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Los acumuladores de energía orgón Revitalización y Envejecimiento
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La manta de orgón Cómo confeccionar fácilmente una manta que acumula y radia energía. También para qué puede ser útil y algunas maneras de utilizarla.
Las mantas o frazadas comunes no aumentan la temperatura, sino que ayudan a impedir que el calor que producen los cuerpos vivientes se evapore, se pierda. De esta manera es que “proporcionan calor”. Son eficientes en la medida en que ayudan a mantener la temperatura de un organismo vivo, pero no la aumentan de por sí, ni son capaces de mover la escala de un termómetro. Este no es el caso de la manta de orgón, seguramente porque en realidad no es una manta, sino un acumulador de energía orgón disfrazado de manta. Y por lo tanto radia o transmite energía, lo cual se experimenta como aumento de la temperatura cuando se la utiliza adecuadamente. Se hará necesario hacer un rápido repaso acerca de qué es la energía orgón y cuáles son sus propiedades, habida cuenta de que, seguramente, esta información no ha sido suministrada por los noticieros de ayer en ninguno de sus horarios. Pero antes, es bueno saber dos cosas: la manta de orgón es el dispositivo energético más fácil de construir y su creador fue el investigador más importante de la energía: el doctor Wilhelm Reich.
Confieso que haber leído el artículo que ahora voy a resumir, me motivó muchísimo para escribir éste, con la intención de divulgar la manta y proponer su utilización. Es curioso que uno trabaje durante años con una serie de aparatos y metodologías que demuestran ser eficientes y después las olvide o postergue en función de seguir investigando. Es lo que ocurre con la manta, pese a que tiene todas a favor para ser fácilmente confeccionada y utilizada. En fin: somos así. Y ahora les cuento acerca de esta historia que me sacudió. Y lo hizo porque después de trabajar varios años con acumuladores de energía, no dudo acerca de la veracidad de lo descripto en este trabajo (https://www.psychorgone.com/.../orgone-blanket-as-a-complemen). En “La manta de orgón como soporte complementario en el tratamiento de una biopatía cancerosa atrófica”, sus autores describen cómo un paciente ya desahuciado que padecía de un cáncer avanzado de cabeza de páncreas sobrevivió con el uso de la manta y quimioterapia que ya venía recibiendo aunque con fines paliativos. Recomiendo leer este informe porque es muy alentador acerca del uso de la manta. Aunque desde ya adelanto que nadie promete la curación del cáncer “tirándose debajo de una frazada” o cosa por el estilo. Pero es bueno leerlo y sacar conclusiones personales. Se consideró que la tumoración era inoperable y se informó a la familia del paciente una expectativa de vida de aproximadamente treinta días. En este punto, el paciente comenzó a usar la manta de orgón. Una hora al día la primera semana, dos horas al día la segunda semana y luego cuatro horas al día. Se mantuvo la quimioterapia paliativa que, en un caso así, no tenía ninguna chance de ser curativa. A los ocho meses desde el diagnóstico de la enfermedad, la tomografía computarizada por PET con cuerpo total ya no detectó ninguna localización patológica. ¡Y el paciente ya llevaba siete meses de sobrevida sobre su pronóstico! Repito: nada de milagros, nada de asegurar nada a nadie, pero tampoco ignorarlo y dejar de utilizarlo en casos parecidos o menos graves. Se plantea un problema importante: y es si, la utilización de la manta inhibe los habitualmente terribles efectos de la quimioterapia y “le permite enfocarse en el tejido enfermo”. También es bueno saber que cuando Reich empezó a utilizar los acumuladores en pacientes cancerosos se encontró con un problema inesperado: la energía orgón era eficiente para combatir el cáncer y mejorar el estado general del organismo, pero el tejido canceroso se fragmentaba a tal velocidad que resultaba imposible su eliminación por las vías normales (hígado, riñón, intestino) y era, paradójicamente, este exceso de velocidad en la disolución del tumor lo que podía producir la muerte. A eso se debe el uso gradual de la manta en este caso, donde tal situación de sobrecarga eliminatoria no se presentó: queda para futuros estudios y comprobaciones.
Uno de los discípulos más importantes de Wilhelm Reich fue Ola Raknes. También uno de sus mejores intérpretes, tanto que su libro “Wilhelm Reich y la Orgonomía” es la mejor y más clara introducción al pensamiento reichiano. De este libro se reproduce un pasaje importante acerca de la energía orgón descubierta por Reich: "De tales observaciones y otros experimentos, Reich formuló gradualmente un número de leyes y de principios generales de la energía orgónica y su funcionamiento. Enumeraré aquí lo que me parece más importante de estos principios: 1) La energía es universal y está en todas partes, ocupa todo el espacio, pero en concentraciones diferentes. Está en constante movimiento, salvo cuando se bloquea su movimiento, y toma entonces una particular forma que Reich llamó DOR (que significa "deadly orgone", o sea: "orgón letal"). 2) La energía orgónica no tiene masa, es primordial, precursora tanto de la materia como de otras formas de energía. 3) Es entrópicamente negativa, esto es: las concentraciones orgónicas más fuertes atraen más energía de las concentraciones circundantes más débiles. Esta entropía negativa se contrapone a la entropía mecánica, y es esencial para la creación y mantenimiento de la vida. 4) Las concentraciones naturales de orgón tienden a formar sistemas que se desarrollan, alcanzan su máximo y después declinan hasta disolverse. Tales sistemas pueden ser galaxias, estrellas, planetas y en la atmósfera terrestre, huracanes y otros sistemas ciclónicos, incluso simples nubes. También los organismos vivos son sistemas de energía orgónica. 5) La concentración y la fusión de corrientes orgónicas individuales puede crear materia donde antes no existía. 6) La materia existente puede, mediante la acción de la energía orgónica, organizarse en forma viviente, donde antes no existía la vida. 7) La tierra está rodeada de una envoltura orgónica que se mueve en dirección de la rotación terrestre, de oeste a este, pero más deprisa. Al este de los huracanes la dirección del movimiento orgónico se invierte. 8) Las concentraciones de orgón en la atmósfera atraen la humedad y pueden formar nubes, lluvia o nieve. Estas concentraciones pueden ser controladas con un aparato que Reich inventó y al que llamó "cloud-buster" (rompe-nubes). 9) El libre flujo del orgón en el interior del organismo vivo -libre metabolismo energético- es una condición indispensable para el sano funcionamiento del organismo. Si este flujo se bloquea, el orgón se transformará en DOR, enemigo de la vida. 10) El DOR está presente también en la atmósfera, en la mayor parte de los lugares intermitentemente, y en ciertas zonas constantemente. Inhibe los normales procesos atmosféricos como, por ejemplo, la formación de las nubes. Las regiones infestadas por DOR aparecen apagadas, inmóviles y son opresoras, y el "smog" existe principalmente en estas regiones. El DOR atmosférico es de gran importancia para quien quiera hacer llover o quiera realizar otra actividad de control atmosférico. La infestación de DOR puede aliviarse por medio de los "cloud-busters" ideados por Reich. 11) El metabolismo orgónico del organismo depende también del campo orgónico externo. Si está infestado de DOR pesada y constantemente, los animales y plantas estarán perturbados en su metabolismo energético, lo que puede conducir a graves disturbios, y finalmente también a la muerte. El estudio de esta energía, de sus manifestaciones y de su funcionamiento en los diferentes campos constituye la nueva ciencia de la orgonomía."
Es un instrumento montado y materialmente organizado de tal forma que la energía de la vida presente en la atmósfera de nuestro planeta puede ser recogida, acumulada y utilizada para propósitos científicos y terapéuticos. Consiste en una estructura cuyo continente son capas alternas de materiales metálicos y no metálicos. Entre los primeros, los más adecuados son el hierro y el acero. Entre los segundos: lana, algodón, acrílico, polietileno plástico, celotex, lana de vidrio, goma laca, cera de abeja y cera de vela.
Ahora imaginemos un
cubo de acero con uno de sus lados que funciona como una puerta con
aberturas (tipo puerta de los bares de las viejas películas de vaqueros).
Ese cubo es enteramente forrado, en su lado externo, con una cubierta de
plástico. Sobre esta primera cubierta de plástico se agrega otra cubierta de
acero, a la vez sucedida por otra de plástico. Se agregan capas según sea el
objetivo del acumulador, pero el número de éstas puede oscilar entre una y
veinte. Así es que nos quedan dos superficies de contacto: la externa de plástico (u otro de los materiales no metálicos recomendados) y la interna de acero, hierro o hierro galvanizado (lo que hallamos elegido como metal). En el interior del cubo, cuyas paredes son de acero en nuestro ejemplo, se concentra la energía orgónica o vital presente en la atmósfera. Es allí que introduciremos a una persona, si es que el cubo es suficientemente grande; una planta o animal pequeño si es que las dimensiones del cubo son más pequeñas.
Si los materiales empleados son adecuados y la estructura está bien construida, la energía orgón presente en el medio ambiente se concentrará en el interior del cubo y ejercerá un definido efecto sobre el ser vivo que se encuentre en él. La utilización de los materiales indicados y la disposición en capas alternas tiene su razón de ser: las materias no metálicas presentan la propiedad de absorber la energía orgón, mientras que las metálicas también absorben pero especialmente la ceden, la rechazan hacia las capas siguientes. Esto crea un potencial orgonómico más alto en el interior del acumulador que fuera de él. Esto parece muy sencillo de hacer… ¡y realmente lo es! ¿Es concebible que un dispositivo tan elemental que no merece el nombre de “aparato” porque carece de chips, baterías y no se enchufa en ningún lado, sirva para aumentar la vitalidad de sistemas vivientes tan aparentemente complejos y sofisticados? ¡Por supuesto que es inconcebible y hasta increíble! Pero deja de serlo cuando uno abandona la lamentable costumbre de opinar antes de probar, investigar o verificar y se decide a intentar varias experiencias. En este artículo apenas se presenta el tema de los acumuladores de energía, pero también se proporciona información para construir uno a fin de experimentar con animales, plantas y objetos. ( http://www.acupuntura-orgon.com.ar/los_acumuladores_de_energia_orgon.htm ) Con el tiempo uno se convence que lo mejor es proponer sin intentar convencer a nadie: aquí la fuerza de la argumentación consiste en la pura experiencia personal. A veces se producen situaciones interesantes cuando alguien afirma: “Vengo a probar, no tengo FE en esta medicina”. Comparto ésa declaración de principios: hace muchos años que pruebo e investigo a esta medicina y tampoco yo tengo fe en ella. ¡Es que no se trata de un sistema teológico, no hay por qué tener “fe” en ella! Tanto la acupuntura tradicional china y moderna como la orgonomía son sistemas verificables y en absoluto necesitan de sacerdotes que enseñen el nuevo dogma, ni de creyentes en actitud de adorar a los nuevos Mesías. Es cierto que la teoría energética puede modificar muchas ideas y concepciones, un acontecimiento que se deriva de otro tal vez más trascendente: su utilidad práctica puede cambiarnos la vida. Pero esto es otra historia: la que cada uno puede intentar “probando” de buena fe.
Cuando se trabaja con
energía se experimentan cambios simultáneos en ambas dimensiones del ser: la
físico-biológica y la psico-emocional, ya que la energía es la fuente
nutritiva de ambas. Según sean las técnicas utilizadas y el estatus
energético de cada persona serán la profundidad y velocidad de los efectos
mencionados.
Lo mismo que utilizando el acumulador de orgón, exactamente los mismos efectos. La diferencia más importante, que no hace al resultado, es que la estructura del acumulador de orgón facilita el aumento de la concentración de energía al interior hueco del dispositivo. De manera que quien se instale en esa especie de pequeña cabina telefónica recibirá la radiación, tal cual ocurre, también, en los tubos acumuladores, diseñados para actuar sobre puntos de acupuntura. En cambio la radiación orgónica que emite la manta se debe al efecto de campo energético: alrededor de la manta se crea una zona que implica aumento de la concentración de energía, algo así como el aura de la manta. Y es ésta la que produce el efecto. Como sucede en el caso del primitivo acumulador que ya ha sido descripto, se supone que aumentando el número de capas aumenta también la capacidad de concentración de la energía. Tal vez no sea exactamente así para ningún artefacto de la orgonomía. Esa idea recoge, parcialmente, la creencia de que “cuanto más mejor”. Pero es discutible. En todo caso, y para cualquiera de estos artefactos, no es lo mismo dos capas que veinte. Pero no necesariamente esta cantidad de capas asegurará un mayor efecto terapéutico. En todo caso hay un límite que puede relacionar el número de capas con su notorio efecto durante los tratamientos. En el caso específico de la manta, debido a que la persona radiada deberá ubicarse debajo de la manta o taparse alguna región específica con ella, el límite que la hace incómoda es muy estrecho. No vale fabricar una manta de veinte capas si el resultado será que el paciente muera aplastado por el peso de la misma. En general, puede plantearse como una cuestión que podría apasionar a los orgonomistas: el problema de la eficacia de los instrumentos que acumulan orgón o que trabajan sobre la atmosfera, según lo grande, lo pesado o la posibilidad de concentrar mucho orgón (si son acumuladores) o de extraer energía (si se trata de los dor-buster). Mi opinión es que no hay tal relación lineal entre diseño de aparatos y efecto. O sea: se puede lograr éxito usando acumuladores grandes en los que una persona se introduce o con los pequeños acumuladores que se pegan en los puntos de acupuntura. De la misma manera, si se trabaja sobre el clima, es probable que pequeños tubos de 20, 30 o 40 centímetros y de no más que una pulgada de diámetro, sean tan eficaces como los tubos del “cañón” que trabajó Reich (varios metros de largo y una buena cantidad). En el caso de la manta puede manejarse la misma lógica: tiene efectos notables que no dependen tanto de la cantidad de energía radiada como del hecho de que radia toda la superficie del organismo menos la cabeza, pero la cantidad de tiempo que se la usa puede compensar la menor concentración. Ésta es variable, ya que depende de las características energéticas del lugar: limpieza/suciedad de la atmósfera, altura sobre el nivel del mar, humedad promedio, cercanía/lejanía de fuentes energéticas perturbadoras (alta tensión, micro-ondas, etc.). Se verá que es bastante fácil compensar algunos de estos factores simplemente extendiendo su tiempo de uso. Por ejemplo: en el caso del cáncer de páncreas ya citado, se logró éxito aumentando gradualmente el tiempo de uso. Y para sorpresa de quienes investigamos sobre la eficacia terapéutica de la energía orgón, resulta que funciona aún en ambientes tan tóxicos como los que predominan en las megaurbes, aunque con menos potencia que en los más sanos y energéticamente despejados. Es claro que el tiempo de uso y la frecuencia están determinados por la realidad energética y funcional de quien use la manta. Y, como sucede en tantas otras cuestiones, el hecho de que esta sea una ciencia experimental hace que los tiempos y las frecuencias vayan encontrándose a medida que se utiliza. Pero leyendo cuidadosamente sobre los efectos que produce el uso de la energía orgón, podrá deducirse que prácticamente cualquier persona puede verse beneficiada por su uso. Algunos para intentar curarse de enfermedades graves, probablemente utilizando distintas herramientas, otros para curarse de afecciones más leves y otros, que no están oficialmente enfermos, para mejorar su calidad de vida y conservarse sanos.
¿Por qué el plural? Es sencillo: hay variedad de posibilidades para armar las mantas. Y básicamente dos, que son las que vamos a desarrollar aquí. Las mantas de orgón pueden confeccionarse de acuerdo al uso que tendrán. Por ejemplo: para problemas locales (dolores, inflamaciones, espasmos, traumatismos, infección localizada) pueden confeccionarse de 60 centímetros por 60 centímetros. Para usos generales puede ser más grande, ya sea de 140 x 80 centímetros o de 175 x 100 centímetros. Este último me parece el mejor tamaño porque admite usos parciales (una parte del cuerpo) o generales (todo el cuerpo, desde el cuello hasta los pies). Además creo que el uso general es el mejor: aumenta la energía y funciona como optimizador de la salud, que es el mejor método preventivo que se conoce en medicina. La idea básica de los acumuladores de energía es fabricar dispositivos en los que se alternan capas de metal y de no-metal (diversas sustancias orgánicas o plástico). En este caso el metal será viruta fina (cuanto más fina mejor) tipo virulana, en rollo grande a ser cortado (ver foto), mientras que el no metal será género de lino o, en su defecto, algodón. Si el lino o el algodón se consiguen con cierto grado de pureza, mejor (foto).
Las mantas propuestas aquí, entonces, son de 1,75 por 1 metro y pueden confeccionarse de una sola capa o de dos. Cuando se habla de una capa se quiere decir que se usarán dos cortes de género de la medida indicada (sumando tres o cuatro centímetros en las dos dimensiones por cuestiones de dobladillo) y entre ambas se extenderá una capa de viruta de acero. Luego se hará una costura de los bordes con dobladillo y algunas costuras transversales y longitudinales para que la viruta de acero no se desplace. Por ejemplo: cuatro costuras en el lado más largo (1.75 metros) y tres en el más corto (1 metro), tal cual puede verse en las fotos. La otra opción es hacer una manta de las mismas medidas pero con dos capas: género – viruta – género – viruta – género. Esta es más apropiada para personas con muy baja energía o pacientes con afecciones graves. En el caso del adenocarcinoma de páncreas, los investigadores usaron dos capas pero con una lámina de poliéster grueso (para forrar libros u usar como mantel), en lugar del género del medio. Cualquiera de las dos opciones es correcta, depende de las personas y las situaciones concretas. En ambas mantas, la capa de viruta no debe ser extremadamente compacta ni gruesa: poniendo la manta a trasluz deben poder verse algunos espacios entre los filamentos de viruta.
Manera de disponer la viruta de acero Cómo se intercalan las capas
Es bueno mantener y utilizar la manta en un entorno similar al aconsejado para un acumulador normal: lejos de los televisores, hornos de microondas, luces fluorescentes u otros aparatos electromagnéticos o radioactivos. Nunca utilizar una manta de orgón junto con una manta eléctrica. Y, mucho menos, manipular computadoras o teléfonos celulares mientras se esté usando la manta. Tampoco lavarla o enjuagarla, ya que la lana de acero se oxida. Limpiarla únicamente con una esponja ligeramente húmeda siempre que sea muy necesario. Tal vez lo mejor sea sacudirla de vez en cuando, simplemente. Es importante airearla, ventilarla y exponerla al sol periódicamente, según sea su ritmo de uso. Y con más razón si la manta fuera compartida con otras personas. Luego de usarla, es bueno guardarla lejos de lugares concurridos: mejor en algún cuarto que se use poco o en lo alto de algún placard.
No hay indicaciones específicas o excluyentes. Toda persona puede verse beneficiada por su uso, ya sea para recuperar la energía utilizada en el vivir cotidiano, para mejorar la funcionalidad general o terapéuticamente, como parte de un proceso de curación. Ya hemos visto que puede utilizarse en cuadros muy graves, tales como un cáncer en estado avanzado. Claro que puede mejorar el tránsito de quienes van inevitablemente a morir a causa de la enfermedad. Pero especialmente puede ser de ayuda inestimable en variedad de situaciones o trastornos. En la medicina energética es más importante saber cuál es la situación energética y funcional de una persona que bautizar su enfermedad o rotularla con un nombre. O sea: tratamos personas que se encuentran en determinado estado y no “casos” que reciben su ubicación en una planilla Excel rotulados con precisión y tratados de acuerdo a un protocolo igual para todos los que se encuentren agrupados con ese nombre que los define. Y casi que los define como personas: “soy hipertenso” o “soy asmático” o “soy ulceroso”… La frecuencia y el tiempo de uso tendrán que ver, entonces, con la gravedad o liviandad de la situación. Por ejemplo: con buen estado general y el objetivo de conservar o mejorar la energía puede usarse cuatro o cinco veces por semana, entre 15 y 30 minutos. Acostados y con la manta colocada desde el cuello a los pies, tapados enteramente en ese trecho y preferentemente desnudos o con poca ropa. Si alguien se pasara con el tiempo, el cuerpo avisa solo: comienza a sentirse incomodidad y calor manifiesto e irritación, lo cual termina al sacarse la manta de encima y listo.
Posición correcta para irradiación general. Obsérvense costuras trasversales y longitudinales Para cuadros más importantes y graves varían tiempo y frecuencia. Es interesante la progresión utilizada en la persona del comienzo del artículo: una hora diaria la primera semana, dos horas la segunda semana y a partir de allí, cuatro horas diarias. Esta idea puede adaptarse a las necesidades reales de cualquier persona: ir incrementando el tiempo de a poco. Se verá que quienes tienen menos energía necesitan más tiempo de aplicación: para ellas diez o quince minutos son nada. Y solo empiezan a notar cierta incomodidad cuando la carga energética está cerca de su necesidad. Por eso cada uno necesita explorar para encontrar su tiempo y su frecuencia eficiente, pero la manta es extremadamente segura porque el organismo avisa cuando ya está cargado. Y es extremadamente eficiente, también.
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