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Artículos

 

Medicina Energética  

De entrada parece muy simple: es la medicina que se basa en la consideración de la energía, tanto para el diagnóstico como para el tratamiento. De salida también lo es: no hay nada tan simple y natural como trabajar con lo que nos define como seres vivos, la energía.

Lo complicado es todo lo que está en el medio, lo complicado somos nosotros. 

Pero este obstáculo no es gratuito, tiene una explicación. Es que para investigar y practicar esta medicina uno debe ponerse en un lugar bastante solitario: un sitio donde es necesario apartarse tanto de la medicina convencional, atravesada por un feroz mecanicismo, como de la visión mística de los fenómenos vitales, extraviada en la divulgación de creencias religiosas disfrazadas de ciencia  “alternativa”.

Una y mil veces hay que decir que eso de la “medicina alternativa” es otra mentira, los únicos que alternan son las personas que buscan algo de verdad en cada lugar, en cada mirada médica. Y por otra parte, todos los sistemas médicos tienen algo de verdad, pero sólo en la medida que demuestren su eficacia, sin lo cual carecen de valor porque la medicina es una práctica que sólo se sostiene en la obtención de buenos resultados. (“Medicina verdadera es la que cura”, decía don Florencio Escardó).

Pensándolo bien, cada cultura “fabrica” una medicina coherente consigo misma. La cultura de esta civilización es mecanicista, cree que un ser humano consiste en un sofisticado mecano sin alma programado por su dote genética e integrado por piezas capaces de ser cambiadas por otras cuando se gastan. ¿Por qué razón, entonces, su medicina habría de ser diferente?

En el otro extremo, aparente extremo nada más, “el mercado” ofrece la posibilidad de escaparse de la llamada “realidad” gracias al atajo sin demostraciones de las distintas sectas y cofradías que ofrecen la salvación vía lechuga o arroz integral (uno podría adivinar internas atroces para dirimir esta opción de hierro) o practicando cierto orientalismo recalentado del cual descreen en el mismísimo Oriente.

Gracias, muy amables por ofrecer estos dos manjares tan apetitosos y tranquilizadores, pero por mi parte prefiero otro camino, el de la medicina energética.

¿En qué consiste ese sendero, cuál es su originalidad y por qué puede considerarse que tiene grandes posibilidades de constituirse en la medicina del futuro? 

 

Primero porque la medicina energética apunta a un proyecto de ser humano distinto del que proponen las dos variantes mencionadas: propone una persona integrada al interior de si misma, donde “el cuerpo y el alma” sean valorados por igual y se acepte que están íntimamente unidos, inevitablemente unidos. Unidad extensiva al resto de los humanos (sociedad), de los otros vivientes (naturaleza) y del cosmos (universo).

Segundo porque el único objetivo válido que se propone es ayudar a que los trastornos de la salud se resuelvan a fin de lograr que el simple y natural objetivo de la existencia pueda realizarse: “el amor, el trabajo y el conocimiento son las fuentes de la vida y deberían gobernarla”.

Para lograr estos objetivos, la medicina energética desarrolla una mirada fundamentada en la energía, de la cual participan por igual las mejores expresiones de las culturas oriental y occidental.   

Oriente aporta la acupuntura china y Occidente la orgonomía reichiana.

¿Qué es, entonces, esta “famosa” energía y cómo se la utiliza?  

No crean que éste es un término ambiguo, confuso o dictado por las leyes del mercado.. Existen variadas energías pero aquí se está hablando de la energía vital o bio-energía, como se prefiera denominarla. Es la mismísima energía característica de los seres vivos (todos) y está muy lejos de ser sólo una hipótesis atractiva: es una fuerza física que puede estudiarse, concentrarse y utilizarse terapéuticamente, ya que no sólo se la encuentra en los seres vivos sino también en el medio ambiente donde transcurre nuestra existencia.

En la profundidad y en la superficie del organismo esta energía tiene trayectos específicos (meridianos o canales) que una gran tradición médica ha estudiado con pericia y minuciosa observación: la medicina tradicional china, de la cual la acupuntura es el fruto más brillante y conocido. Para esta concepción el organismo humano es un sistema energético integrado e íntimamente vinculado con los otros sistemas vivos animales y vegetales, pero también con el medio ambiente geográfico y climático. Y es el devenir de estas relaciones lo que estudia la acupuntura para definir un diagnóstico y prescribir un tratamiento. 

A lo largo del tiempo y del espacio, la búsqueda de los científicos chinos no fue un acto solitario. Otras tradiciones también postularon la existencia de la energía vital, que los chinos llamaron chhi, los hindúes prana y los griegos pneuma. Quizá nuestros héroes de tez amarilla y ojos rasgados llevaron ventaja en la investigación porque eran verdaderos naturalistas y por lo tanto observaban la realidad con ojos asombrados y descubridores.

Y han encontrado un "socio" impensado en occidente, alguien que surgió de otras historias y en un contexto absolutamente diferente, pero cuyas investigaciones y hallazgos se articulan notablemente con las de aquellos anónimos y geniales precursores.

El doctor Wilhelm Reich (1897-1957) descubrió la misma energía, que llamó orgónica, aunque utilizando otros métodos que lograron objetivarla y hacerla pasible de experimentación y comprobación. La ciencia que fundó se denomina orgonomía y su objetivo es el estudio de la energía, tanto en los seres vivos como en su entorno inmediato y el cosmos. Sus alcances son tan vastos que pueden reconocerse en el origen de todas las escuelas bioenergéticas, las que tratan los conflictos psicológicos desde o con “el cuerpo”.

Varios de sus hallazgos han sido integrados a este sistema en forma sumamente práctica (esta "practicidad" es esencial en medicina) como ocurre con los acumuladores de energía, cuya utilización se indica en puntos de acupuntura.  

Energía significa fuerza en acción. Y si se habla de la energía biológica, ésta es la "fuerza en acción" capaz de producir emociones como la ira o la tristeza y eventos fisiológicos como el movimiento muscular o la secreción glandular. La realidad de un ser vivo viene toda junta (integrada) y no es su culpa que la ciencia oficial la desintegre o la estudie en innumerables disciplinas: biología, medicin­a, psicología, sociología, etc.  

Para entender las relaciones entre energía, cuerpo y psique podemos imaginar un árbol: las raíces y el tronco son la energía. Y las dos ramas principales se llaman una cuerpo y la otra psique. Suponer una sin la otra es inconcebible. La medicina energética actúa sobre ambas ramas trabajando sobre las raíces y el tronco, o sea: sobre la energía.

Veamos cómo lo realiza en la práctica.  

En medicina, la mejor práctica empieza con una buena mirada.

¿Cómo tomar buenas decisiones terapéuticas si no se entiende lo que está pasando?

En esto reconocerán si se trata o no de una medicina distinta, profunda, innovadora: en el estilo de leer los signos y síntomas. El secreto de la acupuntura y de la orgonomía reside justamente en eso, en su capacidad para descifrar los mensajes que el cuerpo/ alma de las personas emite constantemente. Eso se llama pensamiento funcional, algo así como el método científico de la medicina energética y lo que verdaderamente la distingue.

¿Qué sentido tienen esta fiebre, este dolor de estómago, una contractura muscular o aquel aumento de la presión?

¿Por qué razón ocurren estos sucesos en esta persona?

¿Es una “gripe” constructiva o destructiva

Tanto para poder leer correctamente estos sucesos como para actuar sobre ellos, la medicina energética utiliza una combinación de acupuntura tradicional, acupuntura moderna y orgonomía. 

La acupuntura tradicional permite ejercer una clínica integrada que torna comprensibles los síntomas valorando el estado de las energías internas (emociones) y externas (clima, medio ambiente). Ha desarrollado una gran capacidad para “leer” las correlaciones que existen entre órganos, tejidos y emociones. Sabe, por ejemplo, que el pulmón y el intestino grueso se relacionan con la sequedad, la tristeza, la piel, el otoño, el olfato y el sabor picante. O que el riñón y la vejiga no pueden separarse de los huesos, el frío, el miedo, el invierno, la audición y lo salado. Pero que el hígado y la función biliar guardan estrecha relación con la primavera, el viento, la visión, la ira, los músculos y lo ácido. Y si esto ya es maravilloso porque permite “entender” un asma o un colon irritable, qué puede decirse de la increíble capacidad terapéutica de la acupuntura tradicional con sus más de mil puntos ubicados en la piel y sobre los cuales puede influirse con agujas, presión, calor, electricidad, infrarrojo, laser o ultrasonido. ¡La “verdad” de la acupuntura siguen siendo sus puntos! Y ellos están ahí, con sensibilidad variable, esperando el estímulo adecuado para volverse elocuentes equilibrando la energía y mejorando las funciones alteradas.  

Los desarrollos de la acupuntura moderna son una bendición para quienes ejercemos esta medicina por convicción y necesaria certeza. Un adelanto importantísimo fue la posibilidad de comenzar a medir los puntos con aparatos electrónicos. ¿Sabían que cada punto tiene determinada carga eléctrica que puede obtenerse con equipos apropiados? Lo interesante es que la carga varía lo suficiente como para poder diagnosticar en los dos aspectos determinantes de la medicina energética: la cantidad de energía y su distribución (equilibrio o desequilibrio). Lo característico de los puntos es que poseen una resistencia eléctrica más baja que en los sitios de la piel donde no hay puntos, razón por la cual se dice de ellos que son “electro-permeables”. Se miden de acuerdo a los parámetros del sistema Ryodoraku de Japón, del cual se utiliza uno de los aparatos. Pero hay otra escuela que también ha permitido avanzar sólidamente en este terreno: la electroacupuntura alemana del Dr. Voll apoyada en la exactitud de la implacable electrónica alemana que nos proporciona el Dermatrón. Con él se pueden hacer dos cosas notables: un diagnóstico de la función de los distintos órganos a través de los puntos de acupuntura y un test de medicación. Lo primero permite estimar si un órgano se encuentra funcionando normalmente, en hiperfunción (rango “inflamatorio”) o en hipofunción (que puede llegar a la degeneración). Lo segundo permite investigar si una medicación posible será adecuada para el tratamiento, indiferente o tóxica.  

Y la orgonomía, absolutamente complementaria de las primeras dos. Sus aportes son numerosos y valiosísimos para terminar de redondear una medicina a escala realmente humana. Si la acupuntura supone la existencia de una energía distinta y característica de los seres humanos, la orgonomía la demuestra y la utiliza para sus tratamientos. Así es que existen dos artefactos simples y contundentes en su arsenal terapéutico: los acumuladores de energía orgón y los extractores de energía o Dor-buster, utilizados para eliminar energía negativa de los sitios donde se encuentra estancada, ejerciendo una acción de bloqueo sobre el conjunto del campo energético. De la orgonomía procede, también, la concepción de coraza y de estructura caracterial (en sentido amplio, psicofísico) que se utilizan combinándolas con las tipologías de la acupuntura tradicional. La ciencia reichiana y su método de análisis funcional son indispensables para comprender el origen de los trastornos humanos a nivel individual y social, expresados en las distintas situaciones de bloqueo energético y en el desarrollo de las estructuras caracteriales. ¡Por fin puede entenderse porqué y cómo se desarrollan el cáncer, el asma, la artritis, la úlcera o el fascismo!  

 

El análisis de la energía gracias a la medición de los puntos, la comprensión de los bloqueos que debemos a la orgonomía y el test electrónico de medicación permite incorporar de manera natural dos importantes recursos terapéuticos: la homotoxicología de Reckeweg (homeopatía moderna) y los oligoelementos de Menetrier (medicina funcional). Basta con medir estos medicamentos en los puntos apropiados para corroborar su posible eficacia.  Entonces la medicina energética dispone de un poderoso arsenal diagnóstico (las mediciones) y terapéutico: acupuntura y su variedad de técnicas para estimular los puntos, orgonomía con los acumuladores de energía y los Dor-buster, oligoelementos y medicamentos homeopáticos. Aunque también enfoques nutricionales y relacionados con la actividad física, que ahora no se desarrollan para no alargar este artículo. 

Andar en este camino es como navegar por el mar de la energía.

Y tiene la misma utilidad que la primavera: es un comienzo, un amanecer.


                                                            Tortuguitas, noviembre del 2000

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¿Aspirina + Antibiótico = SIDA?

 

Podrá parecer algo exagerado y alarmista, pero es necesario pensar el problema del SIDA desde la perspectiva de lo que realmente es: una catástrofe biológica que amenaza nuestra existencia y nos obliga a revisar si las concepciones vigentes acerca del cuidado de nuestra salud son correctas. No es tan raro que una enfermedad como el SIDA cause estragos y se difunda con tamaña impunidad, especialmente si se considera que hasta la presentación en sociedad de esta moderna epidemia se encuentra influida por una equivocada manera de “leer” la problemática de la salud y la enfermedad.

Es falsa la suposición consistente en “creer” que el responsable del Sida es la maléfica aparición de un retrovirus que produce la inhibición del sistema inmunológico de los afectados. En la mayoría de los casos ocurre exactamente al revés: es el fallo primitivo del sistema inmunológico el que “invita” al virus, que en todo caso está asociado a la enfermedad. Esta podría ser la historia habitual, que en términos biológicos resulta mucho más lógica que la explicación oficial. Está claro que aquí se exceptúan los mecanismos de transmisión consistentes en inyección de sangre contaminada o contacto con mucosas muy deterioradas porque en esos casos -al anularse las primeras barreras de accionar inmunológico-  no hay defensa que valga.

Para llegar al fondo del problema planteado en esta nota es necesario abstraerse por ahora de otros “detalles” del fenómeno-Sida que en otra oportunidad serán desarrollados aunque no sean menos importantes. Tal es el caso de la fantástica campaña anti-sexual y el millonario negocio de las drogas que acompañan inexorablemente a la palabra SIDA: estas consideraciones quedan para otro momento, al igual que las posibilidades que ofrece la medicina energética para tratar tanto a los enfermos de Sida como a los llamados “portadores sanos”.

Pero a pesar de excluir momentáneamente estos temas es importante “ambientar” la nota diciendo que la forma de presentar en sociedad el problema (sin duda existe y la situación de los afectados es dramática) presenta la típica metodología del terrorismo psicológico. El asunto es trabajar sobre el miedo de los receptores del mensaje para inducir emociones terroríficas y paralizarlos, no para lograr respuestas racionales y comprometer a la sociedad en su conjunto desde un lugar donde predominen miradas claras y acciones decididas. De hecho, el mensaje más claro que logran emitir las organizaciones destinadas a trabajar en el tema es: ¡cuidado con el sexo!.

Es bueno ponerse en guardia contra tanta “generosidad” cuando uno escucha la palabra “flagelo” en boca o manos de un comunicador social, porque seguro que a continuación viene la venta de algún buzón terrible y tirando a perverso. Esta es una señal inequívoca de manipulación, por lo general descarada, y de ignorancia acerca de lo que se está hablando. No duden que detrás de “flagelo” o “terrible mal” viene todo el equipo en pleno: la “indiscutible” autoridad de los académicos, la perversa teología  de la culpa o la redención por el dolor y por último, si fuera necesario, la contundente materialidad de algún organismo de “seguridad”.

Pero bueno, por ahora dejemos estos temas tan peligrosos como discutibles y tratemos de comprender, al menos, una de las razones por la cual el Sida se ha extendido con tanta facilidad. Y especialmente tengamos en cuenta las características biológicas de las dos generaciones mayoritariamente afectadas por la enfermedad: los grupos de edad  comprendidos entre los 15 y los 45 años aunque también los más pequeños, en este último caso por “contagio” desde la madre.

Hay algo de común en estos grupos: se trata de personas que podrían revistar sin dificultad en la categoría de “inválidos biológicos”.  O sea: aquellos que tienen su sistema inmunológico paralizado o adormecido por las consecuencias de un largo “adiestramiento” que comienza en los primeros meses de la vida y luego se prolonga indefinidamente hasta ser aceptado como práctica rutinariamente correcta. La referencia alude a la utilización masiva, y por lo general innecesaria, de dos tipos de medicamentos: el grupo de los analgésicos antifebriles (ácido acetilsalicílico o aspirina como representante) y el grupo de los quimioterápicos anti-infecciosos (los antibióticos portando la bandera). Como la medicina energética no implica fanatismo religioso, ésta es buena ocasión para reconocer que se trata de medicamentos formidables y sumamente útiles cuando se los utiliza correctamente. Pero lamentablemente no ocurre así: incluso dentro de la ortodoxia alopática lo habitual es equivocarse en su prescripción, tal cual podrá comprobarse con facilidad si se consultan los más prestigiados tratados de farmacología y medicina interna.

Todos sabemos que un arma tan potente como los antibióticos se recetan o automedican en infecciones banales o cuadros clínicos que ni siquiera merecen la calificación de infecciosos. Es más: resulta cosa de todos los días enterarse que alguna afección ha sido catalogada como de etiología viral (resfríos y gripes, por ejemplo) ¡ y a renglón seguido se recetan antibióticos, cuando es sabido que los virus se divierten mucho con los antibióticos, a quienes seguramente deben usar para jugar a las bolitas !  La necesidad de administrarlos para evitar hipotéticas infecciones secundarias por bacterias tampoco es buen argumento, a no ser que uno se encuentre en la categoría de recién trasplantado o resida habitualmente en un servicio de terapia intensiva. Todo esto sería más o menos gracioso y anecdótico si no estuviera escondiendo que en realidad se está describiendo una gravísima situación sanitaria que amenaza con destruir a la misma especie que la protagoniza.

El uso indiscriminado e inadecuado de los antibióticos (¿repararon en que esta palabra significa anti-vida?)  tiene dos consecuencias gravísimas: la primera es que no permite la maduración del sistema inmunológico, que así pierde la posibilidad de “entrenar” en situaciones fáciles preparándose para las difíciles. La segunda es que desencadena mutaciones defensivas en las bacterias tornándolas resistentes contra el antibiótico administrado, lo cual implica la búsqueda de nuevos antibióticos, más potentes y muchísimo más tóxicos que los primeros. Las reglas del buen curar se infringen de manera sistemática por desconfianza en la capacidad autocurativa de los organismos vivos, lo cual convierte en drama sanitario a los errores individuales de mala praxis. Si bien no hay una estadística de estas “pequeñas equivocaciones”, no es aventurado arriesgar que los antibióticos se utilizan inadecuadamente en el 95% de los casos.

Y ahora viene la fiebre, que por un extraño reflejo condicionado podría transformarse en pura referencia  acerca de la aspirina. Vamos a esquivar esa trampa porque se trata de un medicamento excelente aunque los médicos, los farmacéuticos y los quiosqueros no lo crean. El caso de la fiebre y su bajísimo rating social es asombroso y paradigmático. Esta fantástica arma defensiva desarrollada por los mamíferos ha mantenido viva a la especie desde tiempos remotos gracias a sus tres principales efectos: 1) el aumento de la temperatura corporal por encima de los 37 grados activa notoriamente al sistema inmunológico y eleva su capacidad defensiva; 2) las altas temperaturas “cocinan” a una gran cantidad de virus y bacterias que son incapaces de resistirlas; 3) inmoviliza temporariamente a la persona afectada por un cuadro infeccioso, logrando que todos los esfuerzos sean destinados a la curación. Y sin embargo, tal conjunto de virtudes “está mal visto” por la sociedad, que huye de ella como de un demonio. Es necesario preguntarse acerca de las razones que han originado esta dramática situación que también tiene consecuencias gravísimas para la salud individual y colectiva, ¡ pero lo concreto es que los habitantes de nuestra cultura  asocian a la propia defensa con el enemigo y hablan de la fiebre confundiéndola con la enfermedad !

Está claro que si uno necesita tener fiebre es porque está enfermo, pero el absurdo y lamentable error consiste en creer que la fiebre es un síntoma de la enfermedad, cuando en realidad se trata de una señal indicadora de la fortaleza del organismo para defenderse. También aquí pueden consultarse los textos de medicina interna: en ellos la fiebre o hipertermia no goza de tanto descrédito y ni se menciona la divulgada necesidad de evitarla. Como en la mencionada necesidad de usar antibióticos “por las dudas”, aquí existe el cuco de las convulsiones febriles, una cuestión de respuesta individual que puede evitarse y que tampoco necesita de altas temperaturas cuando se presenta.

Y ahora tenemos el cuadro completo: desde hace ya muchos años se procede sistemáticamente a suprimir el reflejo biológico de la fiebre, reemplazando al sistema inmunológico por una prótesis: los antibióticos. De esta manera se procede a “desaprender” algo que es innato: la defensa en una situación de agresión infecciosa, lo cual implica el dudoso honor de pasar desde la categoría de conocedor a la de ignorante, inmunológicamente hablando. Es evidente que esta dañina metamorfosis ha logrado realizarse gracias a la manipulación del miedo colectivo a la enfermedad y a la voracidad insaciable de la industria farmacéutica. También indica un peligroso bloqueo perceptual de los integrantes de nuestra especie, cuya anestesiada sensibilidad para comprender los fenómenos vitales la pone al borde de una catástrofe biológica.

¿ Cómo no relacionar esta lamentable desviación del funcionamiento natural con la explosión devastadora de una enfermedad como el SIDA ? ¿ Y como no denunciar el gigantesco fraude que intenta perpetrarse con la mentirosa presentación del “flagelo” ? Esta enfermedad no es nueva, solo que hasta hace pocos años figuraba con letra chica en los tratados de medicina, de manera que es necesario preguntarse qué cosa nueva ha ocurrido para explicar su difusión. Y la lamentable novedad no es tan misteriosa: al suprimir los mejores recursos defensivos naturales, se ha debilitado a tal punto al sistema inmunológico que a los más débiles les vasta con ver un virus por televisión para enfermar.

¡ El SIDA no es la causa sino la consecuencia de un desastre inmunológico !

A mediados del 2000, la OMS (Organización Mundial para la Salud) publicó un escalofriante estudio acerca de las consecuencias del uso indiscriminado e inadecuado de los antibióticos. En ese trabajo se recuerda que tanto la tuberculosis como la sífilis han recrudecido y están nuevamente a la ofensiva (cuando ya se las creía controladas), debido a la capacidad de los micro-organismos para mutar ante el exceso de antibióticos. En el mismo informe se sugiere que, de seguir a este paso, la humanidad volverá en menos de veinticinco años a la era pre-antibióticos.

¿ Servirá esto para tomarse la vida en serio y evitar el suicidio de la especie humana ?    ¿ O la salud seguirá siendo “una cuestión de mercado” ? 

                                    
                                                        Tortuguitas, diciembre del 2000                                 

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Salud De-Mente

 

Hace muy poco la Organización Mundial de la Salud publicó un informe acerca de la salud mental. Y es sabido que cada vez que la OMS rasca la realidad sanitaria de la especie humana y la traduce en comunicado, es prudente prepararse para esperar la peor noticia posible. El tema de la salud mental humana no es una excepción a esta costumbre.  

En tono casi perentorio y con un dejo de parte de batalla, uno puede enterarse que: 

“La OMS advierte: Las enfermedades mentales serán la segunda causa de incapacidad en el 2020  Las enfermedades mentales serán en 2020 la segunda causa de incapacidad en el mundo en el caso de que no comiencen a aplicarse los tratamientos adecuados, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La OMS ha iniciado una campaña mundial sobre la salud mental y neurológica, que centrará este año el Día Mundial de la Salud, el próximo siete de abril, con el lema: "Acabar con la exclusión debido a la falta de tratamiento".  

Es interesante saber qué cantidad de personas parecen estar afectadas, y también a qué países y sectores pertenecen. Estos dos problemas se aclaran en el informe:

“Los desórdenes mentales suponen en la actualidad el 11 por ciento de los casos de incapacidad en el mundo, con 400 millones de personas afectadas, y si no se hace nada esta proporción se elevará hasta el 14 por ciento en 2020.
El director del departamento de salud mental de la OMS, Benedetto Saraceno, indicó que la depresión se convertirá en 2020 en la segunda causa de incapacidad en el mundo tras las enfermedades isquémicas (fallos circulatorios), mientras que en 1999 ocupaba el quinto lugar. En contra de la creencia general, las enfermedades mentales no sólo afectan a los adultos de países ricos, sino que también hacen una mella importante en el mundo en desarrollo, donde además suelen ser ignoradas, mal diagnosticadas y poco tratadas.” 

¿Qué significa todo esto?  

Nada bueno, especialmente porque el informe de la OMS no hace sino confirmar lo que muchos pensamos: el planeta Tierra se está transformado en un manicomio móvil, en un hospital psiquiátrico que deambula por el espacio utilizando al sol como referencia.

Más allá de las escalofriantes noticias que todos los días divulgan los medios, la simple vida cotidiana de la mayoría de la humanidad hace pensar que la especie humana ya es un caso psiquiátrico.  Un dato interesante del informe es que, contra lo que se creía, la locura parece ser cada día más democrática y globalizada, a tono con los tiempos que corren. 

Es difícil entender el optimismo profesional del funcionario de la OMS:

“Saraceno señaló que cuando se habla de salud mental y neurológica, "nos estamos refiriendo a un gran espectro de problemas que pueden ser causados por cantidad de factores personales pero también sociales". Sin embargo, Saraceno insistió en que las enfermedades mentales pueden ser diagnosticadas y curadas antes de que sea tarde y en la mitad de los casos con tratamientos que no son caros.
”Pero a pesar de estas posibilidades, la depresión, el alcoholismo, los problemas afectivos bipolares (psicosis maniaco-depresiva), la esquizofrenia y los problemas obsesivos compulsivos figuraban en 1990 entre las diez principales causas de invalidez en el mundo. Durante el año pasado, se calcula que hubo una muerte por suicidio cada 40 segundos, lo que supone un millón de personas, y otros diez millones lo intentaron sin éxito. “ 

Y eso no es todo: “Además se prevé que este tipo de enfermos sigan creciendo en los próximos años debido al aumento de la esperanza de vida, que incrementará el número de demencias, y por factores como la guerra, la pobreza y la violencia.” 

¡De manera que vivir más tiempo propende al crecimiento de los desórdenes mentales, le proporciona más oportunidad de desarrollarse! Si bien aparecen con la misma etiqueta problemáticas tan diferentes como epilepsia, esquizofrenia, alcoholismo o depresión, hay un comentario importante en estas líneas. Y es el referente a que las enfermedades mentales pueden aumentar debido a factores como la guerra, la pobreza y la violencia. O sea: el informe acepta que estos trastornos aparecen o se manifiestan por causas externas, ligadas a las características del medio ambiente. 

Lo que aprieta, deprime  

La depresión aparece como cuadro principal en la mención de las desgracias posibles. Aquí vamos a obviar el desbarajuste terminológico que equipara síntomas y enfermedades (por ejemplo: un alcohólico tiene derecho a la epilepsia, un depresivo puede aspirar a la esquizofrenia, etc.) para mencionar al fenómeno depresivo como ejemplo adecuado que representa la preocupación por la salud mental humana. 

Y como tantas veces, la etimología viene como buena ayuda para entender el significado más profundo de un término. Deprimir significa “apretar hacia abajo”. Y bien puede suponerse que el deprimido ha sido “pisado” y no sólo apretado. La realidad que le toca vivir (hambre, guerra, violencia física o violencia en la situación familiar y social) “le ha pasado por encima”. Lo ha transformado en un sobreviviente penoso, en alguien que apenas anda reptando sobre el piso sin ánimo de nada. La medicina energética entiende que la depresión implica, necesariamente, un bajo nivel de energía. Y que éstos son dos fenómenos íntimamente relacionados. 

Este importante bajón energético que caracteriza a la depresión aparece también en el cáncer y en el sida (que no entiendo por qué razón merece mayúsculas) y expresa algo bastante estremecedor por la creciente cantidad de enfermos en estas patologías: expresa una crisis de la voluntad de vivir, del deseo de existir.  Y no sólo de quienes enferman, sino de la especie en su conjunto. Pasa como con los olmos. En nuestra casa hay varios de estos árboles y todos tienen graves problemas de salud: sus hojas padecen el efecto de “una plaga” que las adelgaza y transparenta, de manera que comienzan a caerse fabricando un otoño en pleno verano (algo que tiene su propia belleza). Me han dicho que esto ocurre en todo el mundo, que es un problema de los olmos en todo el mundo. ¿No les parece una “extraña coincidencia”? ¿No será más cuerdo suponer que la especie olmo está en camino de extinguirse y por eso se torna vulnerable y enferma con tanta facilidad? 

Es la misma razón que explica el fenómeno del sida, que no parece ser una enfermedad en si misma, sino la diversa expresión del fracaso del sistema inmunológico. ¿Saben que el proceso de envejecimiento precoz o acelerado está íntimamente relacionado con una deficiencia anticipada del aparato defensivo? 

A esta altura muchos habrán pensado en algo imposible de saltear: si la vida de muchas, muchísimas, millones y millones de personas se encuentra ambientada desde el nacimiento en el hambre y la violencia de todo tipo, ¿puede extrañar una retracción de la vitalidad al extremo de justificar y explicar la masividad de la depresión, una forma de negarse a seguir viviendo? ¿No es comprensible, acaso? Veamos si, según la medicina energética, esta condición es heredada o adquirida, transitoria o definitiva. 

¿El loco nace o se hace? 

Hasta hace unos años, la medicina consideraba que la locura era un problema ligado a una extraña “propensión” cuya explicación radicaba en algún problema metabólico o anatómico. Durante años los psiquiatras y los patólogos buscaron algo así como La Ciudad de los Césares de la locura: el lugar preciso, las características anatómicas de los lóbulos cerebrales o alguna cualidad metabólica que pudiera estudiarse en los líquidos disponibles: cefalorraquídeo, orina o sangre. Vivían alucinados como exploradores del Sahara, veían oasis inexistentes en cada pliegue, en cada sustancia nueva y nunca encontraron nada. Esa iniciativa sólo sirvió para escribir novelas y filmar películas dudosas. 

Luego, las consecuencias de los hallazgos de Freud modificaron lentamente la comprensión de la génesis de las enfermedades mentales. Pero para el psicoanálisis, la psicosis siempre fue un territorio lejano, casi inalcanzable. Su metodología anclada en sueños, lenguaje verbal y recuerdos concientes nunca fue un buen bagaje para afrontar una expedición exitosa en tierra psicótica. (Y nunca les interesó demasiado, por otra parte). 

En los años 60, la antipsiquiatría fue un aporte gigantesco y un poco de viento fresco: Cooper, Laing y sus seguidores demostraron que la mayoría de los esquizofrénicos eran “enloquecidos” en los primeros años de su vida a través de vínculos familiares enfermos. 

Pero la irrupción de la orgonomía fundada por Wilhelm Reich y sus trabajos sobre la energía desde los 30 en adelante, propuso bases más sólidas para entender estos fenómenos que no son ni tan raros ni tan marginales como pretende el resto de la sociedad, la que se considera psiquiátricamente sana. Mirar la sociedad y las personas desde el pensamiento reichiano es como subir a un cerro y observar el valle desde lo alto. No importa si uno llega o no a la cima: despegarse unos metros del suelo ya es una ventaja considerable. 

¿Y qué puede verse desde allí?    

Puede verse que casi nadie está realmente sano: sólo algunos pocos ejemplares humanos se acercan a esa posibilidad: casi toda la especie está escindida entre el corazón y la cabeza, lo mismo que pasa con los esquizofrénicos pero en menor grado.

También puede verse que el desarrollo de un humano comienza con la fecundación: antes de nacer oficialmente llevamos nueve decisivos meses de vida, que resultan pocos si se comparan sus posibilidades con las de cualquier otro mamífero luego del nacimiento. Durante mucho tiempo somos totalmente dependientes de nuestra madre y del entorno familiar, lo cual hace dudar acerca de esas ostentosas declaraciones que nos aseguran haber “nacido libres”. 

La orgonomía considera que la etapa de desarrollo personal en la cual el humano es afectado por el estrés y la agresión de cualquier tipo (física, química, biológica, emocional, social, económica) es relevante para entender la salud o la enfermedad de cada sujeto en particular. Cuanto antes se produce el daño, más importantes y temibles serán las consecuencias. Por ejemplo: las condiciones de la vida intrauterina son decisivas: si resultan adecuadas en cuanto a la nutrición (amor + alimento) el feto podrá nacer sin las lacras de la peor posibilidad: el autismo, la psicosis, el cáncer o las enfermedades degenerativas invalidantes. ¿Esto significa que inmediatamente aparecen los trastornos mencionados? No, esto depende de lo que acontece luego, de manera que esa posibilidad pueda desarrollarse o no. 

Y también postula que cuando la agresión es brutal y aparece durante la gestación, el resultado será una persona psicótica (no en el sentido psiquiátrico habitualmente utilizado), alguien cuya energía es mínima y mal distribuida, ya que se encuentra totalmente bloqueada en los segmentos superiores: una persona que ha sido quebrada de raíz. Sobre esta característica se desarrollan, no sólo la psicosis, sino el cáncer (es una psicosis celular), el sida y otras graves enfermedades, como las degenerativas. Son hipo-orgonóticos (baja energía) y disorgonóticos (desequilibrada distribución). Reich y sus continuadores las denominaron biopatías primarias. 

Si el momento de la crisis aparece durante el primer año de vida (amamantamiento), entonces asistiremos a la formación de una estructura borderline, que esconde un núcleo depresivo encubierto instalado por el estrés del miedo durante el período neonatal, desde el décimo día de vida hasta los 9 meses de edad. Son sujetos con su carga energética mal distribuida: disorgonóticos. Esto ocurre en neoplasias tratables, HIV positivo, diabetes, obesidad, alergia, hipertensión, asma y artritis reumatoidea, entre otras. Constituyen las enfermedades somatopsicosomáticas o biopatías secundarias

Luego tenemos las psiconeurosis como la gastritis, la úlcera, la angina de pecho, el infarto de miocardio, la colitis, la cistitis, la hipertrofia prostática o el mioma uterino. Son las enfermedades somatopsicológicas y corresponden a sujetos sin núcleo psicótico en los cuales el estrés del miedo aconteció durante la vida post-natal, desde la adquisición de la muscularidad intencional -en el noveno mes- hasta la pubertad.. Suelen presentar una carga energética excesiva aunque mal distribuida: hiperorgonóticos disorgonóticos.  

Luego, y en orden decreciente de gravedad, encontraremos a los neuróticos. Son personas sin núcleo psicótico, con miedo vivenciado desde la pubertad en adelante, con una carga energética adecuadamente distribuida, pero en exceso: son los hiperorgonóticos. Esta estructura caracterial es típica de las somatizaciones neuróticas.

Y por último los sujetos realmente sanos: maduros, con carga, distribución y circulación energética fisiológica. Son normo-orgonóticos y responden a lo que la orgonomía denomina carácter genital. 

En la tabla que sigue se sintetiza esta información. En todos los casos se las define como estructuras caracteriales (en sentido amplio, abarcan el cuerpo y la psique), se destaca el momento de su aparición y se reproduce la estimación de Federico Navarro (mi maestro y el orgonomista más destacado en la actualidad) acerca de su posible porcentaje en la sociedad actual. 

Estructura caracterial

Momento de aparición

Porcentaje

Psicótica

Desde la fecundación , hasta el nacimiento.

30 %

Borderline

Desde el nacimiento hasta el año de vida.

45 %

Psiconeurótica

Desde el año hasta los siete años de vida.

20 %

Neurótica

Desde los siete en adelante

4.9 %

Sana

¡Rarísimo!

0.1 %

Cuando hace algunos años escuché por primera vez esta arriesgada estimación sonreí con indulgencia ante tamaña exageración, tal vez como ustedes en este momento. Ahora, de acuerdo a la realidad, me parece un cálculo casi optimista. Esta nueva manera de mirar que propone el pensamiento reichiano podría explicar el enigma: la locura se “fabrica” durante el embarazo cuando las condiciones energéticas son muy negativas (violencia de todo tipo contra la vida), pero luego del nacimiento puede o no ejercerse. Esto depende de los acontecimientos: si la agresión persiste con las mismas características o se pasa por períodos de mucha agresión, es posible que explote el núcleo psicótico del 30% de la población. De manera que el informe de la OMS no hace otra cosa que mostrar lo que está pasando y puede llegar a pasar con la salud mental de la humanidad. 

Un poco de futuro, por favor 

No todo está perdido, salvo que se crea en una genética implacable: el hombre es así y no hay ninguna otra posibilidad. Nadie puede ponerse tontamente optimista y suponer que esto se arregla con “tratamiento adecuado”, mentira que esconde la utilización masiva de chalecos de fuerza químicos (¿se imaginan miles de aviones esparciendo psicofármacos desde el aire por todo el planeta?). Pero tampoco desechar nuestra única posibilidad: intentar un diseño más sano de desarrollo humano, porque éste no es el único posible. 

Volvamos al comienzo e intentemos con algunas palabras para tratar de entender un poco más.  Loco es un término que proviene del árabe, y significa algo así como “ablandado”.  (¡Qué curioso: ablandado...!)  Deprimido, ya lo vimos, es estar apretado y hasta pisoteado. Delirar o desvariar significa “apartarse del surco”. Esquizo es “rajado, partido”.  Y ahora una pequeña sorpresa: en el español vigente hasta el siglo XVIII ¡mente y miente es lo mismo!  Es raro encontrar algo tan claro y significativo: el sentido es que se miente cuando la realidad es reemplazada por una construcción mental, exactamente lo mismo que opinan un científico como Reich y un místico como Osho: ¡la mente miente!  

No hay recetas mágicas para evadir la trampa de nacer y vivir en un hospital psiquiátrico disfrazado de mundo “normal”, acerca del cual también puede consultarse la novela Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. Primero es necesario ver el problema, abandonar la ceguera. Luego hay que tener y utilizar la voluntad de vivir. Utilizarla hasta el límite de lo posible, transformar la vida en lo que realmente es: una aventura que vale la pena vivir con todo el cuerpo, con toda el alma. Después tenemos que reunirnos como en la época de las cavernas, cuando encontramos el fuego, para crear nuestro futuro, el que realmente queremos. La medicina energética llama prevención a esta urgente necesidad. Osho la llama meditación

Y después tenemos que hacer algo como, por ejemplo, vivir de verdad.

O bien, esperar resignadamente los futuros e implacables informes de la OMS.

                      
                                            Tortuguitas, enero del 2001

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¿Qué significa estar sano?

 

Como estamos llenos de palabras cuya utilización ya no significa absolutamente nada, es necesario volverse precisos y arriesgar primero una aproximación a las posibles características del estado de salud, y más adelante intentar descifrar en qué consiste enfermarse. (Nota: es el desarrollo del MIEDO) 

Me apresuro a decir que alcanzar el ideal de salud resulta imposible porque no existe, de manera que si uno tiene la desgracia de ser perfeccionista, lamentablemente tiene perdida la partida. Es necesario reconocer que la vida en estado embrionario tiene un proyecto de vida desde la mismísima fecundación: ese proyecto es la felicidad. Pero también que las circunstancias reales en las cuales ese proyecto comienza su desarrollo distan años luz de las adecuadas para su consumación, de manera que nacemos y crecemos como árboles torcidos. Y esto se transforma en un límite real para nuestro desarrollo, dependiendo nuestra posibilidad del grado de inclinación del tronco: cuanto más desviado menor probabilidad de existencia saludable. 

Ese drama se desarrolla desde la fecundación hasta los seis o siete años de vida. No desde el nacimiento “oficial”: desde la fecundación. ¿ O la vida no comienza en ese instante para cada uno de nosotros ?   Luego de esa edad es imposible enderezar del todo el tronco, aunque es posible mejorar un poco su inclinación, textura y vitalidad interior. Por eso tiene sentido hacer buenos tratamientos para mejorar la salud, de manera que todo no está perdido pero es necesario tener claro el límite, simplemente. 

Hay que recordar que el animal es un suceso y la vida movimiento, de manera que no se puede concebir a la salud como una meta a conquistar o un lugar adonde hay que llegar. Esto significa que la salud no es un concepto absoluto si no relativo a cada persona, grupo social y situación concreta. Y por lo tanto, más que una meta es un proceso de adaptación que oscila entre posibilidad y realidad. En este sentido la vida representa para los vivientes lo mismo que entienden los chinos por CRISIS: riesgo y oportunidad.
 

La salud y la enfermedad no son situaciones fijas e inmutables: son dos tendencias opuestas en el movimiento de la energía y la materia de cualquier organismo vivo.

 

Para describir el estado de salud nos encontramos volando sobre un territorio casi inexplorado. Las definiciones oficiales casi no existen: aquí se demuestra la pobreza teórica de la medicina estándar. ¿ Qué puede decir esta medicina acerca de la salud como estamos considerándola ? Poco menos que nada; apenas que la glucemia -cantidad de glucosa en la sangre- debe oscilar entre ciertos valores o la tensión arterial entre tales otros, de acuerdo a consideraciones estadísticas. Estos datos tienen valor, pero solo referidos a su concreto objetivo (cifras estadísticamente normales para glucemia y tensión arterial). Y tal cual corresponde a esta medicina de las partes, sólo hay una salud también por partes: la salud del aparato digestivo, la salud del sistema cardiovascular, etc. 

Pero atención: en realidad esta medicina de especialidades no verifica la salud sino la ausencia de enfermedad, que no es lo mismo. Por eso es muy frecuente que un médico le diga a su paciente: “no le encuentro nada (nada malo), de manera que usted no tiene nada (que yo encuentre), usted no está enfermo (en los aparatos que exploro) ”. No importa si esa persona sigue sintiéndose mal: para su médico no está enfermo y debe consultar con otros médicos o con un psicólogo, lo cual implica una velada apreciación de “locura” o simulación. 

Si no fuera bastante trágico sería harto cómico. La escena es así: después de analizar los estudios pedidos (los médicos dependen cada vez más de los análisis y estudios por imágenes) el profesional mira al paciente y le informa “que no tiene nada”, sintiendo ya la incomodidad de responder la inevitable pregunta que perfila la línea argumental de esta particular teatralización: “¿ Entonces por qué tengo estos síntomas y me siento mal ?”. “Mire -carraspea el doctor- creo que le haría bien consultar a un psicólogo porque la cosa es de acá”, al tiempo que apoya el índice de la mano derecha en su propia frente un poco por encima de la sien y martilla pausadamente, como si eso fuera una gran y concluyente explicación. 

¿ De dónde es ? ¿ De la cabeza ? ¿ Por qué no un neurólogo, entonces ? ¿ Por qué perderse la oportunidad de indicar electroencefalogramas y tomografías computadas de cerebro ? Tal vez, en algún lugar de la corteza cerebral ande perdido el síntoma que no tiene explicación...¡Es un procedimiento demasiado loco como para considerarlo en serio! 

Buscar algo como una definición de salud en este entorno médico es perder el tiempo, por aquí no hay nada. Pero podemos intentar con lo que dice una autoridad mundial reconocida como la Organización Mundial de la Salud, que pertenece a las Naciones “Unidas”. Sus expertos aseguran que la salud es “un alto grado de bienestar físico, psíquico y social”. Está muy bien que se acuerden de la sociedad, pero esta definición es bastante insustancial y parece el típico final de un proceso de negociación: deja contentos a todos pero no dice absolutamente nada.

Tampoco sirve para nuestro propósito, de manera que enfilaremos la nave en otra dirección o bucearemos en otras aguas, que viene a ser lo mismo. 

La opinión de la macrobiótica 

Es interesante escuchar lo que opina la macrobiótica sobre este asunto. Esta escuela es bastante más que una propuesta alimentaria y arriesga lo que llama “las características de la salud perfecta”. Sabemos que no hay nada perfecto, pero pasemos por alto ese detalle, al igual que algunas exageraciones tipo siempre o nunca, porque en las siguientes características hay consideraciones globales muy interesantes y valederas acerca de los síntomas de la salud (por otra parte la regla del juego consiste en sobrevolar territorios inexplorados y escuchar ofertas): 

1) Ausencia de fatiga

La fatiga es una consecuencia de las enfermedades y de las dolencias diversas. Un hombre sano nunca siente cansancio, está siempre dispuesto a enfrentar dificultades, resolver los problemas y las situaciones difíciles encarándolas valientemente, en un afán placentero para superarlas. Si presenta cansancio  en espalda y articulaciones o una especie de laxitud general después de un esfuerzo un poco mayor que de costumbre, su reserva de fuerzas es insuficiente. 

2) Buen apetito

Un buen apetito es en el fondo la propia salud. Una vida bien ordenada, un buen ejercicio físico e intelectual provocan un buen apetito y una satisfacción de buena ley para restaurarse. Todo parece delicioso cuando se posee un buen apetito y un estómago fuerte y sano. El apetito sexual y su natural satisfacción son también signos de una buena salud. 

3) Sueño profundo

Se debe caracterizar por un dormir apacible, sin ensueños ni inquietud, con un buen despertar y la sensación de un reposo reparador. Un máximo de seis horas es suficiente para la salud. Dormir demasiado no es bueno. 

4) Buena memoria

La facultad de recordar instantáneamente un suceso, un hecho, un nombre, etc., caracteriza un buen funcionamiento del cerebro, un buen estado de salud. Con los años debe desarrollarse más nuestra capacidad de memoria, que debe ser fuerte, precisa y correcta para que pueda el individuo gozar de un buen juicio. Nuestra buena salud está en relación directa con nuestros recuerdos de todo aquello que vemos y oímos. Cualquier falta de memoria es una señal de salud deficiente. 

5) Buen humor

El buen humor se caracteriza por una tendencia al optimismo, a la alegría de vivir, a la satisfacción en cualquier circunstancia. Hay aceptación para todas las cosas y sonrisa para la vida. La voz, la actitud, aún sus críticas, denotan en el hombre sano su buen humor. 

6) Rapidez de raciocinio y de ejecución

Un índice de buena salud es la facultad que tiene el individuo de tener un juicio rápido y seguro, calibrar en un instante el pro y el contra, obrar con decisión y precisión. La reacción inmediata es una expresión de libertad que le permite afrontar cualquier desafío, cualquier emergencia, cualquier eventualidad. La agilidad de los músculos, de las articulaciones, de la piel y de los reflejos es, juntamente con el juicio sano y equilibrado, una de las principales características del hombre libre y sano. 

Interesante lo que aporta la macrobiótica. Es un aporte valioso porque opina sobre el hombre como “producto final”: en acción, viviendo, articulando la vida interior de las percepciones con su manifestación exterior. No aporta demasiado sobre la vida psíquica y emocional, pero es bastante claro en cuanto a las características de la salud que desarrolla, todas ellas innegables. Podrá decirse que faltan espacios de apreciación, pero los que están funcionan muy bien como indicador de salud: pareciera que las personas que “actúan la vida” con las características mencionadas son personas sanas. 

Pero aparecen otras cuestiones que tornan polémica esta última apreciación. Por ejemplo: ¿ qué es eso de la salud perfecta ?   La vida es un acontecimiento maravilloso, pero no es perfecta, simplemente es real, es lo dado, lo que podemos experimentar. Cuando alguien se pone a leer acerca de la medicina energética, generalmente lo hace con una ilusión: mejorar su estado de salud. Es fácil, entonces, prometerle maravillas, alentarle su lado luminoso. Está bien: justamente el objetivo es desarrollar especialmente lo mejor de nuestra posibilidad, pero es casi deshonesto prometer salud perfecta o una existencia maravillosa a partir de poner en práctica un manual parecido a un libro de cocina.

¡Ponga en práctica estos consejos y accederá a la felicidad, a la alegría, al bienestar!  Es fácil prometer cuando se encuentra un público ávido de sentirse bien o simplemente mejor, pero es necesario erradicar falsas expectativas: no puede tenerse “una salud perfecta”, esto es pura abstracción. 

La visión de la orgonomía 

Veamos qué piensa la orgonomía que fundó Wilhelm Reich acerca del tema, a ver si en este operativo volador que caracteriza a la exploración que hemos emprendido podemos aterrizar. O mejor: a ver si somos capaces de volar a la altura de la Tierra.              

Como esta joven ciencia se fundamenta en el estudio de la energía, los criterios de salud se basan en su libre fluir. El movimiento básico de la existencia es lo que se llama pulsación biológica, esa libre y natural alternancia caracterizada por la contracción y la expansión. Ejemplos claros son la inspiración y la expiración en la dinámica respiratoria o la relación entre sístole y diástole en la actividad cardiaca. También es factible verificar este movimiento básico de la vida observando un embrión por medio de una ecografía durante los primeros meses de su desarrollo: allí se nota con claridad esta característica de oleaje que tiene la vida, ese incesante ir y venir que se carga y se descarga rítmicamente.

Para la orgonomía ocurre lo mismo con un organismo entero -que considera un campo energético organizado- juzgando que son los impedimentos a su libre pulsación los responsables de la aparición de toda patología.  

Ahora encontramos un socio que nos ayuda a internarnos por este camino, el distinguido orgonomista Ola Raknes. Fue una de las personas más cercanas a Reich y de los que mejor entendió sus trabajos. No tuvo miedo en formular una definición de salud y, si es que lo tuvo supo arriesgar, lo cual mucho le agradecemos. Él describe esas características distinguiéndolas de acuerdo a criterios psicológicos y somáticos:  

“ Comienzo por los criterios psicológicos, dado que nuestra investigación se inició en el ámbito de la psicología y la psicoterapia: 

1) Capacidad de completa concentración en cualquier trabajo, en una conversación, en una relación sexual. Sensación de unidad en el ser y en el actuar. 

2) Capacidad de ser y sentirse en contacto consigo mismo y con los demás, con la naturaleza y con el arte, e incluso, con los instrumentos que se usan en nuestro trabajo. Se debe mencionar también la capacidad de recibir impresiones y de tener el coraje y la voluntad de permitir a los hechos dejar una huella en nosotros. 

3) Ausencia de ansiedad cuando no hay peligro real; capacidad de reaccionar racionalmente en las situaciones peligrosas, cuando se entrevea allí también un importante objetivo racional. 

4) Sensación duradera y profunda de bienestar y de fuerza, de la cual el individuo puede darse cuenta apenas preste atención (aún si está luchando contra dificultades o siente dolores físicos que no sean demasiado intensos). Entre las sensaciones de bienestar está la sensación de placer en los genitales durante la espiración. 

Ahora enumeraré algunos de los más importantes criterios somáticos de la libre pulsación del organismo. Comienzo con un criterio que es al mismo tiempo psíquico y somático, esto es: 

1) El orgasmo, acompañado de pérdida momentánea de conciencia y convulsiones del cuerpo entero. Ocurre en intervalos bastante regulares que varían dependiendo del individuo y del tiempo. 

2) El organismo entero tiene un buen tono; el aspecto corpóreo es elásticamente erecto, sin espasmos o calambres que alteren su armonía. 

3) La piel es cálida y bien irrigada de sangre, el color es rosado o levemente bronceado, el sudor debe ser cálido. 

4) Los músculos pueden pasar de la tensión a la relajación sin estar, ni crónicamente contraídos, ni flácidos. La peristalsis es fácil: no hay estreñimiento ni hemorroides. 

5) La fisonomía o expresión facial es vivaz y móvil, nunca inmóvil como una máscara. Los ojos brillantes con rápida reacción pupilar, y las órbitas ni están hundidas ni sobresalen. 

6) Espiración profunda y completa con una pausa antes de la nueva inspiración, el movimiento torácico es libre y relajado. 

7) El pulso regular, tranquilo y fuerte; la presión sanguínea es normal, ni demasiado alta ni demasiado baja. 

8) Los glóbulos rojos están plenos, con la membrana periférica bien tensa (sin arrugas ni protuberancias); presentan un fuerte y amplio halo orgónico y se desintegran lentamente en biones gruesos, colocados en solución salina fisiológica. 

9) Por último, hay un amplio y variable campo orgónico que circunda todo el organismo (aura).”  

Nuestro amigo Raknes comenta, con la humildad que lo caracterizaba: “y añadiré por mi cuenta el tener un cierto espíritu de aventura”.  

¡ Ya se va perfilando algo parecido a una persona humana funcionalmente sana !

Ahora podemos comprender bastante mejor en qué consiste la salud, algo ya muy alejado del monigote robotizado que “aprueba los exámenes” de los centros de diagnóstico.

Tal vez se pregunten qué pasa con la descripción de cada uno de los órganos, por qué no se hace énfasis en este aspecto. Sin embargo esto no es cierto: la definición de salud que propone la orgonomía a través de Ola Raknes se acuerda de los órganos a través de sus expresiones funcionales más importantes: tono muscular, piel cálida, evacuación intestinal, ojos brillantes, espiración completa, movimiento torácico, pulso regular, tensión arterial normal y glóbulos rojos turgentes.  Y alude al conjunto del sistema vivo a través de los criterios psicológicos de salud y de algunos somáticos: orgasmo, elasticidad corporal y halo energético periférico. 

Por otra parte hay una suerte de “comprobación por la eficiencia”: los criterios de salud recién expuestos, tanto los de la macrobiótica como los de la orgonomía, no podrían darse si cada uno de los órganos, aparatos y sistemas no fueran capaces de funcionar bien. Es algo así como evaluar el estado de un árbol por la calidad de sus frutos y la belleza de sus flores.


                                            Tortuguitas, febrero del 2001

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Otoño a puro pulmón

 

“Los tres meses de otoño son el período en que se constituyen las formas de todas las cosas. La energía del Cielo empieza a fluir rápidamente, la energía de la Tierra empieza a cambiar de color. Es deseable acostarse temprano y levantarse temprano con el canto del gallo, mantener una voluntad pacífica a fin de disminuir los efectos agotadores del otoño, para mantener en orden la energía de los espíritus a fin de sosegar la energía del otoño, abstenerse de conmoverse cara al exterior a fin de limpiar la energía de los pulmones. Este es el modo de alimentar la vida en respuesta a la energía del otoño. Actuar en sentido contrario provocará lesiones en los pulmones y se sufrirá diarrea debido a indigestión de los alimentos en el invierno, porque no tendrán suficiente energía para protegerse del invierno”

Huang Di Nei Jing, So Ouenn

   

Fijen la mirada en el otoño: las hojas se caen y predomina una suave nostalgia, a veces emparentada con cierta tristeza.  Hay momentos que saben a puro otoño y uno de ellos es el atardecer.  Y también están las estaciones del alma, pero de ellas hablaremos otro día, cuando se caigan algunas hojas más... El otoño expresa una transición importante en el devenir de los incesantes cambios que caracterizan a la vida: está entre el esplendor exuberante del verano y el recogimiento del invierno.  Por eso se nota tanto el cambio en los hábitos del sol, que duerme más temprano y se levanta más tarde que durante el verano, cuando todo parece luz y fuego.  También cambia la temperatura, que va disminuyendo en promedio.  Y tanto las plantas como los animales nos enseñan cómo debe cuidarse la vida cuando cambia: aquellas dejan el follaje que no podrán mantener y éstos acopian alimentos para superar la incertidumbre del frío invierno. Con el otoño llega el sentimiento de recoger, de guardar, mezclado con la sensación de pérdida cuando la luz empieza a debilitarse y el aire se enfría. Por eso el Nei Jing dice que la energía del otoño es cortante, retractiva y supresora: tiende al recogimiento y resecamiento. La función crítica del metal es la respiración, ya que aquí los pulmones y el resto de las vías respiratorias son protagónicos. Y el olfato es el sentido más desarrollado o inhibido, según la evolución de las cosas y la vida.

En la vida de los hombres también hay un otoño, que coincide con la madurez del ser y permite la irrupción de los recuerdos sin que estos paralicen o entristezcan demasiado.  Es el momento de cosechar lo que se ha sembrado, el tiempo de dar y recibir con esa paz que ya no necesita la euforia incendiaria del verano, un poco veleidoso y tal vez inseguro.

Según la Medicina Tradicional China (que merece estas mayúsculas) el otoño es la expresión de un conjunto de cualidades que pueden encontrarse tanto en los hombres como en la naturaleza.  Pero algunas personas tienen un predominio estable de estas características: son los que corresponden a la constitución metal, una de las cinco opciones básicas en las que podemos ubicar al conjunto de los humanos (las otras son: madera, fuego, tierra y agua).

 

¿Con qué se puede relacionar a esta constitución y qué características sobresalientes presenta?

Las personas que responden a esta constitución tienen debilidad del pulmón, el intestino grueso y sus meridianos correspondientes. Pero también presentan diversos problemas en la piel, que está asociada a este eje funcional.

Suelen ser personas de talla más bien alargada, algo delgadas y ligeramente encorvadas, de espaldas no muy anchas y nariz larga.  Sus manos son largas y con dedos apretados y lisos salvo en las uniones articulares, donde pueden verse tres pliegues. La piel puede ser seca o rugosa y suelen presentar cierto tinte violáceo en las manos, lo cual denota su sensibilidad al frío. ¿Se acuerdan de los "sabañones”, esa institución de aquellos tiempos? Pues bien, estos metales no se los pierden.

¿Cómo son en la infancia los representantes del otoño?

Suelen ser delgados, pálidos y faltos de apetito.  Tienen rinitis, laringitis, bronquitis, faringitis, otitis y amigdalitis con mayor facilidad que los niños de otras constituciones.  Pueden tener asma y eczemas o urticaria desde la primera infancia.  A menudo son estreñidos o presentan enuresis.  Por lo general necesitan acostarse temprano, ya que se cansan mucho.  Y en la adolescencia son los que con mayor frecuencia tienen acné. Su laxitud ligamentaria y el crecimiento rápido por “estirones” sucesivos aumentan la probabilidad de escoliosis e inflamaciones cercanas a las vértebras. Suelen ser buenos, razonables, gruñones, distraídos y lentos.

Veamos ahora el comportamiento de los adultos de la constitución metal.  Son propensos a la fatiga precoz, ya que su tono energético es bastante bajo.  Se van cansando progresivamente y a la tarde experimentan un sensible "bajón" que tiende a inmovilizarlos.  Son naturalmente “mañaneros", ya que es a la mañana cuando pueden aprovechar el máximo de su energía.  Se acuestan temprano debido a que necesitan mucho descanso y se organizan períodos frecuentes de reposo o vacaciones.  Pueden tener alguna lentitud en la ideación y falta de concentración.  Tienden más a la reflexión que a la acción.  Suelen ser de humor triste y pesimista, más bien melancólico, tal cual corresponde a la naturaleza de la estación que los representa.

Las enfermedades más frecuentes de la constitución metal están relacionadas con la vulnerabilidad de estas personas a nivel de los aparatos respiratorio y digestivo, pero también de la piel y del sistema linfático.  De manera que encontraremos una clara tendencia a desarrollar cuadros infecciosos: gripes frecuentes (a veces por la simple exposición al frío o a las corrientes de aire), bronquitis, laringitis, sinusitis o rinitis a repetición.  Pero también asma bronquial, a menudo asociada con problemas crónicos en el colon, cuyos síntomas pueden alternar la diarrea con el estreñimiento y presentar hemorroides. 

Por su fragilidad linfática aparecen con frecuencia adenitis (inflamación de los ganglios linfáticos) y cistitis crónica. Es muy frecuente verlos sufrir de problemas en la piel: acné, eczemas, psoriasis, micosis, etc. También suelen tener un pequeño déficit en la función de la glándula tiroides, lo cual podría explicar lo friolentos que suelen ser.  Desarrollan caries dentales con bastante facilidad y variados problemas de columna y otras articulaciones vinculados a la debilidad de sus ligamentos (tendinitis, epicondilitis, artritis escápulo-humeral, reumatismos deformantes y progresivos). El asma y el estreñimiento son muy representativos del tipo de alteración que presentan, ya que son expresiones somáticas de su dificultad para exhalar, soltarse y moverse siguiendo el flujo de la energía.

¿Qué afinidades tienen los sufridos metales? Estas personas aman al otoño a pesar del mal que puede ocasionarles, una característica tan sorprendente como la atracción que experimentan por los lácteos y que pagan con alergias de todo tipo y color.  Temen al frío, que penetra sin misericordia en sus frágiles pulmones, y que suelen sentir especialmente en el pecho, los hombros, la cabeza y los pies.  Gustan de los picantes y los chocolates, que no parecen sentir la misma simpatía por ellos.

Cuando estas características son muy marcadas, la vida puede llegar a transformarse en un peregrinaje de médico en médico para paliar los diversos problemas de salud que suelen tener y que comprometen aún más su precaria situación energética.  Lamentablemente, la medicina estándar ignora que todos estos síntomas se deben a una única causa, de manera que se los trata (o maltrata) con múltiples indicaciones para cada uno de los problemas que consultan.  La consecuencia es la instalación de un verdadero “circulo vicioso” (anti-bióticos, anti-histamínicos, corticoides, anti-inflamatorios, etc.) que bajan más aún las defensas e irritan al intestino.  Lo cual empeora el estreñimiento e impide eliminar las toxinas, que vuelven a dañar los órganos conflictivos ... y así sucesivamente: a empezar otra vez con el mismo ciclo.

La medicina energética considera que toda esta problemática debe tratarse en conjunto,  confeccionando un programa terapéutico en base a la acupuntura, medicación homeopática, oligoelementos, acumuladores de energía, nutrición atóxica y una disciplina de actividad física adecuada a cada necesidad personal.

La acupuntura aporta una gran cantidad de esquemas terapéuticos para tratar las afecciones respiratorias y digestivas típicas de la constitución metal según cada situación particular: asma, rinitis, sinusitis, bronquitis, estreñimiento, colitis, etc. Es especialmente buena la combinación de puntos en la espalda, los brazos y las piernas. Las técnicas habituales se enriquecen durante la época fría con la utilización del calor (moxibustión), que aumenta notoriamente su eficacia, y la rotación con el microsistema de la oreja o la craneopuntura.

La homeopatía es de gran ayuda como coadyuvante al igual que los oligoelementos administrados según Menetrier, especialmente el manganeso, el azufre y la combinación de manganeso y cobre.

La nutrición intenta sanear de toxinas y evitar la respuesta alérgica a los lácteos, fritos y chocolates. Mientras que todos los esquemas de trabajo físico se apoyan en la correcta respiración como práctica indispensable para acelerar la respuesta terapéutica y consolidar los avances.

Verán que el objetivo de la medicina energética es bastante ambicioso: no sólo intenta controlar los síntomas sino que apuesta a modificar el “terreno”, la manera más sólida de lograr que la mejoría se convierta en una calidad de existencia superior a la que “fabrica” la enfermedad. Es que un otoño bien respirado (a puro pulmón), es la mejor vacuna contra la dura exigencia del invierno.

                                                           Dr. Carlos Inza

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