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Los tres cerebros

4.Consecuencias de las alteraciones límbicas

A continuación, se exponen algunas reflexiones de Mac Lean acerca de las relaciones límbico-enfermedad humana, respetando su terminología:

1.    La relación entre la organización anatómica y funcional del sistema límbico con la tendencia de los enfermos psicosomáticos a mostrar una confusa apreciación de lo que acontece en el mundo, fuera y dentro de ellos. Puede proporcionar un ejemplo el individuo que padece colitis ulcerosa. Una formulación psicodinámica muy simplificada podría ser ésta: un paciente ha pensado durante mucho tiempo destruir a un padre odiado mediante la incorporación oral. El padre muere y el enfermo cree realmente tenerlo adentro. “Está exactamente aquí”, dirá, señalándose el vientre. Entonces surge la necesidad de “defecar” al muerto, al despreciable padre. En esta clase de trastornos se produce un tipo similar de confusión, manifestada en multiplicidad de formas por las cuales se interioriza simbólicamente a los trastornos del mundo externo y se les da expresión a través de actividades del intestino u otras vísceras. El trastorno se expresa en un nivel visceral primitivo, antes que en un nivel elevado de pensamiento, palabra y acción organizados. Ya se ha indicado cómo la organización del cerebro límbico, que es común a todos los mamíferos, podría influir en la grosera estupidez del tipo de confusión ejemplificado.

2.    Los estudios sobre las funciones motoras de la región frontotemporal contribuyen a aclarar la curiosa observación de que, en los enfermos psicosomáticos, es frecuente que la comida se halle simbólicamente unida a situaciones cargadas afectivamente. Por eso, la comida generalmente sustituye a algo del mundo externo que amenaza el bienestar del paciente, ya sea por ser inalcanzable, ya porque, como una presa, debe ser destruida. Tipifica el caso en que la comida sustituye lo inasequible, el obeso que come constantemente por la necesidad de amor. Por eso no extraña tanto haber descubierto que en la región frontotemporal, las estructuras nerviosas responsables de las actividades alimenticias estaban indisolublemente asociadas con las estructuras responsables de las funciones de ataque, defensa o fuga. Y éstas son funciones que se hallan afectivamente cargadas y son esenciales para la vivencia en la búsqueda de alimentos.

3.    A la luz de las afinidades de la corteza límbica, generalmente con el tipo que media en el sentido del olfato, ¿no cabría inferir que el sistema límbico, actuando como una totalidad, interpreta ampliamente la experiencia en términos de calidad e intensidad? Filogenéticamente, no es hasta la gran elaboración de las capas supragranulares de la corteza, vinculadas con los sentidos de la vista, el oído y el tacto, que se encuentra una pantalla cortical que pueda ser considerada fría, abstracta y analíticamente en términos de lenguaje simbólico. Los sentidos de la vista, el oído y el tacto permiten un fácil intercambio de lenguaje simbólico. Pero un alfabeto, por ejemplo, que dependiese para la comunicación de la penetración de olores y sentimientos, ofrecería tantas dificultades como los códigos basados en las variaciones de la intensidad de la luz, del color o del sonido.

4.    Los focos epileptógenos de la región frontotemporal producen percepciones emocionales que “flotan libremente”, hallándose desvinculadas habitualmente de personas o situaciones específicas. Lo mismo se dice, a veces, de las “tensiones” emocionales de un enfermo que padece una dolencia psicosomática o algún otro trastorno psiquiátrico. Pero la psicología moderna ha demostrado que la emoción que “flota libremente”, siempre se encuentra relacionada con experiencias bastante específicas de la situación vital del paciente. La dificultad, tanto para el paciente como para el terapeuta consiste en comunicarse con el cerebro límbico, el cual establece correlaciones que a una mente racional le resultan totalmente incomprensibles.

5.    Podemos imaginar que el neocortex y el límbico funcionan juntos y actúan en el mundo como un hombre sobre un caballo. Caballo y hombre son muy activos uno con el otro y ambos con su medio, aún cuando la comunicación entre ellos sea limitada. Ambos obtienen información y actúan sobre ella de modo distinto. A veces, el caballo da un salto o echa a correr por razones inexplicables, a primera vista, para el hombre. Pero el animoso y tolerante jinete tratará de averiguar y de comprender la causa del pánico, para poder evitar en el futuro las situaciones perturbadoras o para tranquilizar al animal y acostumbrarlo a superarlas. En el caso del enfermo psicosomático, sospechamos que esto ayuda a evitar un excesivo “relinchado” en las calles de tránsito lento hacia la víscera.  

 

La neocorteza humana está preferentemente orientada hacia el mundo externo gracias a la eficiente función de sus telerreceptores: vista y oído. Resulta, entonces, que el hombre contiene dos animales, uno de los cuales no puede expresarse verbalmente, el reptiliano-límbico. A la vez, el mundo moderno ha desarrollado un estilo de comunicación que acentúa el papel de los telerreceptores, ya que de eso se tratan tanto la radio como la televisión o el cine, que funcionan como una prolongación de esos sentidos a la velocidad del rayo. El límbico, en cambio, semeja una lenta carreta que se comunica a través de emociones, vísceras y síntomas ligadas a ellas: náusea, sofocamientos, respiración y pulso agitados, necesidad urgente de orinar o defecar, miedo, terror, rabia, tristeza, pesimismo, hambre, sed, vómitos, huida o paranoia, cefalea o dolorosas contracturas musculares, entre tantos posibles…

El reptil, a la vez, se conmueve y desorienta profundamente con los cambios, ya que su rígida programación le impide una rápida adaptación…

Ya hemos dicho que cada uno de los tres cerebros posee formas específicas de subjetividad, inteligencia, sentido del tiempo, memoria y actividad motora. ¿Qué hacer, entonces, para conciliarlos? ¿Qué amenazas aparecen en el horizonte de sucesos de los osados mamíferos, que se atrevieron a desafiar la seguridad del mar y la monotonía de la existencia reptiliana?

Una, especialmente: la esquizofisiología. La profundización de la dicotomía funcional entre el límbico y el neocortex. Es cierto que hay dos hemisferios cerebrales, y que la famosa neocorteza humana también depende del límbico y se encuentra íntimamente conectada a ella. Pero veamos qué nos amenaza si se produce esta división a extremos difíciles de soportar, tal cual ocurre en el psicótico, antes de hacer algún comentario acerca de las diferencias entre ambos hemisferios cerebrales.

 

Hay evidencias de que los cuadros psicóticos son compatibles con una situación patológica que podría denominarse “explosión del hipocampo”, la cual produce:

    1.    Disturbios emocionales y amorosos  
2.    Sentimiento de despersonalización (“diplopía mental”)
3.    Distorsión de la percepción
4.    Síntomas paranoicos.

También se sabe que algunas lesiones irritativas del límbico ocasionan las llamadas “escaras epilépticas”, algunas de cuyas manifestaciones son: terror, “presentimientos”, extrañas combinaciones de “familiaridad” con los desconocidos y sentimiento de extrañeza, fantasías por demás, tristeza de base y paranoia.

La epilepsia no es una sóla enfermedad, sino un grupo de alteraciones clínicas y electroencefalográficas que promete ser una firme pista para comprender con mayor profundidad la funcionalidad operativa del sistema nervioso. Comprende el denominado Gran Mal, que es la forma más conocida de epilepsia, y está caracterizada por crisis convulsivas tónico-clónicas, con pérdida del conocimiento, pérdida de la memoria inmediata y peligro de “tragarse la lengua” con la consiguiente asfixia, además del posible traumatismo craneano que implica la inevitable caída debida a la súbita pérdida del conocimiento.

La segunda forma conocida de epilepsia es el Pequeño Mal, cuya modalidad sintomática más representativa son las “ausencias” o “fugas”: el paciente queda con la mirada fija, absorta y perdida en la lejanía, sin registro presente ni ulterior de lo que está ocurriendo en el momento del ataque.  

Y por último tenemos la forma conocida como Equivalente Psicomotor, cuyas manifestaciones incluyen una variedad de trastornos que difícilmente entran en la clasificación de las epilepsias mencionadas. Esta forma incluye crisis de dolor cólico -abdominal, por ejemplo- y fenómenos vasomotores como la migraña. Esto no asegura que todos los cuadros con estas características, que por mucho superan estadísticamente a las dos formas de epilepsia mencionadas, se deben a un equivalente psicomotor. Pero tampoco lo descartan. Es que esta descripción clínica fue azarosa: en cuadros funcionales que no tenían otra explicación, el electroencefalograma (EEG) detectó anomalías compatibles con trazados epileptiformes. Quizás, el pedido de un estudio como el EEG haya surgido de una característica clínica común a todas las epilepsias: la presencia del aura, ese misterioso aviso de que está por desencadenarse un ataque. En efecto: la mayoría de los epilépticos saben que está por sobrevenir una crisis porque reciben un aviso en forma de “extraña” sensación o percepción, muchas veces de origen olfatorio.

No es difícil advertir que gran cantidad de los síntomas comunes en la patología médica -triviales o relevantes- podrían fácilmente entrar en esta categoría. Una crisis asmática, por ejemplo, muy bien podría ser un episodio de epilepsia bronquiolar. Y un aumento súbito de la presión arterial, cursar con descargas neurovegetativas masivas sobre las arteriolas, típicas de un ataque epiléptico donde el sistema afectado es el circulatorio y no grandes extensiones de la corteza cerebral.  

Estos cuadros podrían entrar dentro de otro muy vasto: la disfunción del sistema límbico. Y éste, a la vez, explicar la mayoría de la patología funcional médica, antecesora de la distorsión que implica un cambio en la anatomía.  Pero ésta -que sólo suministra cambios mensurables en los estudios por imágenes- sólo es el corolario de una larga historia, que comienza con los desequilibrios de la energía, se instala en la fase de los disturbios clínicos a través de la disfunción del límbico y por último produce el daño suficiente como para alterar la estructura anatómica. Cuando sinteticemos las conclusiones de esta reflexión acerca del sistema nervioso, al final de este capítulo, serán ampliadas y ubicadas en el lugar que merecen las consecuencias de las disfunciones del límbico. Pero ahora se hace necesario hacer algunos comentarios acerca de otros tres temas relevantes: el sistema nervioso neurovegetativo (“autónomo”), los neurotransmisores y los hemisferios cerebrales. Luego intentaremos una síntesis adecuada a los fines de la medicina energética. 

sigue al 5. El neurovegetativo o "autónomo"
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