biología, medicina, psicología, sociología, etc.
   

¿ Qué consecuencias tienen estos hechos para explicar el fundamento de esta medicina y su visión de los fenómenos vitales ?

En primer lugar que los organismos vivos están sólidamente integrados: no hay un reino de los fenómenos biológicos y otro de los fenómenos psíquicos, no hay una "terraza mental" y una "cloaca digestiva". Lo que ocurra con las emociones también acontecerá en el intestino, los bronquios o los músculos, y viceversa. 

La mente es, también, una función biológica. Por otra parte es inconcebible un organismo donde sus distintos aparatos celebran asambleas para ponerse de acuerdo: se supone que existe un aceitado entendimiento entre las articulaciones y el cerebro, entre las glándulas endocrinas y los músculos, entre el corazón y los riñones, etc. Y sin embargo existe la difundida superstición de que el cuerpo es una especie de sofisticado mecano cuyas partes coexisten casi por casualidad bajo la misma piel, esa frontera indiscutible.

Otras ideas-fuerza de esta concepción (nacimiento):

Todo cambia, se modifica.
Pero los cambios son de acuerdo a la propia naturaleza, de manera que estas modificaciones se dan dentro de la posibilidad de desarrollo de un ser u órgano: es difícil que un hígado se transforme en un aviso publicitario (pero sí que algunos avisos afecten hígados sensibles).
La vida es un fenómeno rítmico (los chinos descubrieron esta "modernidad") cuyas funciones oscilan dentro de cierto rango: ritmo cardíaco, estaciones, mareas, menstruaciones, predominio horario del funcionamiento de los órganos, etc.
Los fenómenos cósmicos, planetarios o biológicos son el resultado de la relación oscilante y dialéctica entre dos energías básicas: Yin y Yang. Para decirlo de una manera poética (o sea: hermosa, fosforescente, concreta y alumbradora) el Yin es el lado oscuro de la ladera y el Yang su costado iluminado. Esto significa que nada es del todo una cosa porque está sometido al fenómeno del cambio. Podrá ser más Yin que Yang o viceversa, pero nunca sólo una de ambas fuerzas. Por ejemplo: nadie está del todo sano o del todo enfermo. En términos de física moderna podría decirse que Yin es la materia y Yang la energía. Es que la acupuntura es una interpretación relativista de la realidad: nada es absoluto ni definitivo.

El estado energético de un sistema viviente como el humano está en función de su armonía interna y de su correlación con el mar de energía/materia en el cual se encuentra inserto: los otros seres humanos (sociedad), los otros seres vivientes animales y vegetales, así como también la materia y los eventos físico-químicos que permiten este experimento llamado vida (la naturaleza)

El Cosmos entero es un mar de energía y materia que danza a su compás. Por eso los chinos dieron máxima importancia a los cambios climáticos como causal externo de "enfermedad" y a los cambios emocionales como principal factor interno. Se verá que tanto la medicina psicosomática como la ecología podrían figurar sin esfuerzo en el índice de la medicina tradicional china, una ciencia que ya lleva cerca de tres milenios de desarrollo.

De manera que las bases de este sistema pueden encontrarse en la medicina tradicional china y en los aportes de Reich. Pero también en la ciencia occidental, que aporta con el conocimiento de la estructura y función de los órganos, así como de los eventos que ocurren cuando estos enferman: la medicina interna de occidente es también un brillante aporte al conocimiento humano. 
Tampoco puede prescindirse de la investigación biológica básica, especialmente cuando su objetivo es el conocimiento y no la obtención de ganancias.

Ni de los aportes teóricos y prácticos de la homeopatía y las escuelas naturistas, en buena medida coincidentes con los de la acupuntura.

Pero: ¿ quién tiene razón en este maremagnum de escuelas y pensamientos ? Y lo que es más importante: ¿ cómo ubicarse en este problema desde la perspectiva de quien necesita de la medicina?

El sentido común (¿ qué será eso ?) indica que debe haber "algo de cierto" en cada una de las posturas. Y que si distintas prácticas han resultado eficientes en distintos momentos o circunstancias, es posible que todas compartan aciertos y equivocaciones.

Por otra parte no se puede negar que la medicina como ciencia está atravesando una crisis importante en su ya vieja existencia     (¡ es tan antigua como el hombre !). A diferencia de otras disciplinas, la medicina contemporánea no se ha actualizado en función de la física moderna, la ciencia que desde hace 500 años rige el desarrollo científico en occidente: a partir de Copérnico y Galileo la física ha sido la avanzada del conocimiento y ha logrado encolumnar detrás de si al resto de las disciplinas, prestigiada por su fructífero romance con las matemáticas.

En lo que va de este siglo a punto de terminar, la concepción de la realidad que puede inferirse a partir de la física ha experimentado cambios trascendentes, especialmente a partir de la teoría de la relatividad y de la física cuántica

Pues bien: la biología y la medicina académicas no han acusado recibo del impacto. La medicina actual se sigue correspondiendo con la llamada física clásica o newtoniana y con el pensamiento cartesiano que le es tan afín. Y esa es la razón por la cual sigue considerando al ser humano como una criatura escindida en cuerpo y alma, y al cuerpo como un mecano cuyos órganos están misteriosamente ensamblados pero no íntimamente articulados y mucho menos "animados" por la energía básica de la vida.


Podrá decirse que la medicina actual utiliza tecnología moderna para explorar el interior del organismo, como el ultrasonido o la resonancia magnética (aplicaciones prácticas de los desarrollos de la física cuántica), pero ni siquiera estas positivas incorporaciones han logrado modificar la rígida coraza teórico-práctica de la medicina oficial. Tampoco la Teoría General de Sistemas  ha sido vista con beneplácito, a pesar de haber sido incorporada en una gran variedad de ciencias y actividades humanas.

En realidad la medicina moderna se encuentra, no sólo en una gran crisis teórica debida a su pertinaz mecanicismo y a su creciente dependencia de las corporaciones que fabrican medicamentos y aparatos, sino también práctica. Y la prueba es que ustedes están leyendo esto y buscando una "alternativa". 

Pero sepan que son ustedes mismos los que alternan y no la medicina. O sea: buscan aquí algunas cosas y allá otras. Y está muy bien que así sea, porque será una o varias generaciones de buscadores alternativos las que forzarán la fundación de una medicina más humana y eficiente.

Pareciera necesario hacer un esfuerzo para sintetizar y articular los distintos enfoques, que son profundamente complementarios. Es claro que no se trata de sumar todas las escuelas y luego dividir para obtener "la verdad promedio", pero tampoco de pararse delante del problema con el típico dogmatismo del militante de tal o cual ortodoxia, para quien los fenómenos sólo son interpretables en función de la ideología que pretenden demostrar.

Claro que pretender valorar lo mejor de cada escuela no invalida la necesidad de disponer de una sólida teoría básica que funcione de soporte para formular una nueva medicina. Y aquí sí es necesario jugarse a fondo y en serio: tal basamento debe buscarse en una interpretación energética del funcionamiento de los seres vivos. Esta gigantesca tarea está apenas en sus comienzos, pese a la tradición que le obsequia sus fundamentos.

sigue al capítulo 2: De las extrañas relaciones entre salud y enfermedad
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