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Los acumuladores de energía orgón Revitalización y Envejecimiento
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Investigaciones 3.Experiencias con el Dor-busterTengo muchas historias de trabajos con el Dor-buster, tanto personales y del grupo que investigó sus efectos como de tratamientos con mis pacientes. Algunas son contadas en la sección Historias. Pero, para ilustrar el artículo anterior, elijo tres relatos de pacientes que accedieron a escribir su experiencia. Muchas veces les recomiendo que lo hagan porque me parece sumamente importante para el devenir del tratamiento: es muy bueno que uno recuerde las imágenes y sensaciones adquiridas a través de esa especie de viaje que implica acostarse en una camilla y tener uno o varios tubos ubicados durante 20 ó 30 minutos sobre algún punto de acupuntura. En esta oportunidad no voy a suministrar datos sobre las afecciones o problemáticas de las personas que cuentan lo que vivieron con el Dor-buster, porque lo que aquí cuenta es lo que sucedió durante y después de las respectivas experiencias. Sólo voy a aclarar que en el primer caso trabajé durante dos sesiones, separadas por una semana, con el Dor-buster ubicado en el punto del diafragma, que está ubicado donde termina el esternón, en la llamada “boca del estómago” y corresponde al punto 15 del meridiano de Vaso Concepción. El protagonista de la segunda historia tenía el Dor-buster en el 15 de Vaso Concepción durante la primera sesión. Pero en la segunda se ubicó en el 22 de Vaso Concepción, también en la línea media anterior y ubicado en la fosita supraesternal, inmediatamente por encima del borde superior del esternón. La tercera historia corresponde a Mariana, quien tenía ubicado el tubo sobre el entrecejo, en el punto Inn Trang que se utiliza para medir el anillo 1 y trabajar sobre él. En los tres casos, también utilicé agujas sobre puntos de probada eficacia para mejorar la distribución de la energía: 7 y 9 del meridiano de Pulmón; 3,4 y 6 de Riñón; 3 y 4 de Intestino Grueso; 2 y 3 de Hígado. El tiempo de las sesiones fue de unos 25 minutos. Azucena (I) Hoy le pedí a Carlos que me hiciera una medición. No me vengo sintiendo bien últimamente. Mejor dicho: estoy muy triste y disgustada conmigo misma, tengo una angustia muy grande y siento como si soportara un peso de cien kilos sobre mi cabeza. Me veo como una persona chota, sin poder volar o despegar un poco de la tierra. No pretendo salir volando por la ventana del piso 11 del consultorio, pero tampoco quiero estar tan pegada sobre el piso, sin poder apreciar un poco los cielos. Todo esto me viene pasando hace un tiempo, y como hoy algo me hizo “click” le pedí a Carlos tal medición. Tenía ganas de saber en qué andaba mi energía, si es que andaba o estaba totalmente quieta. Creo que los resultados de la medición no fueron muy buenos (por lo poco que entiendo, soy uno de esos extraterrestres que tienen la cabeza enorme y el resto del cuerpo más pequeño, toda mi energía está en mi cabeza y mis hombros: no se puede llevar tanto peso). Ahora viene lo más importante: Carlos me hace una aplicación de acupuntura y complementa con el Dor-buster, ese “mágico tubo con un cable en un extremo”. Por primera vez en mi vida pude sentir y ver mi otra cara, la de mi mundo interno. Recién hoy la descubrí, y fue tan fuerte que no puedo dejar de pensar y sentir esa sensación. De golpe, cuando cerré los ojos y me relajé, apareció una luz muy difusa color amarilla y alrededor un color muy oscuro. Esa luz no paraba de moverse, era el movimiento de un espiral y en los huecos que dejaba la luz había oscuridad. No pasó mucho tiempo para que lo oscuro fuera más amplio y la luz más lejana. De pronto me vi con un montón de nubes negras que pasaban por encima mío en forma cada vez más rápida. Todo era oscuro y no lo podía soportar, pero de pronto empezó desde muy profundo una luz color verde brillante a invadir al color negro y sentí un alivio y junto con él, sentí el tubo en mi diafragma. Entonces mi atención se desvió hacia mi cuerpo. En el estómago, en la misma dirección del tubo, había como una pelota tan pesada que me pegaba contra la camilla sin poder levantar mi cuerpo y junto con esa sensación, aparecieron las grandes nubes negras, muy negras. ¡Mi angustia fue tan grande! No tenía nada de luz y no podía abrir los ojos; traté de buscarla pero no venía, lo único que pasó fue que las nubes negras pasaron a un color más claro, como un gris plomizo. Pero la luz no volvía a aparecer. Cuando terminó la aplicación no podía parar de llorar. Tenía como una mezcla de miedo y de angustia. Puse toda mi voluntad en encontrar la luz y no lo logré. Pero siento la imperiosa necesidad de buscarla y no me voy a detener. Hoy descubrí o conocí mi lado oscuro, ése que todos tenemos tan reprimido. Hoy me di cuenta que estaba viviendo con una sola parte de mi ser, una parte bastante pobre, que sólo se tornará rica y jugosa cuando la pueda relacionar con la otra. Yo voy a tratar de aclararlo de a poco.
Haber visto mi lado oscuro me provocó mucho miedo y angustia. Pero también abrió una ventana por la cual vi un poco de claridad. Durante la semana la angustia fue decayendo, no desapareció sino que yo me sentía más aliviada. La segunda aplicación con el Dor-buster fue todo lo contrario. Al comienzo, cuando empecé a relajarme y cerré los ojos, estaba nuevamente en presencia de la oscuridad. Al rato comenzó a aparecer la luz de una forma como si fuera humo y se movía como al compás de las olas de un mar calmo. De pronto mi atención se volcó a mi cuerpo, la sensación era muy linda. Yo me mecía al compás de esas olas, era como estar en una “hamaca paraguaya” . El movimiento era muy suave, me sentía como envuelta en un calorcito interior, me sentía abrigada interiormente. Ya no me importaba la oscuridad ni la luz que me tuvieron tan angustiada durante la primera vez. Ahora las sensaciones eran placenteras. Me sentía tan bien, tan a gusto. Mi cuerpo se hamacaba muy relajado, no me daba cuenta de nada más. La luz seguía siendo muy opaca, casi grisácea (como el humo de un cigarrillo), pero acompañaba los movimientos ondulantes que sentía en mi cuerpo. Creo que esta segunda aplicación fue puramente consecuencia de la primera, ya que a partir de ir sintiéndome más tranquila conmigo misma, pude “viajar” a un lugar más placentero. Porque yo sentí eso: que no estaba en la camilla, sentí que viajé . Al termino de la aplicación me quedó durante todo el día una sensación de liviandad. Me parece que para poder volar, primero tengo que aliviar mi peso. ¿Puede ser que lo esté logrando? También quiero contarte, Carlos, que tardé un poco en escribir esta experiencia, a diferencia de la primera, en la cual no podía dejar de pensar lo que me estaba pasando. Era como si necesitara sacármelo de encima, entonces tuve que escribirlo rápidamente. ¿Tendrán que ver las sensaciones tan disímiles de angustia-placer para que una me movilizara a escribir o contarte, más pronto que la otra? ¿Qué opinás? Yo creo que de a poco me voy descubriendo. Y el lado oscuro, a veces me aporta claridad.
Azucena
En esta etapa, volví a consultar a Carlos por la aparición y persistencia de diversos síntomas que yo no lograba discernir y que me incomodaban y angustiaban. Comenzamos, como otras veces, con la colocación de agujas hasta que pasado un tiempo, se agregó el Dor-buster. Cuando Carlos me lo aplicó la primera vez, cerca de la punta de mi esternón, me relajé como lo hago siempre en las sesiones. Muchas veces me duermo con las agujas aplicadas (y creo que hasta ronco), y puede ser que sueñe. En este caso, al rato nomás, sobrevinieron visiones (¿o quizás ensueños?). Y las llamo así porque estaba aún bien despierto. Aparecieron una detrás de la otra, en lapsos cortos de duración, y en ningún momento representando situaciones emotivas en si mismas. Pudieron pasar intranscendentemente, pero en cambio me hicieron sentir muy triste, como si evocaran angustias, melancolías, penas no resueltas que yo tengo instaladas en lo muy profundo de mi persona. Sólo eran “cortometrajes” neutros, de caras, lugares, gestos. Pero se me llenó el pecho con esa emoción. Poco a poco fue pasando y llegó una serenidad muy agradable. Me sorprendí cuando percibí que alguna lágrima había rodado desde mis ojos. No me había dado cuenta. En aquella oportunidad no comenté nada con Carlos. Creo que no logré registrar que había sido una experiencia distinta. Posteriormente, en una sesión en la que luego que él me preguntara el consabido “¿qué tal, cómo estás?”, y yo le referenciara molestias en la base de mi garganta, como si aún no hubiera digerido la cena del día anterior, Carlos me apoyó el Dor-buster en esa zona, me colocó las agujas, me invitó a relajarme, apagó la luz, cerró la puerta, y ahí quedé yo solo, tratando de aflojarme, y totalmente desprevenido. Desprevenido, digo, a lo que pasaría. Pues llegaron nuevas visiones, y como aquéllas, sin llamarlas ni esperarlas, pero que a su diferencia, no remitían a penas sino a situaciones que actualmente tenía atragantadas; personas y hechos indigeribles, de esos que nos llevan a decir: “lo tengo atragantado en la garganta”. Desfilaron esos fulanos y fulanas a quienes gustosamente haría escuchar lo cansado que me tienen, lo mal que creo que se portaron conmigo, y aquellas veces en que debí callarme, cuando mejor me hubiera hecho hablar, o quizás gritar (con lo bien que se liberan energías así). Pero, que por razones de urbanidad, conveniencia, responsabilidad, etc., me había callado. Bueno, aparecieron desde adentro y hacia mi garganta, como si pugnaran por meterse en el Dor-buster, como si ese aparato tan parecido a un micrófono, fuera en realidad un succionador, un atraedor de toda esa energía negativa que venía acumulando. Cuando pasó, evoqué (ahora sí voluntariamente) a esas figuras odiosas, y mi sensación corporal y anímica fue -tal como en la experiencia pasada- de serenidad. Advertí que había superado la “indigestión”. En esta oportunidad le conté a Carlos lo sucedido, y pudimos charlar sobre ello y el Dor-buster. Antes, y ya a solas, pude reflexionar sobre estos dos momentos, y la necesidad imperiosa de poner mi espíritu en orden y paz. Supongo que algunos de los síntomas que hoy siento desaparecerán entonces. Sé que lo que conté es para mí apenas el comienzo. Es el “darme cuenta”. Que debo continuar profundizando lo que percibí. Pero creo que es la manera de asumir por mi mismo mi curación. Siento que expresarme en estas líneas,
comunicarme con otros que -como yo- comprenden su “salud” como un estado
general de equilibrio, y contar mi vivencia, es dar humildemente mi apoyo a este
tratamiento que tanto bien me hace, y agrandar la superficie de este nuevo
continente (aunque sea el que el hombre conoce desde más antiguo) de la Medicina
para seres humanos.
Mariana La
primera vez que experimenté
al Dor-buster, al principio me sentí un poco incómoda y rara, pero a la vez
sentía que estaba bien, confiaba en que nada malo podía ocurrirme y por el
contrario, me sentía intrigada y entregada a vivir una
nueva experiencia. De
a poco empecé a relajarme y me sobrevino una sensación de adormecimiento, muy
suave. Luego, muy lentamente, empecé a sentir como si mi cuerpo fuera mecido
en forma horizontal. Comencé a sentir la sensación de estar en un mar
lleno de suaves olas que me movían y mientras tenía esta sensación,
interiormente experimentaba emociones extrañas pero no desagradables que me son
muy difíciles definir con palabras: era como una
especie de lenguaje que se estaba expresando a través de mi, pero
fuera de todo lo convencional. La
segunda vez no logré
sentir ni el sonido ni el juego de las olas y aunque estaba más en confianza
con el tratamiento, sentía que no podía relajarme en mi afán de experimentar
esas sensaciones tan nuevas otra vez. Hasta
que por fin, y luego de sentir internamente diferentes
voces de personas conocidas que me venían a la mente (no era que me decían
algo directamente a mi, sino que se trataba de recortes de frases o diálogos
dichos por ellas), logré relajarme al punto de sentir que la camilla desaparecía. La
sensación era de levedad y de flotar. Pero, lamentablemente, esto ocurrió
al final de la sesión. Debo admitir que salí un poco frustrada. Unos
días después, estando en mi casa, me vino de repente la
idea de escribir, inclusive hasta sentí ganas de escribir un
“libro”. Y al mismo tiempo me decía a mi misma: “estás loca, si vos
nunca escribís nada”. Realmente
nunca escribo, a no ser informes o monografías
para la facultad. Cuando algo me ocurre (bueno, malo, triste o maravilloso)
prefiero (en realidad no se si prefiero), lo que naturalmente me sale es
hablarlo o bailar, hacer danzas, tal vez pintar. Por ejemplo, si tengo miedo o
estoy ansiosa, inclusive antes de rendir algún examen difícil, lo que me nace
es hacer danzas con música. Durante mucho tiempo hice (hace tres meses que no)
un trabajo corporal que se llama “movimiento vital expresivo”, y siempre
siento que haciendo esto tengo los mayores insights de mi vida. A veces medito
en silencio sin ninguna técnica en especial, y ésta también es una forma más
en la que me conecto conmigo, además de ir de vez en cuando al “verde” y al
“sol”. Pero
ese día sentí algo muy fuerte, así que me senté frente
a la computadora (algo más extraño aún) y comencé
a escribir algo que titulé, y no se porqué, “Pasajes”, y que
finalmente no le di a nadie aunque como idea original había pensado regalarlo. Una
vez que terminé de escribirlo me sentí aliviada y muy contenta. Era como sin
tener en cuenta las imperfecciones o no de lo escrito; para mi se trataba de una
obra y un descubrimiento maravilloso. Al otro día y los subsiguientes
comenzaron las críticas, ya la verdad es que sentí que lo maravilloso se
transformó en vulgar. Pero eso fue lo que sentí al escribir, en ese momento. La
tercera vez con el
Dor-buster viví algo muy diferente. Cuando me relajé y me desconecté de la
“realidad”, hice un viaje por el interior de mi cuerpo, específicamente, mi
“panza”. Pero esto era muy diferente a la sensación de estar dentro del útero
materno, etc., sino que yo me sentía como una especie
de médica exploradora, recorriendo mi interior, observando órganos
y funciones. La sensación era de bienestar y de que estaba todo en su lugar.
Fue muy corta la exploración, pero me dejó una sensación de seguridad y
confianza. Luego
de estas “veces”, me gustaría contar que siento que lo que experimenté con
el Dor-buster, es decir, algunas de las sensaciones, se prolongaron en una
experiencia que tuve en un taller de tres días proveniente de la Fundación
Findhorn (comunidad en Escocia) sobre “descubrir mi propósito en la vida”. No
voy a contar el proceso de muchos meses, pues me llevaría unas cuantas hojas más,
pero para mi es importante destacar que en todo momento
tuve clara conciencia de “mi cuerpo” como protagonista principal en el propósito
de mi vida. Más
allá de que sería inevitable que no estuviera involucrado en cualquier
emprendimiento, ya que pienso que junto con la mente, el espíritu y las
emociones forman parte del mismo sistema. En
este trabajo logré profundizar sobre el protagonismo de mi cuerpo a través de
las danzas y la creatividad corporal. Lo más paradójico es que, a pesar de
cuan importante es esto último para mi, me falta continuidad en éstas áreas,
sumándose además el desequilibrio que producen mis “enfermedades físicas”
y todo lo que ellas involucran (¡operaciones!), haciendo que este propósito de
trabajar con el cuerpo se torne un desafío constante. Lo
cierto es que en un momento del taller (haciendo un trabajo de a dos para
conectarse con la energía superior), sentí algo muy
especial y que fue experimentar nuevamente la sensación de no tener ningún
apoyo-sostén, como cuando en el consultorio sentí que la camilla había
desaparecido. Y lo más notorio fue cuando empecé a sentir que de a poco
iba perdiendo peso mi cuerpo, la sensación de pesadez. Sentí que sólo era
algo leve, que era energía. Era
muy raro sentirme en ese estado. Sentía
que solo era energía, que no había ni principio ni fin (cabeza /
pies) ni límites. Lo
más notable para mi fue que, a pesar de que ya en otros momentos de mi vida había
intentado sentir a través de experiencias similares algo como esto, nunca
había conseguido experimentar esta sensación tan maravillosa. Las
conclusiones que saqué de esa experiencia en el taller fueron muchas. Porque
también tuve la posibilidad de “ver” (mientras estaba en ese estado de
levedad) en imágenes claras, muchas pautas y guías para mi vida. Sentí
que algo en mi había cambiado y que no estaba equivocada al pensar que, si bien
mi cuerpo físico necesita aún de mucho “trabajo de transformación”,
es la “clave” para llevar adelante mi propósito y mi crecimiento en la vida
para mi, y para poder brindar mis aprendizajes a su vez a otras personas.
Mariana |