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Las funciones

8. Síntesis, conclusiones y ciertos comentarios

Tanto la orgonomía como la acupuntura tradicional china tienen un largo y esperanzador camino por recorrer. En el caso de la orgonomía esto es indudable, debido a su corto tiempo de existencia. Pero también la acupuntura es muy promisoria, en este caso gracias (y no pese) a su venerable antigüedad. Los geniales científicos chinos, que observaron con sagacidad el devenir de los cambios y la relación entre ellos, merecen nuestro profundo agradecimiento. Gracias a ellos, podemos advertir y verificar en la práctica clínica esos dos grandes hallazgos: los fenómenos de polaridad tipo Yin - Yang y los cinco movimientos básicos de la energía.

Véase cómo los prejuicios y los estereotipos pueden ocasionar grandes daños al conocimiento humano: el trabajo de observación de los chinos se asocia habitualmente a la “paciencia”, pero no a la inteligencia para advertir los mensajes de la realidad. Sin embargo, la paciencia sola no garantiza nada: uno puede mirar siempre lo mismo sin advertir absolutamente ninguna relación ni ciclo periódico de las cosas. Es bueno repetir aquí dos observaciones muy chinas, una de las cuales ya ha sido citada: “Inteligente es quien advierte lo que las cosas tienen en común, y no sólo lo que las distingue”. La otra es: “Quien quiera estar muy actualizado, debe consultar nuevamente a los clásicos”. Para encontrar lo que encontraron, pueden haber sido favorecidos por dos factores: uno es que este conocimiento se desarrolló hace unos dos mil o tres mil años, y es probable que en ese tiempo muchos hombres tuvieran una percepción más fácil y directa con los fenómenos de la energía.

El otro factor es que los chinos produjeron con cierta facilidad naturalistas con gran capacidad de observación y escasos prejuicios religiosos, mérito que corresponde adjudicar al taoísmo. De manera que investigaban para obtener verdades objetivas, y no para demostrar la infalibilidad del emperador o la existencia de dios, los ángeles o el purgatorio.

La consecuencia favorable de estas condiciones objetivas, redundó en un conocimiento avanzado y profundo acerca de, también, la realidad objetiva. Pero esto sólo pudo hacerse desarrollando un método de observación distinto al del método científico predominante en nuestra cultura. Por eso es tan difícil “traducirlo” y aparenta esoterismo y arbitrariedad. Pero lo genial sucedió: en algún momento, seguramente de manera progresiva pero con decisivos instantes “click”, los sabios taoístas lograron sintonizar su propia verdad con la del mundo exterior. Y encontraron que la energía se mueve con cinco estilos diferentes, atributo de todas las cosas, tanto las animadas como las inanimadas.

 

  1. Creciendo y desarrollándose, extendiéndose libremente.

  2. Calentando y llameando hacia arriba.

  3. Produciendo y cambiando.

  4. Purificando y siendo sólida.

  5. Enfriando y humedeciendo, fluyendo hacia abajo.

Hay maneras de verificar en la práctica la función de estos movimientos, y un buen ejercicio es intentar ver estos movimientos en las vastas manifestaciones de la vida cotidiana, la única que existe: climas, síntomas, emociones, acontecimientos sociales, movimientos en la tierra y en el cielo, iniciativas laborales, vínculos amorosos, relación con padres, hijos, amigos, etc (la lista es infinita).

Pero una muy útil es investigarla en las afecciones humanas. Si se tienen dudas acerca de las funciones descriptas, seguramente quedarán disipadas en cuanto las puedan confrontar en la práctica clínica, un lugar adonde es imposible mentir. Todos los días de todos los años, puede verse en el trabajo con los pacientes que las relaciones funcionales se cumplen casi al pie de la letra.

También puede verificarse que la vida emocional es protagónica en cada persona, y que las características y desviaciones se cumplen de acuerdo a lo previsto en la asociación interna de órgano afectado con emoción correspondiente y en las múltiples relaciones que se establecen de acuerdo a los ciclos de generación y dominancia.

No es una “ley divina”: puede verificarse con cada paciente, la única verdad en medicina más allá de cobayos y estudio de materiales fijados, muertos. Lo que se llama “tener buenas defensas”, no es ni más ni menos que el resultado de tener bien equilibrada la energía, y esto no entra ni puede entrar en contradicción con los resultados de los testeos especializados en la sangre, investigando inmunoproteínas o la eficacia de los linfocitos.

Y “tener bien” la energía significa algo muy concreto para esta medicina: es necesaria una cantidad aceptable de energía y su correcta distribución, lo cual implica el mismo nivel de equilibrio a nivel emocional y físico.

No es “esta parte” y “aquella parte”, no es que “tengo un cuerpo” ni tampoco que la “cosa es de acá” (señalando la cabeza). Sólo un desarrollo basado en la energía y su devenir, es capaz de garantizar la unidad teórica y práctica de los seres vivos. Y sólo es posible advertirlo cuando se está abierto a reconocer que lo que nos une al resto de los vivientes y el universo, es mucho más importante y notorio que lo que nos diferencia.

 

Podríamos hablar años sobre esto, y de poco serviría si no se intentara obtener una confirmación por la práctica. Sería necio negar los efectos terapéuticos de la acupuntura, y es de cretinos asegurar que funciona “mágicamente”. En todo caso se desvaloriza al sistema, suponiendo que los puntos de acupuntura son botones cuya estimulación mecánica produce efectos sobre el sistema nervioso: lo máximo que la medicina mecanicista está dispuesta a concederle es que se trata de una eficiente terapia refleja, nada más.

Esta opinión sí es “refleja”: refleja una profunda ignorancia acerca del funcionamiento de la acupuntura. Ustedes saben que los puntos se disponen en líneas o trayectos que reciben el nombre de meridianos. Cada  uno de ellos recibe un nombre, que ya hemos visto al estudiar las funciones expresadas en los movimientos. La energía de cada meridiano puede modificarse, si es que se encuentra en exceso o en déficit. En cada meridiano existe un punto de estimulación (para aumentarla), un punto de inhibición (para disminuirla), un punto “fuente” (actúa aumentando el efecto de los anteriores) y un punto de “pasaje”, que drena energía o la recibe de otro meridiano.

La acupuntura es eficaz porque la correcta utilización de los puntos logra, primero, regular la energía que circula por el meridiano y esto, a la vez, se traduce por la mejoría de los síntomas.

Pues bien, el criterio para elegir los puntos descriptos de cada meridiano (estimulante, inhibidor, etc.) está lógicamente fundamentado en la ley de los cinco movimientos. De esta manera, el punto número 9 del meridiano del pulmón será su punto estimulador, y no por oscuros o indescifrables designios de algún sacerdote envuelto en rayos, si no porque ése es el punto Tierra del meridiano, y la Tierra es la madre del Metal (Pulmón). Y así se han elegido los puntos operativos principales: ¿no es bastante claro, acaso?

Supongamos que no mucho, aunque sería bastante descortés con la medicina china, que está demostrando su eficacia desde hace milenios. Ya que estamos en el tema: ¿no es significativo verificar que uno de cada cuatro habitantes del planeta es chino, antiguo pueblo que pasó por todas las etapas posibles de su desarrollo?. ¿No tendrá la medicina china algo que ver con esto? Está bien: puede no bastar esta realidad, pero entonces llegó el momento de verificar si es o no correcto agrupar los distintos elementos de las funciones así como están descriptas. Y aquí cada investigador tiene la palabra…

Por ejemplo, Hamilton y Boyd, que en su Embriología Humana (pág. 145 de la edición en español) aportan una ayuda interesante a la correlación de las funciones. Allí se habla de las regiones organizadoras durante el proceso de embriogénesis, capaces de inducir el desarrollo de otros sectores de la economía orgánica. Y se mencionan ejemplos surgidos durante la investigación de los procesos embriológicos. El que sigue, confirma la descripción de la acupuntura acerca de la fuerte asociación entre el hígado y los ojos, pero también entre el riñón, la audición (vesículas óticas), la médula espinal y vastas regiones del cerebro: “el hígado del conejillo de Indias induce, en material de anfibio competente, la formación de cerebro anterior, ojo y nariz; mientras que el riñón del mismo, induce cerebro medio, cerebro posterior y vesícula ótica o médula espinal y cola”.

Es relevante para la medicina energética el concepto de función. Esto nos dará la clave del diagnóstico y, desde allí, nos abrirá las puertas a un tratamiento racional. Y es el criterio que establece la verdadera diferencia con las medicinas mecanicista y mística.

Gracias al concepto de función podemos entender globalmente a una persona: sus “debilidades” emocionales y físicas, y la forma en que tenderá a reaccionar ante cambios pronunciados del exterior, ya sean éstos de origen climático, alimentario, vincular o social. ¡Es de una gran riqueza el criterio de función!

Tanto que se hace imposible volver al viejo criterio mecanicista cuando se lo conoce y se trabaja concretamente con él. Por ejemplo: si decimos que Dora tiene un exceso global de Madera, no sólo estaremos abiertos a percibir alguna problemática en los órganos llamados hígado y vesícula biliar: también investigaremos la sangre, los ligamentos, la visión, las uñas y entenderemos sus ataques de ira. De manera que ayudar de verdad a Dora, implicará reducir la energía del movimiento Madera, orientando su excedente hacia funciones que se encuentran en déficit, y que encontraremos siguiendo la lógica de las relaciones entre los cinco movimientos.

Y no sólo vamos a trabajar sobre los meridianos desequilibrados con las diferentes técnicas de la acupuntura: también podremos utilizar homeopatía, oligoterapia, hierbas, nutrición adecuada y actividad física. O sea: tendremos un “paquete” de medidas comprobadamente eficaces para lograr nuestro objetivo, que es regular la energía y no, simplemente, combatir una serie de síntomas. Aquí quedan claras las ventajas de un enfoque profundo de la enfermedad de una persona, de un enfoque basado en la energía de las funciones de lo vivo.

El aporte de la orgonomía también es de enorme importancia para la comprensión de las funciones básicas, tanto que es posible y hasta fácil articular su práctica y su teoría con la descripción de la acupuntura tradicional. El criterio de función es idéntico, con la ventaja de manejar un lenguaje más comprensible para la cultura occidental, y de aportar la brillante idea del Principio Funcional Común como modo concreto de superar la infinita cadena de causalidades que torna ineficaz e incomprensible a la medicina “moderna”.

La brillante descripción de la pulsación biológica, claramente compatible con el principio de Yin y Yang, es buena prueba de tal fecundo encuentro entre ambas ciencias. Y es bueno saber que la “idea” de la pulsación fue lograda observando a través de un microscopio, y no como corolario de la utilización de algún método esotérico.

La orgonomía también insiste en la necesidad de verificar en uno mismo la existencia de las funciones básicas. Es más: se atreve a poner como requisito de la investigación a la salud del investigador, que no deberá estar demasiado acorazado para lograr veracidad en su búsqueda.  El “buen resultado” significa sólo una cosa: encontrar las verdades del funcionamiento de lo vivo a través de una buena sintonía con lo observado, y por lo tanto, a través de la propia verdad. Porque después de todo, no hay nada que valga la pena descubrir si esto no se traduce en concreta felicidad, si no es capaz de advertir la poética belleza de la realidad.

 

 “La fuente de la que fluye la savia de la verdad es común a todos los seres vivientes, mucho más allá del animal humano. Esto tiene que ser así porque toda verdad es una función de la Vida viviente, y la Vida viviente es básicamente la misma en todo lo que se mueve por medio de la pulsación (contracción-expansión). Por lo tanto, la verdad básica en todas las enseñanzas de la humanidad es semejante y equivale a una sola cosa común: encontrar tu camino o lo que sientes cuando amas tiernamente, cuando creces, cuando construyes tu hogar, cuando pares tus hijos o cuando contemplas las estrellas por la noche” (Reich)

¿Qué otra cosa vale la pena encontrar?

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