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Programa Azul

10. Respiración

Es difícil encontrar, en nuestra civilización, una función más importante y más dañada que la respiración. Uno nace sabiendo respirar, pero lo desaprende con el correr del tiempo y los conflictos, ya que su alteración debe rastrearse en los vaivenes de la vida emocional, tal como describió Wilhelm Reich en “La Función del Orgasmo” elaborando su experiencia clínica:

“Es sólo en el transcurso del tratamiento cuando salen a luz los métodos que los enfermos practicaron de niños como medio de dominar sus impulsos y sus “angustias en la barriga”.  Con el mismo heroísmo con que entonces lucharon contra el “diablo” -el placer sexual que sentían dentro de sí mismos- luchan ahora con absurdo valor contra su capacidad para gozar del placer que tanto ansían.  Mencionaré sólo algunas de las más típicas formas de los mecanismos somáticos de represión.  Muchos enfermos, cuando durante el tratamiento las sensaciones abdominales se han hecho demasiado fuertes, fijan la mirada vagamente en un rincón o fuera de la ventana.  Si se les pregunta el por qué de esa conducta, recuerdan que, de niños. hacían eso conscientemente siempre que tenían que dominar la ira contra sus padres, parientes o maestros.  Ser capaz de contener largo tiempo el aliento era una heroica hazaña de autodominio.

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El lenguaje reproduce claramente el proceso somático de autodominio; ciertas expresiones oídas en la educación diaria representan exactamente lo que aquí describimos como coraza muscular.  “Un hombre debe saberse dominar a sí mismo”; “un niño grande no llora”; ..no te muestres así”; “no te dejes llevar”; “no demuestres que tienes miedo.  “es muy malo perder la paciencia”; “hay que tener valor”; ..sonríe y aguanta”; “ten ánimo”; etc., etc.  Esas amonestaciones típicas son primeramente rechazadas por los niños, luego adoptadas y puestas en práctica.  Siempre perjudican la fibra del niño, quebrantan su espíritu, destruyen su vida interior, convirtiéndolo en un monigote bien educado".

“Otro ejemplo ilustrará la importancia de la respiración para la actividad de los ganglios vegetativos abdominales.  En un enfermo se dio, en el curso de hondas aspiraciones repetidas, una pronunciada sensibilidad de la región pélvica.  A ello reaccionaba conteniendo el aliento.  Si se le tocaba el muslo o la parte inferior del abdomen con toda suavidad, recobraba la calma de golpe.  Sin embargo, si le hacía exhalar profundamente varias veces, no reaccionaba en absoluto al ser tocado. Cuando volvía a contener el aliento, la irritabilidad de la región reaparecía en seguida.  Esto podía repetirse a voluntad.

“Ese detalle clínico es muy revelador.  Al inspirar profundamente (conteniendo el aliento) se contiene la energía biológica de los centros vegetativos, aumentándose así la irritabilidad refleja.  La espiración repetida reduce el estasis y con ello la irritabilidad angustiosa.  La inhibición de la respiración -específicamente, de la espiración profunda-­ crea así un conflicto: cumple el propósito de amortiguar las excitaciones agradables del aparato vegetativo central, pero al hacerlo crea una mayor susceptibilidad a la angustia y mayor irritabilidad refleja.  Se hizo así comprensible otra pequeña porción del problema de la conversión de la excitación sexual en angustia.  También comprendemos el descubrimiento clínico de que, en nuestros esfuerzos por restablecer la capacidad de placer, encontramos primeramente reflejos de angustia fisiológicos.  La angustia es el negativo de la excitación sexual, y al mismo tiempo es idéntica desde el punto de vista de la energía.  La llamada “irritabilidad nerviosa” no es más que una serie de cortocircuitos en la descarga de la electricidad de los tejidos, causada por la contención de la energía que no puede encontrar salida mediante la descarga orgástica.

“La inhibición neurótica de la respiración, por lo tanto, es una parte central del mecanismo neurótico en general, de dos maneras: obstaculiza la actividad vegetativa normal del organismo, y así crea la fuente de energía para toda clase de síntomas neuróticos y fantasías.  La locuacidad es uno de los medios favoritos de suprimir excitaciones vegetativas.  Ello explica la locuacidad compulsivo neurótica.

La consecuencia de esta disfunción -la más arraigada en el género humano- es la construcción de una verdadera coraza muscular y caracterial por inhibición de la respiración profunda. Y su medio inevitable consiste en una contractura crónica del diafragma, el músculo respiratorio por excelencia. Por lo tanto, es necesario proceder a una verdadera reeducación respiratoria si se pretende crecer biológica y emocionalmente. Así es que, si bien la respiración aparenta ser una ciencia, en la práctica se convierte en un  arte.  

Lo que distingue a la respiración superficial  habitual de la respiración abdominal profunda es la función que desempeña el diafragma.  El diafragma es una membrana muscular, robusta pero flexible, que separa la cavidad torácica de la abdominal.  Cuando los pulmones se ensanchan, empujan el diafragma hacia abajo; cuando se contraen, lo arrastran hacia la cavidad pectoral. 

La respiración pectoral utiliza los músculos intercostales (situados entre las costillas) para ensanchar por la fuerza la parte superior de la caja torácica, con lo que disminuye la presión del aire en los pulmones y el aire del exterior entra por succión.  Sin embargo, esto hace que permanezca inmovilizada la parte inferior de los pulmones, que contiene con mucho la mayor superficie.  Por lo tanto, es necesario respirar al menos tres veces con el pecho para absorber la misma cantidad de aire que llega a los pulmones con una sóla respiración diafragmática.

Y hay bastante más para decir acerca del diafragma.

Es el músculo más poderoso del cuerpo; ejerce una perfecta acción de bombeo, comprimiendo el hígado, el bazo y los intestinos, y estimulando toda la circulación abdominal y portal.

El número de movimientos por minuto del diafragma es una cuarta parte de los del corazón.  Pero su poder hemodinámico es mucho mayor que el de las contracciones cardíacas, porque la superficie de bombeo es mucho mayor y porque su capacidad impulsora es superior a la del corazón.  Sólo tenemos que visualizar la superficie del diafragma para aceptar el hecho de que éste actúa como un segundo corazón.

La respiración clavicular, característica de los enfermos de asma y enfisema, es todavía menos eficiente que la pectoral.  En este tipo de respiración, las clavículas se alzan para abrir la angosta porción superior de los pulmones.  La respiración ha de ser muy rápida -como la de un perro jadeante- para poder llevar la suficiente cantidad de aire a esas minúsculas bolsas superiores de los pulmones controladas por las clavículas.  Y, puesto que la superficie pulmonar en contacto con el aire es tan reducida, el corazón debe bombear la sangre mucho más rápidamente que en la respiración profunda.

La respiración clavicular se da espontáneamente en todo el mundo cuando dominan los efectos de la ansiedad o la tensión.  Y, a la inversa, quienes respiran habitualmente de esta forma se vuelven propensos a padecer de ansiedad crónica.  La próxima vez que se sienta perturbado, podrá comprobar fácilmente la relación entre la ansiedad y la respiración superficial si presta atención a su forma de respirar.  Luego, haga unas cuantas inspiraciones abdominales profundas, retenga el aire unos pocos segundos y espire de forma lenta y sostenida. ¡Ya verá cómo la ansiedad tiende a desvanecerse!

Por desgracia, la mayoría de los adultos olvidó hace tiempo cómo se utiliza el diafragma para respirar; de hecho, la mayor parte de la gente ni siquiera es consciente de que posee tal órgano.  Las mujeres tienden especialmente a la respiración clavicular superficial.  Esta tendencia se relaciona con el embarazo, durante el cual la respiración diafragmática se vuelve imposible debido a la expansión del útero.  Las mujeres, asimismo, suelen utilizar prendas que comprimen la cintura, siendo así que basta una ligera presión en esta zona para enviar la respiración hacia la caja torácica y las clavículas.

La respiración abdominal completa debe utilizar las tres formas de respirar que acabamos de describir en una suave y continuada expansión de los pulmones que comienza por abajo, no por arriba.  Primero se inhala lentamente el aire hacia la parte inferior de los pulmones, dejando que el diafragma se dilate y se infle como un globo hacia la cavidad abdominal.  Cuando el diafragma está completamente dilatado, entran en acción los músculos intercostales para abrir la caja torácica y llenar de aire la zona media de los pulmones.  Y cuando la caja torácica alcanza su mayor expansión, un pequeño esfuerzo final alza un poco las clavículas para que entre el aire en las angostas bolsas superiores de los pulmones.  En este punto, los hombros tienden a encorvarse y el cuello a contraerse, de modo que, cuando la inspiración está completa, hay que relajar y aflojar deliberadamente los hombros y estirar el cuello.  Acto seguido, deje que se hunda la «burbuja» de aliento pecho abajo, en dirección al ombligo, empuñándola hacia el diafragma.

El aspecto más esencial de la técnica correcta de respiración, es que no sólo se debe llevar el aire inhalado a los pulmones sino también a lo profundo del abdomen. El punto en el cual el aire se acumula se encuentra siete centímetros y medio por debajo del ombligo y se denomina chhi hai (mar del aliento).  Todos los métodos más avanzados de circular el chhi y de almacenar la energía purificada requieren la capacidad para concentrar el aliento en la región abdominal inferior, que se puede lograr a través del ejercicio y la meditación.  Suele tenerse dificultad, al principio, para dirigir el aire hacia el abdomen.  En cierta medida, ello se debe a que se acostumbra a expandir el pecho cuando se inhala en forma profunda, y por consiguiente el aire se almacena en los pulmones.  La situación es similar a la del agua que fluye corriente abajo hacia el mar.  Si primero debe ingresar a un gran lago perderá su impulso y quizá no llegue a su destino final.  En forma análoga, si se retiene el chhi en los pulmones, éste no puede llegar al “mar del aliento’.  Para muchos principiantes, sin embargo, la dificultad no yace en comprender la idea, sino que se debe a tensiones dentro del cuerpo que les impiden lograr la práctica correcta.  Para ayudarlos a superar este problema, existen varios métodos que propician la respiración profunda y dirigen el aire desde el pecho hacia el abdomen.


Pueden imaginarse la cantidad y calidad de los efectos terapéuticos que proporciona la respiración profunda, tal como se practica en nuestro programa utilizando distintas técnicas. Son los siguientes:

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La respiración profunda favorece la secreción de hormonas vitales en todo el sistema endocrino al estimular el nervio neumogástrico (parasimpático) y proporcionar un masaje directo a las glándulas del abdomen y del sacro, con lo que se equilibran todas las funciones vitales, incluyendo la sexualidad y la fertilidad.

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La estimulación del nervio neumogástrico mejora espectacularmente la digestión, el metabolismo y la eliminación.  El masaje diafragmático sobre el estómago y el hígado favorece aún más la digestión y estimula la peristalsis.

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Proporciona un sueño reparador e ininterrumpido y reduce el tiempo necesario para un completo descanso.

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La respiración profunda, que irriga y masajea el cerebro, agudiza considerablemente la percepción, el pensamiento, la memoria y demás facultades mentales.

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Calma las emociones y permite someterlas a un control consciente.  Cuando se anuncia algún exceso emocional, unas cuantas respiraciones abdominales restauran rápidamente el equilibrio.

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Fortalece, estira y tonifica el diafragma, lo que a su vez mejora el control respiratorio e intensifica el masaje abdominal. 

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La respiración profunda literalmente «ahorra» aliento, pues vuelve más lentas y profundas las pautas respiratorias.  Este efecto se mantiene durante varias horas después de los ejercicios. 

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Proporciona enormes beneficios al corazón y al aparato circulatorio: de 20 a 30 minutos de respiración profunda reducen la frecuencia del pulso en un promedio del 10 al 15 por ciento, efecto que se prolonga por varias horas después de la práctica. 


Su Tung-po
, un adepto del siglo XII y uno de los poetas más amados por el pueblo chino, no comenzó a practicar los ejercicios respiratorios taoístas hasta la mitad de su vida, pero en sus memorias elogia las virtudes de la respiración profunda en términos nada ambiguos, y sus palabras transmiten la convicción de la experiencia personal:

“ Al principio se notan muy poco los efectos, pero después de practicar los ejercicios respiratorios durante unos 100 días, la eficacia de este método es inefable, y sus beneficios son cien veces superiores a los de cualquier medicina...

En realidad, el método es muy sencillo, pero hace falta practicarlo regularmente durante un cierto tiempo antes de obtener sus más profundos beneficios.  Si lo intentas durante sólo 20 días, tu espíritu ya se sentirá diferente, la región del ombligo estará caliente durante la práctica, la cintura y las piernas te parecerán más ligeras y ágiles, y tus ojos y tu tez se volverán brillantes y lustrosos.

    Estos beneficios durarán tanto tiempo como uno siga practicando.”

 
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