acupuntura-orgon.com.ar
|
Los acumuladores de energía orgón Revitalización y Envejecimiento
|
Un viaje por el país, el mundo y la medicina 5. De La Pampa a EstocolmoDespués vino el tiempo de Toay,
una localidad cercana a Santa Rosa, la capital de la provincia de La Pampa. Fue
una etapa de mucho trabajo en el contexto de un plan de salud ejemplar que cubría
a toda la provincia. A diferencia de San Juan, donde había cierta combinación
entre lo público y lo privado, aquí los espacios estaban claramente
diferenciados y el plan cubría íntegramente a la población, también a la que
tenía recursos para pagar asistencia médica privada. Me integré poco después
del comienzo del plan, en 1975. Toay era en ese tiempo un pueblo típico de la
pampa húmeda, donde coexisten ganaderos, empleados estatales, trabajadores de
los talleres ferroviarios y lo que queda de las colonias de origen europeo que
se establecieron en la zona. El trabajo en Toay desbordaba cualquier
expectativa y el plan funcionaba tan bien que en poco tiempo se transformó en
una temible amenaza para la medicina privada provincial (todos los médicos del
plan teníamos dedicación exclusiva), lo cual devino en problemas agravados por
la situación política nacional: este movimiento de tenazas terminó con el
plan pocos años después, pero fue una experiencia fantástica para todos los
que tuvimos la fortuna de hacer medicina en esas condiciones. ¡Podía
hacerse verdadera medicina sin trampas ni mentiras! Por suerte los pediatras se mantuvieron firmes y
seguían con su política de explicar pacientemente las razones de cada decisión
terapéutica y yo seguí con mi curso acelerado de realidad social y cultura
hegemónica : era claro que los médicos convencionales (casi todos) y los
pacientes formaban parte del mismo club y se retroalimentaban mutuamente a favor
de los laboratorios fabricantes de medicamentos, que se quedaban con las
ganancias materiales de tamañas equivocaciones médicas. Y ocurría lo mismo
que en San Juan: las ganas y el esfuerzo de transformar la realidad social para
hacerla más justa y más humana, chocaban contra la estructura cultural y los
prejuiciosos sistemas de pensamiento. Después, durante el exilio en Suecia y en México, tendría tiempo de recuperar y valorizar estas experiencias. Pero todo esto se abrochó e hizo click cuando, además de reflexionar sobre la apabullante cantidad de acontecimientos que había vivido, pude conocer y estudiar la teoría energética de Reich, acerca de la cual me pondré denso y extenso un poco más adelante. Toay significó la vuelta a un trabajo asistencial donde pude volver a practicar acupuntura extensa y profundamente. Entonces, en un momento que no recuerdo pero que debo haber vivido con emoción y cierto estremecimiento, advertí que estaba haciendo una inversión de la relación entre la filosofía del conocimiento de la acupuntura y la de la medicina occidental. Cuando comencé a trabajar con acupuntura hice lo único que podía de acuerdo a mi formación: la ubiqué en el contexto de la medicina interna de occidente, utilizándola única y exclusivamente como una herramienta terapéutica y siguiendo las indicaciones de los libros, que abundan en diversas “recetas de puntos” para tratar distintas enfermedades. De esta manera seguía aceptando que, por ejemplo, el asma bronquial es un espasmo de los bronquiolos producido por un mecanismo alérgico, bronquitis obstructiva o ambas cosas. Y nunca se me hubiera ocurrido pensar en serio que, para la acupuntura, la mayoría de estos cuadros se debe “al frío del pulmón ocasionado por un vacío del meridiano de riñón”. ¡Esto parece demasiado loco para nuestra formación médica occidental! ¿ Cómo procede, entonces, un médico occidental que practica acupuntura ? Muy fácil: pone agujas en los puntos que aconseja la tradición (o los calienta con moxas) y se queda contento con los resultados, sin profundizar en absoluto el marco interpretativo que le otorga su fundamento y sin cuestionarse el propio. Ya sea por superficialidad y pereza intelectual -una característica de la mayoría de los médicos- o por temor al ridículo delante de los colegas, se queda sin el aporte más valioso de la acupuntura: su visión energética de la vida en general y de las enfermedades en particular. Puede entenderse la cuestión del “cerco gremial”, porque aún los colegas más inteligentes y menos cuadrados miran el asunto de costado y con un poco de sorna. Los demás son capaces de reírse abiertamente, tal cual corresponde a un cretino educado para ser técnico de un fragmento de órgano. Porque como decía el gran biólogo Paul Chauchard: “los médicos son veterinarios de órganos”, y puedo asegurar que hay pocos que le escapen a esta lapidaria definición, con perdón de los veterinarios.
Creo que empecé a escaparme de la veterinaria de órganos en Toay, cuando pude empezar a valorar el alcance y la profundidad de los postulados básicos de la medicina tradicional china. Podía dedicarme íntegramente a la medicina porque los sueños revolucionarios habían pasado o estaban empezando a pasar (aunque no el espíritu de utopía) y era necesario empezar a recomponer la existencia personal y grupal. Entonces pude utilizar de verdad la experiencia asistencial y sanitaria de San Juan agregada a la que estaba viviendo en La Pampa. Pues bien: hacer medicina rural es una oportunidad de oro para valorar a la acupuntura, cuyo método de análisis valora aspectos absolutamente olvidados por el nuestro como la decisiva importancia de las estaciones, los climas (no es lo mismo) y las emociones básicas asociadas al desempeño de las diferentes funciones vitales relacionadas con cada uno de los órganos y sistemas. No sé si hubiera valorado suficientemente estas cosas de no haber sido médico rural; tal vez hubiera encallado en algún servicio de endocrinología o me hubiera dedicado a la neurofisiología (ambas son disciplinas apasionantes), pero me habría perdido la oportunidad de acceder a la medicina energética. Y ésta constituye el camino más coherente y profundo para intentar un conocimiento sintético y operativo acerca de la especie humana, su forma de funcionar, su manera de enfermar y los problemas de salud que se suscitan, tanto a nivel personal como social. La medicina tradicional china es una ciencia de correlaciones coherente con un postulado básico de su filosofía: “sabio es quien encuentra lo que las cosas tienen de común entre sí”. Curiosamente todo el desarrollo de nuestra ciencia en los últimos siglos se fundamenta en lo contrario: el conocimiento de lo que las cosas tienen de distinto entre sí. Es la razón por la cual parece un árbol que posee cada vez más ramas y más hojas que se ramifican tendiendo al infinito, pero cuyo acceso al tronco y a las raíces es cada vez más remoto e impracticable, ya que impresiona como un camino que se orienta en una sola dirección. Y por otra parte este conocimiento no ayuda en si mismo para acceder a la felicidad (“¿qué está diciendo, qué tiene esto que ver con la ciencia, que sólo busca la verdad?”), porque no contiene demasiada sabiduría, sino más bien una serie de informaciones que se traducen únicamente en aparatos y consumo. Excluyendo a la física teórica -que sí es una indagación profunda y apasionante acerca de la realidad- las otras ciencias no parecen merecer el nombre de tales: salvo honrosas excepciones, en general se utilizan como técnicas manipulatorias para lograr objetivos concretos al servicio del poder de turno.
Y bien, visto y considerando que el espacio de lo
macro-político estaba siendo clausurado a balazos, me dediqué a lo micro de la
salud investigando sobre medicina con la desesperación de un avestruz que trata
de ignorar que está viviendo en un gran campo de concentración disfrazado de
País. Mis días de trabajo en el Centro Asistencial de Toay empezaban bastante
temprano, con una pila impresionante de historias clínicas a mi izquierda y el
infaltable mate a la derecha, listo para intentar verificar si los antiguos
chinos tenían tanta razón en la teoría como indudablemente la tenían en la
práctica a través de la terapia acupuntural. ¡ Era un laboratorio a mi disposición para
investigar si las extrañas teorías chinas tenían fundamento o eran pura magia
para “calmar los espíritus” !
La prueba de mi convicción de que la teoría de la energía expresada en los polos Yin y Yang y la ley de los Cinco Movimientos (los dos pilares de la acupuntura) son básicamente correctas, es que ahora estoy escribiendo este libro. Nunca más me moví del camino de investigación que había comenzado unos años antes, el día que primero le hice un reportaje a don José y luego lo atendí, ese hermoso día en que nací a la medicina. ¿ Por qué me incliné por ese camino, que me hizo virar la interpretación de las enfermedades que tenía casi por “herencia científica”, desde los tiempos de la facultad de medicina ? Por tres razones: la primera por la experiencia rural, que me hizo verificar que las famosas correlaciones de los chinos son reales. La segunda porque esta medicina contempla de verdad a las emociones, integrándolas dentro de los ejes funcionales, de manera que demuestra ser una medicina verdaderamente Psicosomática (¡ no entiendo cómo se las arregla la medicina oficial para no serlo, oficializando la esquizofrenia!). Y la tercera porque la gente bien tratada con acupuntura no sólo mejora de su enfermedad: dice sentirse bien, ¡y ésta es una diferencia clínica muy significativa! De manera que el camino era el estudio de la energía, pero ¿cómo podría profundizarse este camino, encontrando “formas objetivas” de estudiarla, demostrarla y comprenderla? Estaba envuelto en estas cavilaciones cuando la realidad sacudió duro en el entorno cercano y hubo que sincerar el exilio interno transformándolo en externo. Chao a los asados, al fútbol y a la uterina cultura nacional. Y más vale me voy rápido de esta parte de la historia, no sea cosa que vuelva a correr el mismo riesgo que cuando vivía como un avestruz en Toay, La Pampa.sigue
a 6. Desde Estocolmo a la Ciudad de México |